“Esos hombre que tú admiras que parecen visigodos, mucho músculo, poco cerebro y luego lloran como todos”, decía la canción de Siniestro Total, pero por mucho que nuestro yo adolescente se identifique con la letra, la ciencia dice que el mito del forzudo tonto no se sustenta.
Sabemos que el ejercicio físico em general tiene efectos positivos sobre el cerebro, pero recientes investigaciones están constatando que los distintos tipos de ejercicio pueden tener beneficios específicos. El ejercicio aeróbico parece mejorar la memoria y regular el estado de ánimo, pero hacer ejercicios de fuerza puede hacernos más inteligentes.
El ejercicio aeróbico ha sido objeto de multitud de estudios. En experimentos se comprobó que inducía neurogénesis en el hipocampo de las ratas. Esta relación no se pudo comprobar en humanos, pero sí se vio que en personas ancianas en las que el hipocampo pierde tamaño con la edad, el ejercicio aeróbico previno la pérdida o incrementó su tamaño.
El hipocampo está a cargo de la memoria a corto plazo o memoria de trabajo, que es la que usamos cuando estamos aprendiendo algo. El ejercicio activa factores de crecimiento como el IGF-1 (factor de crecimiento análogo a la insulina) que hace que la materia gris aumente, aunque el ejercicio aeróbico y el de fuerza lo consiguen este efecto por caminos químicos diferentes.
En un estudio de 2015 se pidió a los voluntarios después de realizar ejercicio vigoroso (es decir, sprints) que realizaran una serie de tests. El ejercicio intenso mejoró la puntuación en las pruebas que dependen de la corteza prefrontal, pero no del hipocampo. ¿Qué cosas dependen de la corteza prefrontal? Entre otras, estas:
- Language
- Habilidades motoras
- Memorias a largo plazo
- Empatía
- Atención y atención selectiva (capacidad para concentrarse)
Potencialmente, todas estas capacidades pueden mejorarse con ejercicios de fuerza. Tiene sentida, ya que los ejercicios intensos de fuerza, como levantar cargas pesadas, o de potencia, como por ejemplo los saltos de altura o longitud, remar o jugar al tenis, necesitan de concentración y coordinación.
Los ejercicios repetitivos, como correr, montar en bicicleta o nadar requieren esfuerzos pequeños repetidos muchas veces, y que finalmente se convierten en algo totalmente automático. Puedes pensar en tu fin de semana o la última película que has visto mientras trotas alrededor del parque, pero si quieres levantar kilos, no puedes distraerte.
Lo mismo ha encontrado un metaanálisis de 24 estudios sobre el impacto del ejercicio de fuerza en el cerebro. Hubo mejoras en la función ejecutiva y también tuvieron efectos positivos a la hora de evitar el deterioro por la edad, pero no se encontraron efectos positivos sobre la memoria de trabajo.
El motivo por el que esto ocurre parece estar en la neuroplasticidad, la generación de nuevas neuronas en el cerebro. En un experimento con ratas a las que se hizo subir escaleras con pequeñas pesas pegadas a las patas, su capacidad para salir de un laberinto mejoró, incluso tras recibir una sustancia inflamatoria que inducía una degeneración de las neuronas.
Aún queda mucho por averiguar. Es cierto que el ejercicio aeróbico también mejora la función ejecutiva, aunque esta comprende muchas habilidades y tareas. Recientemente se ha podido estudiar el efecto en jóvenes de 20 años con un estudio controlado. El ejercicio aeróbico mejoró procesos como la planificación y la resolución de problemas, pero no hubo cambios en la velocidad de proceso, atención o memoria episódica (a largo plazo).
En otro estudio con mujeres mayores se buscó comparar los efectos del ejercicio de resistencia frente a ejercicios suaves como estiramientos. Solo el ejercicio con pesas mejoró la puntuación en el control inhibitorio, es decir, la capacidad para concentrarse y prestar atención. Pero este efecto se produjo solo al entrenar dos días por semana, no bastó con uno solo.
La respuesta, como no podría ser de otro modo, es que nuestro cerebro necesita estimulación, y que la más eficaz proviene de mover nuestro cuerpo en el espacio, sea con esfuerzos intensos y coordinados o con tareas automáticas y repetitivas.
Esto es lo que nos indica otro estudio en el que se comprobó que al combinar el ejercicio aeróbico con el ejercicio de fuerza, en este caso en pacientes con demencia senil, la mejoría fue mucho mayor que con cualquiera de los ejercicios por separado. En general, en los estudios realizados con personas mayores, con más de 7.000 personas en total, menos músculo significa menos cerebro.