Tomar el sol puede mejorar la tensión arterial

Todos entendemos el concepto de presión en una manguera. Cuanto mayor es el caudal de agua, y cuanto más estrecha es la manguera, mayor es la presión. Lo mismo ocurre con nuestros vasos sanguíneos.

Las arterias llevan la sangre desde el corazón hasta el resto de nuestro cuerpo. Cuando el corazón se contrae, empuja la sangre hacia las arterias, y aquí se mide la presión sistólica. Cuando el corazón está en reposo, se mide la presión diastólica. Estos son respectivamente el número alto y el número bajo cuando nos toman la tensión.

Pero al contrario que una manguera, nuestras arterias están vivas, formadas por músculos que se pueden contraer para hacer el paso más estrecho y aumentar la presión sanguínea, es decir, vasoconstricción, o relajarse para hacer bajar la presión, aumentando su diámetro, lo que se conoce como vasodilatación.

La presión sanguínea varía continuamente dependiendo del entorno y de las reacciones individuales. Sin necesidad de que tengamos que pensar, el sistema nervioso autónomo y los riñones se aseguran de que la presión sanguínea sea lo más adecuada y estable posible en todas las situaciones.

Pero si estamos estresados, se activa el sistema nervioso simpático por encima de lo normal. Si además tenemos la insulina alta y las arterias dañadas, la presión se puede descontrolar y convertirse en un problema. La hipertensión es uno de los factores de riesgo de las enfermedades cardiovasculares y es común en las personas que sufren de diabetes y obesidad.

En estos casos, el sistema simpático produce una vasoconstricción y aumenta la presión arterial. La forma en la que los vasos sanguíneos se relajan de nuevo es mediante la presencia de óxido nítrico (NO) en la sangre. Lo que se ha podido observar es que las personas que sufren hipertensión tienen niveles más bajos de lo normal de NO. Lo que no se sabía hasta hace poco es la influencia que el sol tenía en todo este proceso.

El sol, el factor que faltaba

Es bien conocida la importancia de la exposición a la radiación solar UVB para fabricar vitamina D en la piel, y lo extendida que está la deficiencia de esta vitamina en el mundo civilizado donde cada vez vemos menos el sol.

Tradicionalmente se había considerado que la falta de sol provocaba una carencia de vitamina D y esto a su vez era la causa de que aumentara el riesgo de hipertensión y enfermedades cardiovasculares. Pero lo que se ha descubierto en los últimos años es que la radiación ultravioleta además participa en la producción de óxido nítrico en la piel. Esto hace que la exposición al sol tenga efectos beneficiosos inesperados que nada tienen que ver con la vitamina D: bajada de la tensión y menor riesgo de enfermedades cardiovasculares. Es probable que la vitamina D sea más un síntoma que una causa.

Por supuesto, está el riesgo de cáncer de piel por la exposición al sol. Sin embargo, en un estudio llevado a cabo por científicos suecos se vio que las personas que toman el sol de forma habitual tenían una mortalidad menor por enfermedades cardiovasculares, y que quienes evitaban el sol tenían un aumento del riesgo similar al que provoca el tabaco.

El mismo equipo pudo comprobar que, aunque la exposición al sol hacía que aumentara la incidencia de melanoma (la forma más mortífera de cáncer de piel), estas personas tenían una mortalidad por melanoma ocho veces menor que quienes evitaban el sol, pero se quemaban de vez en cuando.

La percepción de la exposición al sol está cambiando tanto en la comunidad científica como en las instituciones. Tanto Australia como Nueva Zelanda, con altos niveles de radiación UVB, recomiendan ahora una exposición responsable, y la Asociación Oficial de Dermatólogos del Reino Unido afirma que “Disfrutar del sol con seguridad, cuidando de no quemarse, puede ayudar a proporcionar los beneficios de la vitamina D sin aumentar indebidamente el riesgo de cáncer de piel”.