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2024: el año de la globalización electoral

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Las raíces de la globalización vienen de lejos. Karl Marx ya anticipó en el siglo XIX que la separación del trabajador directo de sus condiciones materiales de trabajo, la socialización del proceso productivo y la creación del mercado mundial es lo que singulariza al capital como principio de constitución económica y lo diferencia de todos los demás principios de constitución económica que han existido en la historia de la humanidad. la llamada globalización forma parte del propio concepto del capital. El capital es un principio de constitución económica que a diferencia de la constitución política no nace con vocación nacional, sino con vocación universal. De ahí la tensión entre el Estado nación y el Capital que ha presidido de manera ininterrumpida la convivencia entre ambos. 

En esa tensión el capital como principio de constitución económica ha ido imponiéndose progresivamente a la “soberanía nacional” como principio de constitución política. El Estado Nacional sigue siendo indiscutiblemente el marco de referencia político dominante desde una perspectiva jurídica. No hay ninguna organización internacional que no esté constituida por Estados. Empezando por la ONU y siguiendo por la Unión Europea. Hasta el momento no se ha podido prescindir del Estado como sujeto en el ámbito de las relaciones internacionales. Ni siquiera en ámbitos relativamente homogéneos como el europeo.

Pero al mismo tiempo no hay ningún Estado, ni siquiera los Estados Unidos o China, que puedan competir con el capital como principio de constitución económica universal. Pueden tener una autonomía mayor que otros, pero todos, desde los más poderosos a los más débiles, saben que hay normas no escritas a las que todos están sometidos y que se imponen de manera inexorable, independientemente de nuestra voluntad, como reza el título de este blog. A lo más que se puede aspirar es a alcanzar el máximo de autonomía posible frente a la vigencia de esas normas no escritas.

A esta aspiración es a la que responde la construcción de la Unión Europea, que ha sido la operación más compleja y de mayor éxito en este ámbito hasta la fecha. La transferencia de soberanía de cada Estado miembro a la Unión se entiende que queda compensada por la autonomía que se obtiene por la pertenencia a la Unión frente a la vigencia de las normas no escritas que impone el capital como principio de constitución económico universal. No mandamos sobre el euro, pero es preferible el euro a seguir con la peseta.

Este proceso de construcción de la UEha contado con un apoyo mayoritario en la población de la mayor parte de los países que la integran, pero ha sido gestionado de manera considerablemente elitista. También ocurrió en la inicial puesta en marcha del Estado nacional. El porcentaje de la población que podía ejercer el derecho de sufragio era muy reducido. El Estado nacional fue inicialmente un club de propietarios, del que estaban excluidos no solamente las mujeres, sino también los hombres que no figuraban en el censo de fortuna. Únicamente bien entrado el siglo XX se impuso el sufragio universal, que solamente después de la Segunda Guerra Mundial se estabilizó de manera mayoritaria en la parte occidental del continente europeo con las excepciones de Grecia, Portugal y España. En las elecciones al Parlamento Europeo no existen limitaciones jurídicas al ejercicio del derecho de sufragio, pero en la práctica la participación es mucho más reducida que en las elecciones generales de los Estados miembros. Las elecciones al Parlamento Europeo son, con diferencia, las elecciones con mayor porcentaje de abstención en todos los países. Así como también es mucho menor la intensidad con que se sigue lo que ocurre en dicho Parlamento que lo que ocurre en los Parlamentos de los diferentes países.

La globalización no ha echado raíces en el espacio electoral, que sigue siendo terreno de la soberanía nacional. El debate electoral en la campaña electoral europea es un debate que se desarrolla en clave nacional. Prácticamente en todos los países, aunque dependiendo de las circunstancias en algunos más que en otros. 

Y como en las cosechas de vino hay añadas y añadas. La de 2014 en España tuvo un impacto enorme sobre el sistema político español. Desencadenó nada menos que la abdicación de Juan Carlos de Borbón y no puso fin, pero sí alteró de manera significativa, el sistema bipartidista imperfecto que había estado operando con solidez desde las primeras elecciones constitucionales en 1979. 

Desde aquellas elecciones europeas se han tenido que repetir las elecciones generales españolas en dos ocasiones ante la imposibilidad de investir a un presidente del Gobierno, se ha aplicado por primera vez el artículo 155 de la Constitución, se ha formado el primer Gobierno de coalición, no se ha podido renovar todavía el Consejo General del Poder Judicial elegido en 2013 hasta esta misma semana, ha dejado de aplicarse en bastantes años el principio de anualidad presupuestaria, no se ha podido renovar el sistema de financiación de las comunidades autónomas, se ha aprobado una ley de amnistía que ha desatado un enfrentamiento brutal entre distintos órganos constitucionales como no lo habíamos visto nunca. La lista de anomalías no es exhaustiva, sino puramente ejemplificativa.

Pero si la añada 2014 tuvo mucho impacto en España, la añada del 2024 está siendo con diferencia la de mayor impacto global a nivel continental y, previsiblemente, más allá del continente europeo, como podremos comprobar cuando, con el paso del tiempo, se disponga de la perspectiva suficiente.

La disolución de la Asamblea Nacional y la convocatoria de elecciones para el 30 de junio y 7 de julio es, con mucha diferencia, la consecuencia más impactante que han tenido nunca unas elecciones parlamentarias europeas. Elecciones que van a tener lugar en un año en el que ya se han celebrado elecciones que rompen moldes en Argentina, México, India y África del Sur. En la primera semana de julio el molde electoral se va a romper en el Reino Unido y en Francia. Y ya veremos hasta dónde llega la onda expansiva en el resto de Europa.  Esta ruptura de moldes tendrá su última y no por ello la menos importante de todas en noviembre en los Estados Unidos.

Nunca antes la Interpenetración de unos procesos electorales nacionales en otros ha tenido la intensidad que está teniendo este año. Si tomamos, además, en consideración todas las maniobras de Rusia y China para influir en los procesos electorales nacionales ya mencionados, no resulta exagerado afirmar que la globalización se ha abierto paso también en el terreno electoral. 

El tablero electoral no va a ser el mismo a partir de este 2024 en ningún país del mundo

Las raíces de la globalización vienen de lejos. Karl Marx ya anticipó en el siglo XIX que la separación del trabajador directo de sus condiciones materiales de trabajo, la socialización del proceso productivo y la creación del mercado mundial es lo que singulariza al capital como principio de constitución económica y lo diferencia de todos los demás principios de constitución económica que han existido en la historia de la humanidad. la llamada globalización forma parte del propio concepto del capital. El capital es un principio de constitución económica que a diferencia de la constitución política no nace con vocación nacional, sino con vocación universal. De ahí la tensión entre el Estado nación y el Capital que ha presidido de manera ininterrumpida la convivencia entre ambos. 

En esa tensión el capital como principio de constitución económica ha ido imponiéndose progresivamente a la “soberanía nacional” como principio de constitución política. El Estado Nacional sigue siendo indiscutiblemente el marco de referencia político dominante desde una perspectiva jurídica. No hay ninguna organización internacional que no esté constituida por Estados. Empezando por la ONU y siguiendo por la Unión Europea. Hasta el momento no se ha podido prescindir del Estado como sujeto en el ámbito de las relaciones internacionales. Ni siquiera en ámbitos relativamente homogéneos como el europeo.