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Kamala Harris: la peor pesadilla de Trump

La vicepresidenta de EEUU, Kamala Harris.

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El pasado domingo volvía en coche desde Punta Umbría cuando recibí una llamada de Marco Schwartz pidiéndome un comentario de urgencia sobre el abandono de Joe Biden a la carrera por la presidencia de EEUU. Pensé algo mientras llegaba y escribí en cuanto llegué 'No es una sorpresa, pero entramos en territorio desconocido', en el que subrayaba que el Partido Demócrata hacía frente a la elección como un auténtico partido, mientras que el Partido Republicano había dejado de serlo después de haber sido fagocitado por Donald Trump.

“Qué influencia puede tener esta circunstancia en el voto del cuerpo electoral en noviembre, no lo sabemos en este momento…”, decía en el comienzo del último párrafo. Pero en unos días estamos empezando a ver que la influencia puede ser notable. 

Tim Alberta ha publicado el 21 de julio en The Atlantic un artículo con el título 'This is Exactly What the Trump Team Feared' ('Esto es exactamente lo que el equipo de Trump temía'), en referencia a la retirada de Biden. Lo abre transcribiendo la respuesta de los dos co-managers de la campaña presidencial de Donald Trump a la pregunta de qué es lo que más temían de Biden. “'Honestamente, es menos él', me dijo Chris LaCivita, 'y más… los demócratas institucionales', añadió Susie Wiles, poniendo fin al pensamiento de su compañera”.

Este es el comentario de Tim Alberta: “Fue un intercambio revelador y un tema que reaparecerá con frecuencia. El Partido Demócrata, me dirían Wiles y LaCivita en conversaciones posteriores, era una máquina bien organizada y bien financiada, con un apoyo récord de votantes con baja propensión a serlo, pero que hacen acto de presencia cada cuatro años en las elecciones presidenciales. Ordinariamente, me explicaron, los Demócratas deberían tener una superioridad estructural en una carrera electoral como esta. Pero algo retenía al partido: Biden. El abandono de Biden lo cambia todo. Donald Trump tiene que reinventarse una campaña electoral diseñada para maximizar la estrategia ante Biden por otra completamente distinta”.

Y completamente distinta no solo porque la sustitución de Joe Biden por Kamala Harris convierte el problema de la edad en un problema para el Partido Republicano, sino además, y sobre todo, porque la presencia de Kamala Harris como candidata supone situar al pueblo americano ante la opción entre una democracia multicultural y una república de cristianos blancos nacionalistas. Harris es la personificación de la primera opción, mientras que Trump lo es de la segunda.  

Como ha escrito Austin Sarat en Salon el 22 de julio en el artículo 'In Kamala Harris Trump again confronts his worst nightmare' ('En Kamala Harris Trump se enfrenta de nuevo a su peor pesadilla'), “Harris representa la clase de mujeres fuertes que amenaza la masculinidad tipo Trump y su vinculación con un patriarcado pasado de época. Ofrece una visión de una América más igualitaria e inclusiva, una América que ofrece una oportunidad a gente de talento independientemente de su raza o género”.

La capacidad de movilización de esta opción que Kamala Harris personifica se ha puesto de manifiesto desde el mismo día en que se anunció su candidatura, como el espectacular aumento de las donaciones consecuencia de un espectacular aumento de donantes individuales ha venido a confirmar. Está comenzando a prefigurarse una alianza similar a la que llevó a Barak Obama a la Casa Blanca en 2008 y 2012. 

Quedan unos meses y pueden pasar muchas cosas, pero, tras la “victoria pírrica de la extrema derecha” que han supuesto los resultados de las elecciones europeas “para Patriotas por Europa, el bloque de Orban en el Europarlamento”, por utilizar las palabras de Cas Mudde (17 de julio. The Guardian y El Diario.es), se está prefigurando la derrota real de dicha extrema derecha en los Estados Unidos. 

De la inexorabilidad del éxito de la extrema derecha hemos pasado a la resiliencia de la democracia frente a ella. El abandono de la carrera electoral por Joe Biden y la transmisión de la antorcha a Kamala Harris es la mejor expresión de dicho proceso. 

Ya veremos qué influencia tiene esta circunstancia en el colegio electoral. La continuidad de la democracia como forma política en los Estados Unidos, y en cierta medida a escala mundial, está en juego en estas elecciones presidenciales. Con otro candidato que no fuera Donald Trump sería distinto. Pero con él no nos podemos llamar a engaño. 

De ahí la importancia de que el Partido Demócrata reaccione a la altura del reto que tiene que enfrentarse. Si es capaz de cerrar filas en torno a una candidatura y un programa, es muy razonable pensar en la victoria.

Desde la Convención de 1968, la más dramática para el Partido Demócrata después de la Segunda Guerra Mundial, el Partido no ha tenido que hacer frente a una situación tan difícil como en la que ahora mismo se encuentra. Acaba de entrar en un terreno desconocido, sin un precedente claro como punto de referencia. Se trata de uno de esos momentos claves que cambian el curso de la historia. La del propio Partido, pero también la del país.   

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