Los seres humanos hacemos la historia en condiciones independientes de nuestra voluntad.
La tercera nacionalidad entra en escena
Con la Constitución de 1931 la “región” alcanzó estatus constitucional por primera vez en nuestra historia. Con base en dicho estatus se aprobaron mediante referéndum Estatutos de Autonomía en tres de dichas regiones: Catalunya, País Vasco y Galicia. Y con base en dicha aprobación referendaria alcanzaron estatus constitucional las “nacionalidades” en la Constitución de 1978. La Constitución no lo dice así expresamente en el artículo 2, aunque sí lo hace de manera indirecta a través de la mención en la Disposición Transitoria 2ª de “los territorios que en el pasado hubiesen plebiscitado afirmativamente proyectos de Estatuto de autonomía (…)”.
Las dos primeras de las tres nacionalidades manifestarían su condición de tales desde las elecciones constituyentes de 1977, aunque todavía de forma algo tímida. Posteriormente lo irían haciendo de manera progresiva con más intensidad, expresándose electoralmente a través de un sistema de partidos cada vez más diferenciado del sistema de partidos en el conjunto del Estado, que conducía a que la presidencia de la Comunidad Autónoma siempre la ocupara el candidato del partido nacionalista dominante. Los partidos de gobierno estatales, de la derecha –PP– y de la izquierda –PSOE–, han ido perdiendo presencia en País Vasco y Catalunya, aunque de manera desigual. El PSOE ha mantenido una presencia relevante, aunque con tendencia decreciente. El PP ha pasado a ser un partido muy minoritario, casi irrelevante.
No ha sido así en la tercera. El nacionalismo gallego ha tardado mucho más que los nacionalismos vasco y catalán en tener una representación electoral significativa. Hasta la cuarta legislatura, en 1993, no llegó a aproximarse al 20% del sufragio, posición en la que se mantendrá hasta la octava, en 2009. Bajaría al 10% en la novena (2012) y décima (2016) y subiría al 23,8% en 2020 y al 31,57% en este 2024. En las dos últimas ha conseguido superar al PSOE. Por muy poco en 2020. Por mucho en 2024.
Esta relegación del PSOE a una posición subalterna es, tal vez, la novedad más importante del resultado electoral de este 2024. En las elecciones europeas de junio no es probable que la distancia entre BNG y PSOE se mantenga en la misma magnitud que en estas autonómicas, pero bastaría que se mantuviera por delante para que el sorpaso pudiera darse por consolidado. Y para que, a partir de ese momento, fuera el BNG el partido mayoritario de la izquierda gallega, que se situaría como alternativa al PP. La norma vasca y catalana de que el nacionalismo gobierna la Comunidad Autónoma podría empezar a convertirse también en la norma en Galicia. Lo que no veo es que el candidato del PSOE vuelva a ser presidente de la Xunta.
Quiere decirse, pues, que la tensión entre la unidad y la plurinacionalidad va a ir en aumento. Esto es lo que indica el resultado de este pasado domingo. Galicia avanza en la dirección en la que han avanzado País Vasco y Catalunya, con lo que ello implica de retroceso de los dos partidos de gobierno estatales. Con ello se va a introducir mayor complejidad en el sistema político español. Si tuvieran que convocarse elecciones anticipadas por cualquier circunstancia, es muy probable que el número de diputados nacionalistas de las tres nacionalidades superara los 40.
El nacionalismo gallego va camino de convertirse en un partido de gobierno en Galicia y en un partido que va a tener influencia en la dirección del Estado con un peso similar en número de escaños al que tiene el PNV. Acostumbrados como estamos a pensar nuestro sistema político en términos binarios, tal vez estemos perdiendo de vista lo más importante que ha ocurrido este pasado domingo.
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