Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.
El fracaso de la democracia
Existen pocas esperanzas de que la razón ilustrada sea capaz de desarrollar una nueva racionalidad no neoliberal. La ausencia de límite dentro del capitalismo -sistema orientado al goce sin freno y que rechaza el amor- tiene consecuencias: un desencadenamiento de lo mortífero verificable en muchos niveles. Veámoslo.
Refugiados
El éxodo y la muerte -que como una fina lluvia cae sin cesar sobre Europa- golpea la vida cotidiana de aquellos que vivimos del lado acomodado del muro. Millones de seres dejan desesperados sus hogares en busca de un acogimiento que finalmente no llega y que se convierte en una trampa. Pero, ¿qué puede hacer Europa ante este río de sangre joven que mancha sus costa? ¿Dónde acogerlos?, nos dicen. Sin embargo, no se trata solo de darles un lugar seguro. De otras cosas es de lo que hay que hablar, de aquello que nadie quiere nombrar: la responsabilidad que tienen Europa, Estados Unidos y tantos otros aliados y no aliados. ¿Para qué la democracia si no hace nada más que expulsarlos a su propia suerte? ¿Por qué a los sirios sí y a otros no? Parece un mal chiste que por cada expulsado no sirio se acoja a un sirio; estafa a la que ACNUR ha negado su colaboración.
España
Las elecciones generales fueron ganadas por el Partido Popular, pero sin mayoría para formar gobierno. Si la nueva derecha de Ciudadanos quisiera, gobernarían juntos. ¿Cómo explicar que, después de cuatro años de avasallamiento popular, la política neoliberal y su destrucción de lo público vuelvan a imponerse en las elecciones? Un partido que ha corrompido todo lo que ha tocado es elegido una vez más por los que fueron perjudicados. “Algo huele a podrido en Dinamarca”, frase todavía más acertada si cambiamos Dinamarca por Democracia. Pero la trampa es aún mayor: si la izquierda pudiera gobernar, sería casi imposible tocar los intereses del poder reinante. Todo está bien atado, como apreciamos en Grecia: el Gobierno de izquierdas no pudo sostener una política diferente a la que impuso Europa y fue masacrado. ¿Para qué sirve la democracia si las decisiones se toman en otra parte?
Desaparecidos
El Comisionado para los Derechos Humanos de Europa -así como el Relator Especial de Naciones Unidas para la Justicia Transicional- llama la atención a España por su inacción con los desaparecidos durante la guerra civil y la dictadura franquista. Reconoce como buena la ley de memoria histórica, pero señala que su aplicación es muy pobre, ya que deja librada la investigación al criterio de los familiares sin ayudarles económicamente. Ningún Gobierno democrático ha demostrado la voluntad política de resolver el problema de los desaparecidos, ni el de los 30.000 niños apropiados. Tal como resalta el informe del Relator, “no puede haber reconciliación y cohesión social perdurable con la impunidad de los autores de desaparición forzada”. A la impunidad de los crímenes se añaden los daños al lazo social, ya que lo no dicho -aquello reprimido- retorna del modo más dañino. Si este acto de memoria, verdad y justicia no lo encara la democracia, ¿quién lo hará?
Argentina
El candidato de los grandes grupos económicos, que supo seducir al pueblo con la mejor melodía, ganó ajustadamente las últimas elecciones. Prometió el final de la confrontación política, el comienzo del diálogo y el consenso, junto con una recuperación de los valores republicanos conculcados por la chusma peronista y una “vuelta a la normalidad”. Hay que señalar también que los propios errores del kirchnerismo favorecieron su derrota. Pero lo más sorprendente es la velocidad con la que el nuevo Gobierno destruye todo lo realizado por el anterior en favor de los sectores más desfavorecidos. Bastaron solamente 100 días para subir un 500% la luz, despedir masivamente empleados públicos, modificar la ley de medios, quitar retenciones al campo y a la minería, retirar límites a las importaciones, proponer un descomunal endeudamiento del país para pagar a los “fondos buitres”, limitar los salarios, reprimir manifestaciones, encarcelar a Milagro Sala, inspeccionar un televisión no adicta, someter a los gobernadores con el dinero, quebrar el bloque opositor, etc.
¿Cómo es posible que doce años de gobierno popular no consiguieran articular diques que impidieran este retroceso? ¿No hay intereses que deberían ser preservados más allá de quien gobierne? Nuevamente la democracia se muestra inoperante. Muchos ya están arrepentidos de lo que votaron. Es tarde.
Brasil
El método descripto por Gene Sharp en De la dictadura a la democracia para derrocar Gobiernos sin dar un golpe de Estado -el golpe blando- viene siendo aplicado en Latinoamérica desde hace tiempo. El último ejemplo es el ataque a Dilma Rousseff. Dicho ataque comenzó por no reconocer el resultado de las elecciones y culmina -luego de movilizaciones constantes, acusaciones variopintas y desacreditación por la manipulación de los medios- en un proceso para conseguir su destitución “democrática”, tal como hicieron en 2009 con Zelaya en Honduras o en 2012 con Lugo en Paraguay. No les basta a los golpistas el giro neoliberal que dio Rousseff a la política económica. Quieren manejar todo y para ello convierten a Brasil en un caos. No conformes, ahora apuntan también a Lula. ¿Cómo actuar cuando el golpe se produce sostenido en una apariencia democrática?
Bruselas
Los atentados de Bruselas, junto con los de París y otros lugares, nos confrontan con una decisión subjetiva que habita a los asesinos, difícilmente simbolizable por los que aman la vida. Conmocionan las imágenes del dolor, de los cuerpos inertes, de la destrucción extensa. Pero hay otra imagen aterradora: la de los tres ejecutores con sus carritos y maletas hacia su destino mortal. Saben lo que va a suceder. Para el resto es sorpresa y terror. Para ellos es una decisión sujeta a una posición inconmovible. Van a morir por su propia mano arrastrando con su cuerpo-bomba el mayor número de muertos posibles. Están tranquilos, cierta tensión en los rostros: ya están muertos y gozan de ello. Algo llama la atención: un guante negro en la mano izquierda donde supuestamente ocultan el detonador. La derecha libre. Esta mano sin guante es el resto de vida que ellos albergan aún, la mano que se puede estrechar con otro, la del lazo. No la usarán para detenerse.
Esta guerra no declarada no permite negociar ni concretar una tregua. No hay espacio para la paz. Las condiciones son inasumibles, pues implican la desaparición de Occidente. Se trata de un “tú o yo” mortal. Las consecuencias de esta lógica son inmediatas: instalación del miedo en la sociedad para conculcar libertades sin conseguir más seguridad y para continuar imponiendo un plan económico que pauperiza a las mayorías y hace más ricos a los ricos. ¿No se puede hacer algo diferente que bombardear sus territorios? Se sabe cómo nació el fenómeno yihadista y quién lo alimenta. Sin embargo, no hay democracia que frene a los proveedores de armas y dinero e instale la política. Parece que lo único a atender es que no traigan la guerra a Europa, que no perturben su excepcionalidad.
Este fracaso de la democracia guarda relación con la estructura subjetiva de los seres humanos más que con el propio sistema. El discurso del capitalismo y la racionalidad neoliberal van como anillo al dedo al juego de las pulsiones, donde la ambición sin freno y el odio del otro encuentran su vía regia de expansión planetaria. La democracia se presenta como el nuevo vehículo -antes lo fueron las dictaduras- para conseguir los actuales fines de dominación. Por ello, habría que hacerle frente a esta pulsión de muerte desencadenada poniendo en juego otra política: la política del inconsciente. Es decir, una política que saque a la luz -que desvele- para modificarla, la articulación existente entre la subjetividad -dominada por la promoción del yo autosuficiente- y la faz mortífera del capitalismo. Una política que finalmente sitúe a la democracia en favor del lazo social. El dilema a transitar es, entonces, si queremos avanzar en el querer saber sobre esto o si, a pesar de las evidencias, preferimos solamente insistir en la ficción de que es posible un cambio.
Existen pocas esperanzas de que la razón ilustrada sea capaz de desarrollar una nueva racionalidad no neoliberal. La ausencia de límite dentro del capitalismo -sistema orientado al goce sin freno y que rechaza el amor- tiene consecuencias: un desencadenamiento de lo mortífero verificable en muchos niveles. Veámoslo.
Refugiados