Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.
Pablo Iglesias y la feminización de la política
En un acto de la campaña electoral en la Facultad de Economía de La Coruña, realizado el 16 de diciembre de 2015, Pablo Iglesias propuso llevar a la política el estilo femenino de hacer en el mundo. Esto ha sorprendido gratamente a todos los que piensan que solo dicha feminización podría llevar a buen puerto un proyecto emancipatorio. Mariano Rajoy y Pedro Sánchez encarnaron en un bronco debate televisivo a dos la crispación de lo masculino ante la cual Iglesias propone para la política un “estilo mujer”, entendido éste como una actitud y un tono que a la vez que escucha al rival es capaz de mantener una extraordinaria firmeza, tal como lo muestran las madres cuando defienden a sus hijos.
En esta modalidad, una mezcla de otra calidad de escucha, de serenidad, de reflexión y convicción en la defensa de las ideas, estarían dificultadas las componendas en contra de los intereses por los cuales los representantes políticos han sido elegidos. El cambio en la actitud dejaría fuera el debate crispado, narcisista y finalmente autocomplaciente en el que el político se muestra encantado de haberse conocido. Y no sólo el debate sino el conjunto del accionar político quedarían impregnados por lo femenino.
Es de destacar que esta propuesta para la política no toma en cuenta la diferencia sexual anatómica ya que incluye tanto a hombres como a mujeres dentro de los habilitados para desarrollarla. No es imprescindible tener una anatomía de mujer o decirse mujer para implementar un estilo femenino en la política, ni esto quiere decir que el político hombre tenga que convertirse en mujer o adoptar los semblantes femeninos para poder hacer otro tipo de política. A su vez, ni la anatomía de mujer ni el género garantizan que un sujeto se inscriba en lo que Pablo Iglesias llama el “estilo mujer”. En este concepto que trasciende anatomía y género lo que está en juego es otra cosa: se trata de la relación con la palabra, con las identificaciones y con el goce, distinta según se esté del lado mujer o del lado hombre de los seres parlantes, sexuados y mortales.
Jacques Lacan propuso la existencia de dos lógicas diferentes tanto para el hombre como para la mujer, según las cuales se ordenan los seres humanos. Una lógica del todo y la excepción del lado hombre y una lógica del no-todo del lado mujer.
En el lado hombre su adscripción férrea a las reglas del lenguaje y su vocación por los universales, unido a su devoción por la ley del padre, marcan un estilo. Esto lleva con mucha facilidad a los fenómenos de masa y al sometimiento voluntario al padre-líder de turno a causa de los conocidos fenómenos identificatorios que tan bien utiliza la política para conseguir adhesiones y votos. Por otra parte, son conocidos los fenómenos de agresividad que se despiertan cuando los efectos de grupo se hacen presentes y para lo cual no es necesario más que dos personas. Es una lógica de la cual es conveniente apartarse si se quiere pensar y vivir de una manera más lúcida.
En el lado mujer encontramos que las mujeres también se adscriben a la lógica masculina pero “no del todo”. Se ubican en un espacio por fuera de los universales, lo cual les impide hacer grupo ya que ellas -al revés que los hombres que se cuentan como un todo- se cuentan de una en una. Por eso los fenómenos de masas basados en la identificación están dificultados en las mujeres y por eso, al cuestionar por su posición subjetiva los grandes ideales y los grandes proyectos, pueden priorizar la defensa de un hijo antes que la de la revolución. Es una lógica que -aunque inscripta en las leyes del lenguaje- apunta a un más allá del mismo, es decir a la zona de la existencia donde las palabras no alcanzan a dar un sentido claro a aquello que conmueve y angustia, siendo este el punto a partir del cual puede surgir la poesía y la creación.
Si del lado masculino hay un “sé” inicial que cierra el mundo, del lado femenino se instala desde el principio un “no sé” radical. Es este “no sé” el que, entre otras cosas, puede hacer abandonar a la política cualquier idea teleológica y cualquier convicción de que existiría una clase predestinada en la tarea de la emancipación. Lo femenino instala la falta de certezas y la posibilidad de lo verdaderamente nuevo en la política: incluir la singularidad subjetiva oponiéndose a los fenómenos de masas.
Dicha cuestión engarza con la necesidad de la construcción de un nuevo estilo de identificaciones en la política, identificaciones más ligeras, sean a un líder o a una idea, que no capturen al sujeto en una identidad petrificada. Este ligereza devolvería a los ciudadanos la posibilidad de pensar, cuestión que no siempre estos quieren, ya que muchas veces deciden entregar su voz al amo de turno.
Por todo lo expuesto, la propuesta de Pablo Iglesias es absolutamente subversiva ya que abre el camino a una nueva manera de hacer política. Interesaría que fuera considerada y valorada por todos aquellos partidos políticos que se propongan trabajar para la emancipación del pueblo. Es de suma importancia el propiciar un debate para profundizar en la misma y pensar por qué nuevas vías sería posible su concreción. Una concreción que desde luego mantendría la tensión de lo siempre inacabado.
Además de clarificar un camino factible de recorrer para una transformación política y social esta propuesta de feminización implicaría el inicio de una emancipación singular de cada sujeto, en tanto que se aligerarían las identificaciones y que se podría desplegar el campo de la creación en el uno por uno. Es la posibilidad de construir un proyecto en común sin que esto tenga como consecuencia la alienación del sujeto en la masa -donde queda velado lo singular de cada uno- ni la transformación en un individualismo de masas, según anhela la ideología neoliberal como modelo productor de subjetividad. No hay emancipación posible si lo singular, -nuestro propio síntoma, que es la forma fértil de hacer lazo con el mundo- no encuentra en el proyecto emancipatorio las vías para expresarse. Solo el “estilo mujer” puede posibilitarlo.
En un acto de la campaña electoral en la Facultad de Economía de La Coruña, realizado el 16 de diciembre de 2015, Pablo Iglesias propuso llevar a la política el estilo femenino de hacer en el mundo. Esto ha sorprendido gratamente a todos los que piensan que solo dicha feminización podría llevar a buen puerto un proyecto emancipatorio. Mariano Rajoy y Pedro Sánchez encarnaron en un bronco debate televisivo a dos la crispación de lo masculino ante la cual Iglesias propone para la política un “estilo mujer”, entendido éste como una actitud y un tono que a la vez que escucha al rival es capaz de mantener una extraordinaria firmeza, tal como lo muestran las madres cuando defienden a sus hijos.
En esta modalidad, una mezcla de otra calidad de escucha, de serenidad, de reflexión y convicción en la defensa de las ideas, estarían dificultadas las componendas en contra de los intereses por los cuales los representantes políticos han sido elegidos. El cambio en la actitud dejaría fuera el debate crispado, narcisista y finalmente autocomplaciente en el que el político se muestra encantado de haberse conocido. Y no sólo el debate sino el conjunto del accionar político quedarían impregnados por lo femenino.