El reguetón lo ha reventado / Rebelión caribeña que arrasa el planeta / Ritmo del reggae con rastros de rap / ¡Al mundo de culo pone a perrear!
Buscaba rimas en las frases de arriba cuando sentí una vibración por to el body. [r~r~r~r] Era como si una furgoneta se hubiera puesto en marcha. [r~r~r~r] Pero ¡qué furgo y qué carajo! ¡Si estaba recostada en una silla ramplona del recibidor! [r~r~r~r] El traqueteo me estaba enrabiando cuando de repente… ¡la R! ¡La R que revolotea por las palabras del reguetón! ¡La responsable era la R!
Rápido lo entendí. Si quería erradicar mis resquemores sobre el reguetón, tenía que rastrear hasta el último rincón de la R. Me puse a ello y no solo vi información relevante y reveladora, ¡hasta di un respingo! Porque descubrí que el reguetón es el grito de la rabia. Es música creada por gente ninguneada, que hizo un remix del reggae de Jamaica y el rap de Puerto Rico para expresar su irritación. Lo leí en un artículo de un académico de la Lengua de Puerto Rico, Gervasio Luis García, que decía que la jerga áspera callejera del reguetón era la respuesta a la violencia de ese país en los años noventa.
Me adentré después por los recovecos de la palabra reguetón guiada por las investigaciones de otra académica puertorriqueña. Sherwood Droz había averiguado que “el tón es la manifestación lingüística de la necesidad de ponerle fuerza al reggae. El ón es un sufijo aumentativo, intensivo y expresivo que forma sustantivo de acción o efecto, que suele denotar algo repetitivo o violento. Y la t le dio contundencia”. ¡Vaya si se la dio! Porque la t es la letra perfecta para pegarle un topetazo a alguien.
Pero aún me faltaban referencias. Necesitaba una voz que respaldara lo que había leído y entonces reparé en el reconocidísimo repentista Alexis Díaz-Pimienta. ¡Quizás él tuviera respuestas! (Aunque, ¡rediós bendito!, ¿cómo podía ser que no hubiera rastro de la R en su nombre y apellido?).
Le escribí por WhatsApp y ¡rayos, qué sorpresa! ¡El tema le interesa! Abrí una videollamada porque él vive en La Habana, y cuando allí era madrugada y aquí mañana entrada, arrancamos a hablar del reguetón y de la rima, y de esa idea errada de enfrentar letra y matemática. Porque… por mucho que digan que si los logaritmos neperianos y el cálculo infinitesimal, ¡JA!, lo mejor de la aritmética es la métrica poética.
—La preguntadora: Alexis, vaya la que nos traemos con el reguetón. Cuánto gesto torcido ponen muchas personas leídas y maduritas cuando oyen hablar de esta música. Lo más común es el desconocimiento y el desprecio (dos conceptos, por cierto, que casi siempre van juntos). Pero tú, como repentista y estudioso del lenguaje, te has propuesto hacer una lectura inteligente de una música que se ha convertido en la banda sonora mundial de la actualidad. Y eso… alguna razón tendrá.
—El respondiente: Sí, dirijo una academia online de artes orales e improvisación. Estudiamos el repentismo, el rap, el flamenco, los audiolibros, la narración oral escénica…, y tenemos profesores de la altura de Jorge Drexler, Juanes, Javier Ruibal y lo más granado de la canción iberoamericana.
Al reguetón se le pueden criticar muchas cosas, pero ha conseguido que el español se oiga en todo el mundo, y esto no se le aplaude
La voz de Alexis irradiaba su ambición de conocer cualquier nueva expresión oral que surgiera en el mundo y esto lo obligaba a explorar la música actual. “El género urbano me interesa mucho como fenómeno social. Jorge Drexler y yo hemos hablado mucho del tema y somos de la idea de que no se puede tener un clasismo musical respecto a fenómenos que abarcan a muchos millones de personas”.
Esa cifra nos debería hacer pensar que es difícil que tantos millones de personas sean tontas de remate o idiotas irreparables. Pero es que, además, al idioma le va genial. “Es una música que ha puesto el español de moda en los países no hispanohablantes. Nunca se había escuchado tanta música en español. No lo logró la salsa, ni la canción de autor, ni el repentismo, ni la balada, ni el bolero. Al reguetón se le pueden criticar muchas cosas, pero ha conseguido que el español se oiga en todo el mundo y esto no se le aplaude”.
Alexis renegaba del desprecio al reguetón y lo que quería era entenderlo mejor. “Vamos a lanzar un curso que se llama Reguetón inteligente y la recepción ha sido muy buena. El nombre es un oxímoron aposta para llamar la atención. Queremos analizar las letras de las canciones desde una mirada lingüística, filológica, científica… y también haremos un acercamiento musical. Pero a mí lo que me interesa es el léxico y la comunicación oral”.
El repentista cubano me dijo que tiene la intención de plantear el curso desde esta propuesta: “¿Qué podemos aportar los músicos y los poetas cuando soltamos la toga del prejuicio?”. Es lo que voceó Jorge Drexler cuando arrasó en los Grammy Latinos de 2018: ¡Viva Pessoa, viva Borges, viva el reguetón!
Porque no aporta nada nuevo mirar lo popular con nariz respingona. “Este desprecio de los intelectuales por la forma de divertirse de una mayoría de personas ya pasó con la zarabanda africana, con la lambada brasileña en los años noventa… Hasta con el danzón cubano, que es un baile superinocuo, y estuvo prohibido en los años cincuenta porque decían que las pelvis de los bailadores se acercaban demasiado”.
¡Y con el twist! ¡Cómo lo odiaba el franquismo! Los guardianes del régimen publicaban en los periódicos que ese baile fatal dislocaba las rodillas. Pero volvamos a la conversación… porque Alexis seguía en el lado de allá de la llamada de ultramar.
El repentismo ha sido olvidado por las historias oficiales y por los poderes fácticos de la cultura. Es un arte arrinconado por muchos prejuicios
—La preguntadora: Millones de personas aman el freestyle y las batallas de gallos. Llenan estadios para ver a raperos que luchan improvisando versos en vez de liarse a golpes. Imagino que en algún lugar tiene que encontrarse con el repentismo.
—El respondiente: El repentismo ha existido en todas las culturas y en todas las lenguas. Es un fenómeno humano. La improvisación tuvo un momento de esplendor en el siglo XIX y, aunque era minoritario, era muy fuerte. Te pongo dos ejemplos.
¡Y qué sorpresa, morena! ¡Que era gente de aquí cerca! Alexis me habló de un murciano, José María Marín, y un almeriense, José María Castillo. “Troveros que recorrían los campos de Andalucía y llenaban teatros a finales del siglo XIX”. ¡Hey! ¡Yeah!
Alexis había agarrado la pregunta por las raíces remotas del repentismo y avanzaba por ese recorrido temporal. “Esto también ocurría en América Latina y duró hasta la década de 1950. Para que te hagas una idea, en 1955, los decimistas cubanos más importantes, el Indio Naborí y Ángel Valiente, llenaron un estadio de fútbol en La Habana con miles de personas que fueron a escuchar improvisación. Esos fenómenos de masas ocurrían, aunque la prensa no los reflejaba. ¡Siempre en la cuneta de la cultura oficial! Porque, lamentablemente, el repentismo ha sido olvidado por las historias oficiales y por los poderes fácticos de la cultura. Es un arte arrinconado por muchos prejuicios”. Hagamos un recuento:
—Prejuicio 1: la prepotencia de la letra impresa. âï¸
“El prejuicio escritural contra las artes orales”.
—Prejuicio 2: el desprecio de lo pasajero. ðª
“Si la oralidad está todavía poco y malamente estudiada, imagínate la oralidad de un arte efímero, como el repentismo, que se lo lleva el viento y que, cuando no había soportes de grabación, no quedaba nada”.
—Prejuicio 3: el desinterés de la Academia y la prensa. ð«ð°
“Los académicos no le prestaron atención por el carácter rural de los cultivadores de este arte y esto lo apartó del foco de atención de la cultura universal”.
El alma del 'freestyle' y del repentismo tradicional es traducir a formas métricas el discurso que los hablantes hacen en prosa
El asunto estaba rozando la fibra repentista de Alexis y eso le arrancó una R de realce: “El repentismo ha estado, repito, en las cunetas de la historia cultural”. Pero como, pese a todo, ha resistido, hoy “es un arte de supervivencia”. Y aquí está porque “hablar con música, expresarse en verso… es una necesidad inveterada del ser humano”.
En ese momento, rebobinamos la cinta de nuestra historia común, él cubano, yo española, y fuimos a parar a la guerra de Independencia de Cuba. Alexis me contó que los grandes generales tenían un repentista para animar a las tropas con versos. “¡En la guerra cuerpo a cuerpo! Imagínate la estampa en lenguaje cinematográfico. Hombres heridos, sangrantes, recostados en hamacas y con una guitarra en el pecho improvisando versos para subir la moral. Esto nos da la dimensión de un arte que ha acompañado a la humanidad, aunque fuera desde los márgenes”.
De las raíces del repentismo, rodando un rato por recodos de la rima, arribamos al freestyle. Habíamos recorrido varios siglos en pocos párrafos porque Alexis habla rápido y piensa raudo. El repentismo lo tiene bien entrenado y deja por los suelos el tópico de que los caribeños hablan despacio y los españoles a to trapo. En esta conversación, él es la liebre, y yo, la tortuga. Y a esa velocidad llegamos al punto inicial.
—El respondiente: En los años sesenta y setenta, surge un movimiento de música urbana que va a poner las bases del freestyle: el hip hop. Estos cantantes rescatan de forma casi accidental la comunicación espontánea entre los músicos. Empiezan a hacer actuaciones de relleno mientras los técnicos cambian los micrófonos de los grandes espectáculos del pop y ahí se ponen a soltar versos y tirarse pullas.
¡Tirarse pullas! Hacía mucho que no oía esa expresión tan común de la jerga macarrita de finales del XX, porque lo que se oye desde hace años es tirar un beef. Y mi sorpresa fue que este dicho era más antiguo de lo que pensaba. ¡Era de nuestros ancestros remotos! “Tirarse pullas es una tradición medieval. Así lo llamaban en la España de los siglos XII y XIII. Caro Baroja decía que es una de las tradiciones más hispánicas que hayan existido nunca. Y esos tipos del hip hop de los años sesenta van incorporando a su movimiento dialogar y, sobre todo, ofenderse en versos”.
El hip hop prendió en Estados Unidos y, en paralelo, en otros países renació la improvisación musical (que era un fenómeno medieval) de la mano de la música aleatoria y el jazz. En Cuba la radio dio mucha difusión al repentismo y en los años cincuenta fue el remate. Entró en la televisión y “por primera vez los repentistas tuvieron cara”. Fue en un programa llamado El guateque de Apolonio y desde entonces “el repentismo televisado no se ha interrumpido nunca en Cuba. Lleva 64 años en el aire”.
Ahí estaban, freestyle por aquí, repentismo por allá, hasta la actualidad, que por fin se han encontrado. “¿Y por qué ahora pueden dialogar?”, preguntó Alexis de forma retórica. “Porque la esencia de ambas artes es la misma improvisación de versos. Lo que cambia es la métrica, la estrofa, el ritmo. Pero el alma del freestyle y del repentismo tradicional es traducir a formas métricas el discurso que los hablantes hacen en prosa”.
Alexis reparó entonces en que no solo estamos en deuda con el reguetón por poner al mundo a escuchar español. También lo estamos con el freestyle, porque “está colonizando a millones de jóvenes con la poesía. Nunca se ha hablado de poesía más que ahora y eso se lo debemos a los poetas orales, no a los escritores. Y los escritores deberíamos estar agradecidos”.
Al escuchar a Alexis, recordé la letra del reguetón Tutu, de Camilo y Pedro Capó, que dice:
Ay, yo no sé de poesía
Ni de filosofía
Solo sé que tu vida
Yo la quiero en la mía ðµ
Entonces caí en la cuenta de que siempre que oigo rimas, imagino números y siento melodías. Quizá por eso es tan poderoso el verso. Porque es un fluir de cifras, letras y corcheas. Y ahí llegó el momento de calzarle a Alexis más signos de interrogación.
La rima dejó de estar de moda por la escritura. Los escritores del siglo XX se alejaron de la voz y la oralidad por ese sesgo clasista de que las artes orales eran del vulgo
—La preguntadora: ¿Cuánta matemática tiene el repentismo?
—El respondiente: La improvisación sobre todo es matemática. Nos han enseñado a ver la matemática y la lingüística en compartimentos estancos. Pero hay un punto de contacto entre matemática y lenguaje: la improvisación. Porque un repentista es un señor que tiene la capacidad de organizar su discurso en 80 sílabas, ni una más ni una menos. Eso es una décima. Pero si eres un repentista de Medellín, tienes 32, porque improvisas cuartetas. El número silábico, lo que yo llamo el espacio silábico (que es algo que nunca se ha contemplado en los estudios filológicos), determina incluso qué tipo de vocabulario va a usar un poeta repentista.
El improvisador hace cálculos matemáticos cuando busca sus palabras. Porque muchas descuadran y destrozan el compás. “Para que tengas una idea, Mar, un repentista no puede darse el lujo de usar palabras hexasílabas, heptasílabas, y tiene que coger con lupa las tetrasílabas”. Porque en un espacio para ocho sílabas, donde hay que utilizar artículos, preposiciones, conjunciones y otros elementos de enlace, no queda mucho espacio para voces largas.
El repentista debe conocer ciertas fórmulas alquímicas de las palabras:
âï¸ “Tiene que moverse entre palabras bisílabas, trisílabas o tetrasílabas”.
â “No puede usar palabras que no tengan rima consonante al final de sus versos. Por lo tanto, las antiguas palabras fénix (las llamadas rimas disonantes) son palabras prácticamente prohibidas para un improvisador”.
âï¸ “Tiene que saber qué es el hipérbaton para poder darle la vuelta al verso y que una palabra que no rima no caiga al final”.
â“Hay que tener a mano vocablos no funcionales para que rimen o completen metódicamente un verso”.
Y lo imponente es que muchos campesinos cubanos aprenden solos, de forma intuitiva, las directrices que los grandes retóricos de la Antigüedad enseñaban en sus tratados hace más de 20 siglos. Pero es que, además, ¡esa riqueza cultural es gimnasia cerebral! “El repentismo es un ejercicio de matemática lingüística tremendamente poderoso y hace que un improvisador aumente exponencialmente su capacidad léxica”.
En ese momento me vino el roe roe de que la R es una letra que se mueve como un roedor. Rueda, recorre, resbala… y cuando se desdobla, echa a correr, sube al cerro, empuja el carro… Entonces rescaté la greguería de Ramón Gómez de la Serna que dice que “RRRRRRR” es la imagen y el sonido de “un regimiento en marcha” y utilicé su paso para cambiar de tercio. Dejamos la aritmética lingüística y emprendimos rumbo hacia la partitura léxica.
—La preguntadora: ¿La rima es música?
—El respondiente: No existe ningún fenómeno de improvisación en verso libre. Toda improvisación es métrica. Y tampoco existe ninguna manifestación de improvisación sin rimas. La métrica y la rima son condición obligatoria para el repentismo, con excepción de algunas cancioncillas del siglo XIX, en el alto Volga, en África. Y la musicalidad es inherente al uso de rimas y al uso de la métrica.
Y, al igual que la música, la rima tiene sus cadencias. “El tempo enunciativo de una octava italiana es mucho más lento porque tiene más sílabas. El ritmo de la décima, que tiene 80 sílabas repartidas en versos octosílabos, es mucho más lento que el ritmo de la quintilla, que tiene cinco versos. Sin embargo, cuando cambiamos de género, la paya chilena, que es décima, es mucho más lenta que el repentismo cubano y el repentismo cubano es mucho más lento que el panameño. Porque la música, la entonación y la forma de cantar varían, y eso hace que el tiempo de enunciación varíe también. Todo eso son aspectos musicales”.
Y… ¡ranranran rataplán! Llegó el momento del redoble de tambores. “He dejado la rima para el final porque es mi especialidad y es lo que más he estudiado”. ¡Al ruedo! “La rima ha sido denostada por los poetas contemporáneos a partir del sentimiento del verso libre. Yo siempre pongo como ejemplo a Unamuno. Cuando el filósofo era joven, renunció a la rima porque decía que la poesía no debía tener artificios. Pero ese Unamuno de la primera etapa cambió radicalmente cuando leyó a Leopardi. Este poeta italiano decía que la rima tiene una fuerza generatriz indisimulable. Borges decía que un diccionario de la rima es una máquina de pensar, porque una rima lleva a otra rima y esa rima a otra rima... Que, por cierto —se interrumpe—, estoy haciendo mi diccionario de la rima y se llama así: La máquina de pensar”.
Ese surgir y brotar que es la rima puede describirse también en palabras del poeta cubano Lezama Lima: “Aquí llegamos, aquí no veníamos —recitó Alexis—. Eso es el repentismo. Tú llegas a lugares lingüísticos, a frases, a metáforas, a donde no ibas. Y ese camino insospechado lo abre la rima, porque una palabra te lleva a otro lugar que no estaba en el camino, pero atraído por la rima, el poeta llega ahí. Todo esto es música, pero también es discurso”.
Y de nuevo Alexis echó la vista al pasado para explicar el presente con perspectiva. “La rima dejó de estar de moda por la escritura. Los escritores del siglo XX se alejaron de la voz y la oralidad por ese sesgo clasista de que las artes orales eran del vulgo, de la gente de pueblo. Es lo contrario a lo que hicieron Lope de Vega y Calderón, que se acercaron a las formas de hablar de los campesinos para reproducirlo en sus obras de teatro y ahí nace esa maravilla que es el Siglo de Oro español. Lo contrario a lo que hizo la generación del 27, cuando Lorca, con el Romancero gitano, revisita a Góngora y vuelve a hacer la misma operación”.
Pero el siglo XXI ha rotado en lo literario. “Ha rescatado los valores de la oralidad y la musicalidad de la lengua. Ha rescatado la poesía rimada, el soneto, la décima, y el neobarroco empieza a abrirse camino en América Latina y en España”.
Alexis lo veía de cajón. No es difícil que la rima vuelva porque es humana. Rotundamente humana. “El cerebro del hablante necesita estímulos y la rima estimula. Es como un caramelo fónico. La equivalencia fonológica agradable hace que, sin darte cuenta, sonrías. Cada vez que se abre un verso, se abre una previsión, y cada vez que hay una rima, te emocionas porque se cierra un ciclo. Hay una expectativa lingüística, musical, métrica, que se cumple y eso genera placer”.
¡Qué armonía! Poeta y oyente, en sintonía. ¡Eso hace la rima! Unidos por sonidos. “No es un oyente pasivo —recalcó Alexis—. Es el coautor del poema. De manera que, cuando tú sientes que el poeta completó la décima con una métrica perfecta y con una rima que tú esperabas, aplaudes porque, en cierta manera, estabas colaborando desde tu recepción activa. Esto ha hecho que haya vuelto el interés del público. Por el placer que genera, mucho más allá de lo semántico. El placer a partir de lo métrico, lo fonológico y lo musical”.
Y yo seguía erre que erre. No había forma de que la R me saliera de la cabeza. Porque es la letra de la rima, del ritmo, del reguetón, del rap, del rock, del rhythm and blues… Tenía ya que despedirme… pero ¡válgame el señor, que me dio el arrebato!
El cerebro del hablante necesita estímulos y la rima estimula. Es como un caramelo fónico. La equivalencia fonológica agradable hace que, sin darte cuenta, sonrías
—La preguntadora: ¡La R! La R de repentismo, de rima, de ritmo. Alexis, háblame de la R.
—El respondiente: La R de retórica… Uno de los aspectos menos estudiados de la improvisación y de las artes orales tiene que ver con la fonología. Por ejemplo, uno de los recursos literarios que más recomiendo es la repetición de un fonema en el mismo verso para transmitir sensaciones. No es lo mismo el fonema /f/ que el fonema /r/. El sonido [f] transmite suavidad, ligereza, rapidez, y el sonido [r] transmite aspereza, dureza, rigidez. Si tú quieres hacer un discurso de denuncia social o rabia, la [r] debe ser la protagonista, porque transmite esa aspereza. Los poetas cubanos la utilizan mucho.
La R es guerrera y eso nos arrebata. “Es una cosa curiosísima, porque precisamente la controversia que más aplaude el público es la controversia urticante. El enfrentamiento verbal en el que yo soy mejor que tú y te voy a destrozar. La R es la protagonista de esa rudeza y ese enfrentamiento ludicoteatral”.
Seguimos un rato R arriba, R abajo, y Alexis soltó con su tremenda rapidez: “¡Incluso el ripio empieza por R!”. El pobre ripio, tan desdeñado hasta por el diccionario, que lo describe como “palabra superflua para completar un verso o de lograr la rima fácilmente y que degrada la calidad del poema”.
Quizá fuera porque, en geometría, la R representa el radio de la circunferencia, que Alexis respondía en forma de radios de rueda. De una sola pregunta partían muchas ideas. Eran respuestas en ramillete. Y ahí lanzaba otra: “Yo le digo a mis alumnos que ninguna palabra que llegue a la mente de un improvisador llega de manera fortuita” y eso lo explicaba siempre con un concepto acuñado por él: gravitación léxica. “Una palabra ejerce una fuerza de gravitación léxica sobre otras palabras”.
Al momento lo entendí porque ese concepto es casi un dibujo. Imaginaba cientos de palabras dando vueltas alrededor de otra. “Esto parte de Gianni Rodari y su teoría de la china en el estanque. Rodari decía que, cuando una palabra cae en el cerebro del hablante, genera ondas concéntricas que atraen a otras palabras. Eso es real. Y en el repentismo es más real que nunca. Porque cuando yo estoy improvisando con otro poeta, estoy oyendo lo que él me dice, y cada una de sus palabras lleva a mi cerebro a otras palabras. Y la primera atracción es fonológica, es el sonido. Si está utilizando /f/, es muy raro que logres escaparte de esa letra, porque es un fonema con mucha atracción. Y la /r/ es otro de los fonemas con más atracción de la lengua española”.
Y aunque teníamos un océano por medio, y bastaba pulsar un [Fin de la llamada] para terminar, ahí nos quedamos gravitando en la R… “R de rápido. También de rapidez. Que una de las reglas del repentismo es la rapidez. Rima, retórica…” ðððð