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Alfonso Sastre, último bastión ideológico del teatro español del siglo XX

Alfonso Sastre en un curso de verano de la Universidad Complutense de Madrid, en 1990

Pablo Caruana Húder

17 de septiembre de 2021 22:15 h

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El diez de octubre de 1950 Alfonso Sastre, con 24 años, publicó el Manifiesto del TAS (Teatro de Agitación Social) junto con José María Quinto. Manifiesto que comenzaba diciendo: “Concebimos el teatro como un 'arte social', en dos sentidos. a) Porque el Teatro no se puede reducir a la contemplación estética de una minoría refinada. El Teatro lleva en su sangre la existencia de una gran proyección social. b) Porque esta proyección social del Teatro no puede ser ya meramente artística”.

Comenzaba así un nuevo teatro que reclamaba su vinculación con el simbolismo y la experimentación de las vanguardias de principios de siglo y renegaba del teatro burgués y acomodaticio del franquismo. Un teatro de tintes simbolistas que pronto se volvería más realista, más político, más radical. Comenzaba así una de las carreras teatrales más relevantes del siglo pasado.

Los comienzos en los años cincuenta de Alfonso Sastre no fueron fáciles. Sus obras sufren una y otra vez la censura del franquismo. El estreno en 1953 de Escuadra hacia la muerte del Teatro Popular Universitario dirigido por Gustavo Pérez Puig fue un considerable éxito. Pero a la tercera representación la obra fue censurada, el teatro cerrado. Esta obra, una de las grandes del autor, sería representada numerosas veces en democracia.

Al año siguiente, en 1954, sus obras Prólogo patético y El pan de todos (que estrenaría tres años más tarde, en 1956, en el Teatro Windsor de Barcelona) también fueron censuradas. Duros años de franquismo que con el “aperturismo” de los sesenta apenas fueron dejando resquicios para poder estrenar. El arranque en el Windsor sería fundamental para el teatro de Sastre, la obra estaba dirigida por un joven director, Adolfo Marsillach. Director que conseguiría estrenar en el Teatro Lara de Madrid su obra La cornada en 1960 y abrir así el espacio de posibilidades capitalinas al autor. Al año siguiente, en el desaparecido Teatro de Recoletos de Madrid, estrenó bajo dirección de Juan Antonio Bardem la obra En la red. Su ideologización en esta época va fraguándose, ya en 1963 Sastre ingresaría en el Partido Comunista de España. Fueron los tiempos de enconadas polémicas con Buero Vallejo en las que mientras este defendía un teatro “posibilista” que pudiese entender el público y salvase el escollo de la censura, Sastre optaba por un arte escénico que rompiera con el franquismo, un teatro tanto artística como políticamente mucho más radical.

Justo ahora me estaba acordando de Alfonso, la obra que estreno mañana son un poco mis memorias y ¡claro! hablo de él

Juan Margallo dramaturgo

En el año 65, el grupo independiente Bululú de Antonio Malonda estrena una de sus grandes obras, Guillermo Tell tiene los ojos tristes. Esta relación con el teatro independiente sería vital para la obra de Sastre. Esta no será solo autoral: en 1968 Marsillach tendría uno de sus grandes éxitos con la adaptación que hizo Sastre de Marat Sade de Peter Weiss, demostrando así también el olfato y sabiduría de Sastre para representar el teatro épico europeo. Ya en 1977, después de que su mujer Eva Forest fuera detenida por haber colaborado en el atentado de la calle del Correo de ETA, y él mismo fuera detenido y encarcelado durante ocho meses, Juan Margallo, con su compañía El Búho, estrena La sangre y la ceniza, Miguel Servet, obra con la que giraron por toda Latinoamérica.

Ensayando le pilla a Juan Margallo, histórico actor y director de teatro, la noticia de la muerte de Sastre. Margallo, uno de los grandes artífices del teatro independiente español de los años setenta, pues estrena este sábado 18 de septiembre en la Sala Mirador de Madrid Hasta que el alzheimer me devore (basada en su libro Vivir del aire). Después de un exabrupto y una maldición al enterarse de la noticia, Margallo comenta a este diario: “No es broma, justo ahora me estaba acordando de Alfonso, la obra que estreno mañana son un poco mis memorias y ¡claro! hablo de él”, explica este director extremeño que, al conocer la noticia, decidió que la primera función de su nuevo montaje estaría dedicada a Sastre. “Él fue el precursor y el antecedente del teatro independiente en España, antes que nosotros ya había montado con el teatro universitario o creado una cooperativa teatral en frente al Café Gijón. El teatro independiente era un teatro basado en tres presupuestos: su estructura era la cooperativa, debía ser independiente del poder y su teatro debía ser social. Sus textos eran perfectos para nuestro teatro”, afirma Margallo. “En el año 77 montamos La sangre y la ceniza con un equipo maravilloso, Petra Martínez, Santiago Ramos, Gerardo Vera… y en el estreno en Barcelona, en La Villaroel, nos pusieron una bomba, una bomba que además explotó justo junto a los camerinos, yo había pasado por ahí dos minutos antes. De todos modos, hicimos la función”, recuerda Margallo que dos años más tarde, en 1979, ya con la compañía El Gallo Vallecano, estrenó otra obra de Sastre: Ahola no es de leil.

Ahora mucha pena, mucho lloro, pero quería hacer un llamamiento para que los escenarios se atrevan a levantar montajes de una de las dramaturgias más importantes de nuestro país

Guillermo Heras Presidente de la Asociación de Directores de Teatros

Fueron estos años en los que Sastre se distancia del eurocomunismo del PCE de Santiago Carrillo, partido que abandona. Poco a poco, va afianzándose en posiciones del nacionalismo vasco abertzale. “En los ochenta presenté su obra El camarada oscuro al Centro Dramático Nacional, una obra dura sobre la izquierda comunista de este país, lógicamente la rechazaron”, comenta Margallo señalando una deriva del teatro español para con la producción de Sastre: cada vez se le estrena menos, cada vez es más apartado. “La profesión teatral lo arrinconó, no valía para la democracia…”, recuerda amargamente Guillermo Heras, Presidente de la Asociación de Directores de Teatros que también ha recordado cómo sus dos primeras incursiones como actor en un teatro amateur de barrio fueron con obras de Alfonso Sastre.

“Es una pena, seguramente mucha gente hoy no sepa quién es Alfonso Sastre porque vivimos en un país que quema su propia memoria. Dramaturgos como él o Francisco Nieva en cualquier otro país de Europa serían puro repertorio y estaríamos viendo montajes actuales sobre sus obras, montajes vivos y polémicos. Si es que hoy en día ya no hay ni debates como el de Buero y Sastre sobre el posibilismo, hoy solo existe el santo mercado”, razona. “Ahora mucha pena, mucho lloro, pero quería hacer un llamamiento desde aquí para que los escenarios públicos y también privados se atrevan a levantar montajes de una de las dramaturgias más importantes de nuestro país, una dramaturgia complicada pero con mucha fuerza que hoy en día, con las nuevas posibilidades de la escena y con los nuevos lenguajes híbridos, podría renovarse, volver a estar viva y enseñarnos”, razona Heras, director español también partícipe del teatro independiente desde Tábano, compañía en la que se relacionó estrechamente con Sastre.

Ante la pregunta sobre si Alfonso Sastre ha sido bien montado en España, Heras duda, manifiesta no haber visto los montajes de los años 50 y 60, pero afirma: “Creo que con Juan Margallo se entendía de maravilla, aquellos montajes estuvieron muy bien. Y ya en los noventa, en el 94, una compañía vasca, Eolo Teatro, hizo un muy interesante montaje sobre su obra ¿Dónde estás, Ulaume, dónde estás?”.

En su último tramo se aisló, fue una pena pues era un hombre que tenía mucho que decir, en un momento de confusión como este Alfonso era la claridad

Ignacio Amestoy Dramaturgo

Ya en su exilio guipuzcoano, Sastre siguió escribiendo obras de teatro y ensayo. “Lo que me parece más importante de Alfonso Sastre es su capacidad de transversalidad, es uno de los grandes teóricos del teatro, muy buen poeta y gran dramaturgo. Además, impulsó una editorial como Hiru que ahora que estoy mirando mi biblioteca veo que está llena de sus libros”, afirma Heras sobre esta editorial vasca que introdujo en España los textos de Heiner Müller, Pier Paolo Pasolini, Georg Büchner, Thomas Bernhard o Peter Weiss.

“Acabo de recibir la noticia”, afirma, visiblemente afectado, Ignacio Amestoy, conocido dramaturgo vizcaíno, “en los últimos años tuve relación estrecha con Alfonso, nos veíamos en el País Vasco y hablábamos de la situación del País Vasco, reflexionando sobre lo que ha pasado en los dos últimos decenios. En su último tramo se aisló, fue una pena pues era un hombre que tenía mucho que decir, en un momento de confusión como este Alfonso era la claridad. Además de un gran autor de teatro, fue el gran resistente en el teatro en España durante el franquismo, hemos perdido un hombre que una gran capacidad de análisis y reflexión”. Margallo, a su vez, coincide: “Sus libros Drama y sociedad o Anatomía del realismo para mí son fundamentales. Es el gran teórico del teatro del siglo XX junto a Pepe Monleón. Pero realmente lo que más destacaría de él es su mantenimiento, la firmeza de su posición durante toda la vida tratando siempre de estar con el pueblo y la Revolución”.

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