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ENTREVISTA Dibujante de cómics

Alison Bechdel: “A medida que mejoran las cosas para el colectivo LGTBI, mi trabajo en el cómic se toma más en serio”

Elisa McCausland

8 de octubre de 2021 22:00 h

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La historietista estadounidense Alison Bechdel (1960) es uno de los nombres clave del cómic LGTBI+. Se dio a conocer con la celebrada Fun Home. Una familia tragicómica (2006) donde narra su descubrimiento como lesbiana, la relación con su padre, y la muerte. En su última obra, El secreto de la fuerza sobrehumana (Reservoir Books), Bechdel ahonda en estos temas, así como en los procesos artísticos. “Podría decirse que la diferencia de Fun Home con El secreto de la fuerza sobrehumana es que esta última es más impersonal, tiene un marco más amplio a la hora de pensar la fragilidad física y la muerte”, explica.

Este cómic es una reflexión sobre la práctica deportiva a lo largo de su vida, que deriva en mirada sobre nuestra fragilidad física y la muerte. ¿Su obra nació con ese trayecto en perspectiva, o se le apareció a lo largo de su desarrollo?

La verdad es que la muerte ha estado presente en mi vida desde que era pequeña. Mi padre era director de una funeraria. La muerte y sus ceremonias fueron para mi algo muy familiar en todos los sentidos. La mayor parte de mis amigos, sin embargo, no conocían esa experiencia. Siempre pensé que era una privilegiada por comparación, al tener la oportunidad de ver a alguien muerto, un cuerpo inerte, desde tan cerca, y al mismo tiempo me ha preocupado con los años. Es algo que ha sobrevolado toda mi vida. Por una parte me sentía predispuesta desde muy joven a comprender y aceptar de verdad el “voy a morir” y, al mismo tiempo, siempre me ha costado creer que vaya a ocurrirme eso a mí. Creo que El secreto de la fuerza sobrehumana es un intento por mi parte de armonizar esos dos sentimientos, de sentirme cómoda con ellos. Era algo fundamental que debía explorar a través del cómic y que me ha ayudado a sentirme más viva, disfrutar más de las cosas.

Cuénteme un poco cuáles son sus procesos creativos. ¿Se le ha hecho más fácil escribir y dibujar con los años? ¿Le crea tensión?

Sigo teniendo la tensión de los comienzos, sí. La tensión entre querer crear a toda costa y, al mismo tiempo, sentirme cómoda, yo misma, con el proceso creativo que acarrea. El secreto de la fuerza sobrehumana ha supuesto de hecho para mí cerrar el círculo desde mi niñez, cuando tenía una relación muy agradable y fácil con mi creatividad, cuando me sentaba y dibujaba durante horas, como en una especie de éxtasis, absorta en mis dibujos, dibujando lo que se me pasaba por la cabeza con una felicidad absoluta, y lo que vino después: tuve la gran suerte de ganarme la vida como historietista, es decir, haciendo lo mismo que cuando era pequeña, pero ya no me lo pasaba tan bien. Digamos que ya no era una experiencia tan fácil y divertida, que fluía sola; entraban en juego como es lógico las presiones de lo adulto, lo que llamamos profesionalidad en el medio, las ambiciones, las críticas, las entrevistas... Por eso me he pasado gran parte de mi vida adulta tratando de encontrar un camino de vuelta, encontrar ese fluir natural con el dibujo. Este libro es un intento muy autoconsciente por cerrar el círculo y volver al comienzo de todo.

Me sentía predispuesta desde muy joven a comprender y aceptar de verdad el 'voy a morir' y, al mismo tiempo, siempre me ha costado creer que vaya a ocurrirme eso a mí

En ese sentido, ¿piensa mucho el lenguaje con el que da forma a sus cómics, o trabaja con naturalidad a partir de su necesidad de expresarse?

Soy historietista, por supuesto, pero me centro mucho en las palabras. Los autores de cómic se mueven en un espectro muy amplio de recursos en torno a las imágenes y las palabras: unos están más centrados en la imagen mientras que otros enfocan más en las palabras. Me encuentro más unida a ese último extremo. Mayormente, escribo masivamente antes de dibujar, tengo que tener todo muy claro, muy planificado, antes de ponerme a dibujar, aunque, por supuesto, cuando estoy escribiendo estoy pensando en imágenes. No las dibujo, pero sí las estoy visualizando y están influyendo en lo que escribo. El resultado es que, cuando el libro está escrito y puedo empezar a dibujar, es un momento importante para mi, muy agradable y completo. Porque dibujar me surge con más facilidad que el escribir, así que sale todo con espontaneidad.

En El secreto de la fuerza sobrehumana introduce, además, el color a partir de las acuarelas, lo que es toda una novedad.

¡Nunca me gustó trabajar con color! Hasta el punto de que, en cierto modo, me convertí en historietista porque podía trabajar tan solo con el blanco y negro. Mi padre era un hombre muy controlador en cuanto al color, me imponía cuáles debía emplear y dónde y lo cierto es que se le daban bien las elecciones. Recuerdo que, en un primer momento de la infancia, me encantó usar libros de colorear; fue el hecho de que a mi padre se le diera mejor que a mi lo que me hizo rechazar el color y dedicarme a dibujar en blanco y negro. Pero, a lo largo de los años, después de haber hecho distintos libros y haber explorado distintas técnicas, no he podido resistirme a sacar este nuevo libro en color porque me pareció una oportunidad inmejorable. Sabía que iba a costarme mucho, que iba a conllevar mucho trabajo, pero me encanta haber aprovechado la ocasión. Estoy muy contenta con la decisión y el resultado.

¿Le ha llegado a Alison Bechdel la edad de autoanalizarse y comprenderse a sí misma en su nuevo cómic, como ya hizo en cierta medida en sus dos anteriores obras con sus padres?

Sí, sin duda, soy consciente de esa progresión a medida que he pasado de un libro a otro. Primero fue mi padre en Fun Home, luego mi madre en ¿Eres mi madre? (2012) y ahora yo. Los libros sobre mis padres se centraban en ellos, desde luego, pero también en las formas en que mis padres habían ocupado mi yo, por así decirlo, y está claro que necesitaba liberarme de ambos antes de poder ser yo misma. Y lo más curioso es que me he dado cuenta de que en El secreto de la fuerza sobrehumana pasa un poco lo mismo: accedo a mí misma en primer plano, sin subterfugios ni otros protagonistas y, casi de inmediato, trato de liberarme de mí misma. Me gustaría pensar que en esta ocasión he logrado ir, como te comentaba, más allá de mí misma.

¿Está contenta con el modo en que crítica y público recibieron sus dos obras anteriores, Fun Home y ¿Eres mi madre?, siente que se entendió el proceso de comprensión y liberación que nos ha explicado? Yo creo que ¿Eres mi madre? despertó más incomodidad por abordar las relaciones entre madres e hijas, desatendidas con frecuencia.

Sí, estoy de acuerdo. Creo que el libro sobre mi padre fue mucho más popular y tuvo mejor recepción crítica. El libro sobre mi madre, sin embargo, suscita una actitud muy apasionada en un público muy determinado, pero no ha tenido el mismo éxito a nivel general. Hay algo muy íntimo en ¿Eres mi madre? que logra invocar un estado de intimidad que atrae a cierto tipo de personas. Tiene menos seguidores, sí, pero muy devotos. Creo que la discrepancia en la recepción de uno y otro libro se debe en parte a que el público, en general, está acostumbrado a las historias de padres, sobre todo si son vistos como adversarios que deben matarse simbólicamente; al fin y al cabo, competimos con nuestros padres. Ese es un relato cotidiano, asumido en nuestra cultura. En cambio, el vínculo con la madre no está tan claro, es más complejo y problemático de analizar. Digamos que se remonta a esos primeros días que pasamos con la madre antes de poder hablar y en los que pasan muchas cosas a un nivel muy profundo. Los relatos con el padre abundan más una vez ha aparecido el lenguaje, tienen un componente social de trascender y avanzar sobre nuestros antecesores, mientras que los relatos con la madre son originarios, remiten al tiempo previo al lenguaje y puede haber en ellos algo muy subversivo. De ahí que ¿Eres mi madre? resulte más misterioso y turbador, más extraño y, a la vez, magnético, que Fun Home. Está claro que hay mucho por explorar aún culturalmente en las relaciones entre madres e hijas.

Los relatos con la madre remiten al tiempo previo al lenguaje y puede haber en ellos algo muy subversivo. Hay mucho por explorar aún culturalmente en las relaciones entre madres e hijas

En sus palabras se perciben las influencias del psicoanálisis y de la elaboración literaria, cultural, en lo relativo a tu trabajo con el yo. ¿Se trata de una obsesión, una constante, una deriva autoral?

Ha sido un poco una obsesión, sin duda. Sé que esas cuestiones son muy importantes para mí. Mis padres tuvieron un matrimonio muy problemático y yo me cargué esos problemas a la espalda desde que era muy pequeña. Traté siempre de contribuir a que las cosas funcionasen mejor en casa, antes incluso de poder hablar, de comprender con claridad qué es lo que ocurría entre ellos. Y esa conciencia prematura que tuve me pasó factura. Me arrebató cierta espontaneidad, cierta capacidad de ser yo misma. Toda mi vida está recorrida por la preocupación de recuperar la paz y la espontaneidad conmigo misma… Este tema está presente en cada página de El secreto de la fuerza sobrehumana: hacer ejercicio, practicar gimnasia, me procura una ligereza y una espontaneidad que considero sanadoras.

Pasando a su relación con el medio, ¿qué piensa a fecha de hoy sobre su carrera como autora de cómic?

Pienso mucho en ello, con curiosidad. Mi trayectoria creativa parte de unas tiras cómicas sobre lesbianas llamadas Unas bolleras de cuidado (1983-2008), [en España, Lo indispensable de Unas lesbianas de cuidado (Reservoir Books),] una actividad que por aquel entonces estaba muy en los márgenes, su número de lectores era mínimo. Yo no podía considerarme de ninguna manera por entonces parte del mundo de la historieta, sino que me ubicaba en la escena alternativa, al margen del mainstream. Vivía en esa especie de mundo paralelo, subterfugial, feminista, de gays y lesbianas que leían mis cómics. A medida que el mundo ha ido cambiando y las cosas han ido mejorando para las mujeres y los colectivos LGTBI+, ha sido muy interesante ver cómo mi trabajo se ha tomado más en serio, se ha analizado y considerado parte del mundo del cómic. La experiencia de estar en los márgenes y no pensar en mí misma como autora de cómics, y desplazarme con naturalidad a lo largo de los años al núcleo del mundillo y pensar en mí misma como autora, no deja de sorprenderme cada día.

En ese sentido, cuál considera que es su lugar en la genealogía del cómic hecho por mujeres y, sobre todo, en esa intersección a reivindicar que es el cómic lésbico.

Me considero afortunada porque, cuando empezaba en esto del cómic, con veintipocos años, me encontré con el trabajo de otras historietistas lesbianas que me inspiraron y me dieron fuerzas, hacían cosas muy interesantes. No sé si esos cómics habrán llegado a España. Eran muy feministas y atrevidos, hoy forman parte de la genealogía del cómic underground, de la historia del cómic. Todos ellos constituyeron una parte esencial de mi formación activista y artística. Me refiero sobre todo a la revista Gay Comix, en cuyas páginas descubrí a muchísimos autores gays y autoras lesbianas cuyo trabajo me animó a integrarme en una comunidad maravillosa escribiendo historias sobre mi propia experiencia como lesbiana. Conocer a todos estos pioneros me permitió entrar con confianza en el mundo del cómic y decidir que era eso lo que yo quería hacer.

Sobre la autobiografía y la autoficción, ¿cómo ha visto en este tiempo su evolución en el cómic y su valoración pública, en relación con los lectores y también en la esfera pública?

Siempre me han gustado mucho los cómics autobiográficos. Esto es algo que también viene del mundo del cómic underground. La gente escribía mucho de cosas muy específicas, muy reveladoras de sus propias vidas, y a mi eso me encantaba. Supongo que me gustaba, de nuevo, porque, no quiero utilizar la palabra problema, pero digamos que tenía una falta de comodidad con una parte de mi misma y escribir sobre ello me permitía, en cierto modo, afrontar, ajustar o sanar esa parte que no me gustaba o con la que no me sentía a gusto. Todo esto me hizo ir hacia la autobiografía, y digo autobiografía y no autoficción porque yo he querido ser siempre muy clara al respecto: no me estoy inventando nada, hago no ficción. Lo que yo escribo son memorias y para mi eso es fundamental. Quiero ser tan honesta como sea posible a la hora de explorar mi propia vida y lo que surge como materia literaria a partir de mi vida.

Quería preguntarle por el cómic queer hoy, si ve una popularización y llegada al mainstream, así como su relación con las nuevas generaciones.

Es una muy buena pregunta. He dejado de saberlo, he perdido un poco la perspectiva. Antes sí que sabía muy bien cuáles eran los y las historietistas queer, los podía contar con los dedos de las manos, pero ahora hay tantos que no puedo seguirles el rastro. Y no sé hasta qué punto los cómics queer son mainstream hoy en día. Sin duda, hay mucha más gente que los hace, pero también me da la sensación de que nuestra cultura se ha atomizado mucho. Hay muchísimas derivas y posibilidades. Quizá esto sea más evidente en las series de televisión que en los cómics, pero vivimos unos tiempos en los que hay cómics, películas y series de televisión para cada uno de nosotros, para cada individuo prácticamente, lo cual es genial porque hemos perdido esa sensación o ese sentido del público; ahora está todo lleno de pequeños públicos. Hemos dejado de ser una audiencia cohesionada. La verdad es que yo ya he dejado de intentar entender cómo funciona la cultura, todo se ha vuelto muy raro desde que llegó internet. No soy capaz de mantener el ritmo a todo esto.

No sé hasta qué punto los cómics 'queer' son 'mainstream' hoy en día. Sin duda, hay mucha más gente que los hace, pero también me da la sensación de que nuestra cultura se ha atomizado mucho

Esta aceleración y multiplicación de plataformas responde a una lógica transmedia que, en cierta medida, también ha alcanzado su obra, que fue adaptada al teatro musical.

Evidentemente, los cómics de superhéroes se han convertido en una infinidad de películas. Vemos cómo los cómics constantemente pasan a otros medios. Yo tuve una experiencia muy extraña y curiosa cuando vi cómo Fun Home, mis memorias autobiográficas sobre mi padre, se convertían en un musical de Broadway. Había una presentación sobre el escenario en la que miembros de mi familia bailaban y cantaban. Fue una experiencia muy bizarra, incluso surrealista, ver cómo se produjo esa transformación. Por un lado, estoy muy agradecida por la experiencia y, por el otro, me gustó mucho el musical en sí. El equipo creativo llevó a cabo una obra de arte fantástica e, insisto, estoy muy agradecida porque podría haber salido mal, podría haber sido algo horrible, y no lo fue. Todo lo contrario. Me hicieron un regalo muy bonito y ver cómo el público respondía, cuánto les gustaba, fue muy gratificante. En cierto modo, es como si no fuera ya mi propio relato y, al mismo tiempo, lo es. Esos personajes están inspirados en mi familia y en mí; hay tres versiones de mi misma en esa obra: pequeña, adolescente y adulta. Sí, fue una experiencia curiosa, extraña, ver cómo el relato de mi familia, tan idiosincrásica, llega a un escenario y se presentaba ante el gran público.

Como comentaba, vivimos un momento en el que los cómics están inspirando películas y series de televisión. ¿Qué balance hace de esta situación? ¿Le han ofrecido algún proyecto en esta línea?

He trabajado en algunos proyectos para televisión, entre ellos la adaptación de mi tira cómica Unas bolleras de cuidado. Está ahora mismo en las primeras fases de producción y no sé si llegará a algo realmente; digamos que se está avanzando, pero ya veremos qué sale de todo ello. Una vez más, todo este tema me resulta muy curioso a un nivel sintomático. Todos los años que estuve trabajando en Unas bolleras de cuidado, la tira se dirigía a un público muy específico. Llegar a la televisión, aunque sea a una audiencia reducida, siempre va a ser mucho mayor que aquella que leía la tira, lo que no deja de sorprenderme.

Todos estos vasos comunicantes me llevan a preguntarle por su perspectiva sobre la alta y baja cultura del cómic, ayer y hoy, en relación con su obra.

Cuando empecé a trabajar como historietista, lo que más me atraía de este medio es que era considerado baja cultura, es decir, no iba a ser sometido a crítica o análisis, al contrario de lo que ocurre con las novelas literarias o con las grandes obras de arte. No iba a ser sometido a ese tipo de escrutinio porque nadie prestaba atención al cómic. Tenía toda la libertad del mundo para hacer lo que me diera la gana. Pero, a lo largo de los años, a medida que el cómic ha empezado a tomarse más en serio como medio y como forma literaria, pues bien, esa libertad se ha ido reduciendo. Y ahora mi trabajo se critica en revistas y periódicos, y eso cuando yo empecé no ocurría. Digamos que se trata de una espada de doble filo: por un lado, me encanta que los cómics hayan adquirido legitimidad pero, al mismo tiempo, echo en falta la libertad que ofrece el mundo underground. Creo que la razón por la que Fun Home pasó al mainstream fue, precisamente, porque era un poco híbrido: formaba parte de aquel mundo underground, pero, al mismo tiempo, tenía elementos literarios como temática, pues exploraba el trabajo de distintos escritores, y creo que esto fue lo que hizo que resultara más interesante para la crítica, lo que le ayudó a entrar en ese proceso en marcha de tomar el cómic más en serio. Supongo que hay que tener mucho cuidado con lo que deseas porque puede hacerse realidad...

A lo largo de los años, a medida que el cómic ha empezado a tomarse más en serio como medio y como forma literaria, la libertad se ha ido reduciendo

En estos procesos de legitimación también desempeña un rol importante la academia que, con el tiempo, ha dado cabida como materia de estudio el cómic y los estudios queer.

Sin duda. A medida que los estudios queer han comenzado a convertirse en una disciplina académica, mi trabajo ha empezado a entrar en ese mundo, lo cual también me resulta raro y sorprendente. Saber que mi trabajo se enseña en las universidades, no sé, me parece alucinante.

¿Alison Bechdel como autora híbrida?

Como el cómic mismo, sí, me siento muy híbrida. Es una experiencia curiosa porque soy historietista y, al mismo tiempo, me considero una escritora que en sus textos aborda temas como el psicoanálisis, la cultura queer... Siento como si tuviera distintos compartimentos. Me da la sensación de que tengo distintos aspectos de mi misma que atraen a distintas comunidades, distintos tipos de seguidores. Soy una autora muy diversificada y, esto, desde mi punto de vista, es un regalo. Gente de distintos mundos se interesa por mi trabajo, cada una por sus razones, y al mismo tiempo esto hace que haya una fragmentación muy grande. Es como si yo misma tuviera demasiadas partes.