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De dioses mitológicos a campesinos: cinco rutas variopintas para celebrar los 200 años del Museo del Prado

El Museo Nacional del Prado, abrió sus puertas al público un 19 de noviembre de 1819. Por aquel entonces contaba con 311 pinturas, todas de autores españoles, colgadas en sus muros. Hoy cumple 200 años y en el mismo lugar, sus salas pasillos y recovecos, descansan 8.045 pinturas, 9.561 dibujos, 5.973 estampas y 34 matrices de estampación. También 971 esculturas, 1189 piezas de arte decorativo y 15.000 fotografías.

En el número 23 de la madrileña calle de Ruiz de Alarcón lo habitan Velázquez, el Greco, y Goya. También Murillo, Ribera y Zurbarán. Y, por supuesto, Tiziano, Rubens y El Bosco entre muchos otros nombres clave de la historia del arte. Es lo que ha provocado que, entre otras cosas, el Prado se convierta en una de las instituciones más importantes del mundo y una parada obligada tanto para visitantes de la capital como para residentes que lo ven prácticamente como una segunda casa. 

El año pasado, el museo recibió la visita de dos millones ochocientas mil personas, números que no se alcanzaban desde 2016, cuando la institución sobrepasó los tres millones de visitantes. Este año se espera superar esas cifras con un calendario centrado en el bicentenario, con una ambiciosa programación

Sin embargo, aunque también puede ser una forma de visita válida, es habitual que la primera vez que pasamos las puertas del museo terminemos deambulando por los pasillos sin tener un objetivo muy claro. ¿Por dónde empezamos? Aquí os proponemos cinco rutas temáticas válidas tanto para quienes se enfrentan por primera vez al museo como para quienes buscan redescubrirlo. 

1. Si queremos ver dioses mitológicos

No es un dato demasiado conocido pero sí relevante: Tiziano fue el primer pintor coleccionado por los monarcas españoles de los siglos XVI y XVII. Y sobre las obras de este se erigió la colección real. Algo que tuvo consecuencias decisivas para el coleccionismo y la propia evolución de la pintura española. Tiziano, junto con muchos otros coetáneos o no, retrató en múltiples ocasiones escenas de la mitología clásica como Ofrenda a Venus, primera colaboración de este en el camerino d'alabastroo, o La bacanal de los Andrios.

Pero además, la colección del Prado cuenta con más de seiscientas pinturas de esta temática. El mayor número de obras estas esta temática se encuentran en las salas 72 y 73 en las que encontramos esculturas de talleres romanos y helenísticos. Es destacable también la sala 79 por su profusión en las obras de Rubens como El rapto de Prosperina, Orfeo y Eurídice, Diana y sus ninfas cazando, o la brutal Saturno devorando a su hijo, que también cuenta con la célebre representación de Goya situada en la sala 67.

2. Si queremos ver santos

Muchos de los cuadros que vemos colgados en el Prado están relacionados en mayor o en menor medida con el pensamiento que reinaba en la época: el religioso. De hecho, gran parte de la producción de El Bosco está centrada en la reproducción (con sus habituales métodos grotescos) de los siete pecados capitales, como demuestra el majestuoso tríptico de El jardín de las delicias de la sala 56A.

A veces esta forma de plasmar la religión pasaba por pintar santos o vírgenes haciendo gala del significado social al que eran asociados. Es lo que se comprueba en parte de la producción de uno de los grandes maestros españoles del siglo XVII: José de Ribera. Solo basta un vistazo a la sala 8 del museo para recorrer una amplia galería de santos que van desde San Jerónimo, el encargado de traducir la Biblia al latín, hasta uno de los discípulos más importantes de Jesucristo: San Pedro.

3. Si queremos ver retratos

El retrato es quizá uno de los géneros pictórico más importantes, ya que históricamente ha servido para retratar a la clase adinerada que veía esta práctica como un símbolo de estatus. De hecho, fue algo que se mantuvo hasta bien entrado el siglo XIX, cuando irrumpió la fotografía y democratizó el retrato (no sin levantar cierto rechazo del stablishment artístico de entonces).

En el Prado se puede diferenciar diversos tipos de retrato. Por un lado están los centrados en la realeza, la mayoría de ellos realizados entre el siglo XVIII y XIX. De todos ellos hay un claro protagonista: Felipe II, que fue retratado por artistas como Tiziano, Rubens e incluso por una mujer, algo que en aquella época se consideraba una rareza: Sofonisba Anguissola, que llegó a España en 1559 para servir como dama de la reina Isabel de Valois (1546-1568), tercera esposa de Felipe II.

Por otro lado, también podemos trazar otra ruta centrada en retratos de personas que no ostentaron un cargo público importante. Resulta curioso cómo Federico de Madrazo y Kuntz, autor del gran cuadro de La reina Isabel II y retratista oficial de la Corona, es también el responsable del mayor número de obras en este apartado (tras los autores anónimos). Así lo demuestra su pintura de Carolina Coronado (1855), una poeta extremeña que se dedicó los ideales liberales y románticos de la época entre los que se encontraban el feminismo.

4. Si queremos ver la realidad social

La sala A y la sala B del Museo del Prado son las más indicadas si lo que se quiere tener es una perspectiva de la realidad social de la época. A través de la pintura también se plasmaron tradiciones, a veces en forma de crítica y otras simplemente como espejo de lo que sucedía. Aquí el gran autor es Francisco de Goya, y no solo por las Pinturas Negras que pintó como decoración de la Quinta del Sordo.

El maestro zaragozano escapó de toda pauta académica para recrear a través de enérgicos brochazos aspectos como la locura, la vejez o la muerte. Son rasgos que, según él, definían a una España en retroceso que en lugar de abrazar la razón y el progreso, ideales propios de la Ilustración, se definía por el fervor hacia la Iglesia y por un contexto tan convulso como el de la guerra de la Independencia (1808 – 1814). Así se aprecia en su serie Condenados, presos y torturados por la Inquisición, que en la crueldad de las cárceles sufrida por todos los tachados como pecadores por la Iglesia.  

5. Si queremos ver desnudos

El desnudo es otro de los géneros artísticos por los que podemos centrar nuestro recorrido. El cuerpo humano ha sido a su vez el reflejo de los cánones estéticos y morales de la época, y esa era la razón por la que gran parte de los pintores se dedicaban a estudiar anatomía.

Es imposible hablar de desnudos sin mencionar al que fue uno de sus maestros más destacados: Pablo Pedro Rubens. Gran parte de sus obras se encuentran en la sala 79 y 29, donde se pueden contemplar desde el famosísimo cuadro de Las tres gracias hasta una versión de Saturno devorando a su hijo que es igual o más brutal que el del cuadro homónimo realizado por Goya.