El C3A de Córdoba, el último de su especie

J.M. Costa

Córdoba —

El C3A de Córdoba seguramente sea el último de su especie. Como invadida por un hongo político-cultural, en apenas 20 años (1985-2005) España se pobló de Centros de Arte Contemporáneo públicos, por lo general demasiado grandes y demasiado suntuosos. Lo hicieron allí donde hacían falta y eran socialmente viables, pero también donde parecían una locura sobredimensionada desde el principio. Ahora y parafraseando una especie de haiku de Rafael Alberti cabe preguntarse: “¿Se apagó ya la primavera, recién llegada apenas? Una crisis fatal se la ha llevado”.

El recien inaugurado C3A (Centro de Creación Contemporánea de Andalucía) de Córdoba se aprobó en 2008, a las puertas de la crisis. Y por eso se construyó. El previsto auditorio -casi anejo- de Rem Koolhaas no tuvo tanta suerte: ni los papeles se habían firmado ni el dinero, presupuestado. Ahí queda el solar.

Así, la primera piedra del C3A se colocó en ese 2008, pero se finalizó en el 2012. Sin prisas. ¿Qué ha sucedido desde esa fecha? Pues que al principio no había dinero para ponerlo en funcionamiento y además de ello, el Ayuntamiento (entonces del PP) no estaba por la labor de construir los accesos. A finales del 2014 se convocó una licitación delirante para proveer el puesto de director/a cuyo concurso se declaró desierto por falta de idoneidad de los candidatos. Mientras, el edificio era pasto de todo tipo de cachondeos locales. El taxista que te lleva de la estación del AVE al C3A expresa la idea : “Sí, claro que sé donde cae. ¿No es ese edificio que lleva ahí cerrado 200 años?”

Brutalismo por dentro, blanco por fuera

De hecho y a pesar de que acaba de inaugurarse, el exterior del C3A muestra ya las señales del tiempo. Como es todo blanco, la primera suciedad y desconchones de estos años se notan. Una de sus fachadas funcionará por la noche como fachada mediática. Es curioso e incluso bonito, pero ¿a qué viene una obra visual impuesta en un centro de arte y cual será su coste de mantenimiento?

El interior es puro brutalismo (hormigón visto, resumiendo un poco), de acuerdo con el revival del que goza un estilo que en los 60-70 llenó el mundo de edificios fantásticos como el ayuntamiento de Boston o Torres Blancas en Madrid y de lugares casi distópicos como bastantes urbanizaciones populares en el Reino Unido. A algunos arquitectos como a Fuensanta Nieto y Enrique Sobejano, autores del proyecto, les tira mucho el brutalismo. Quizá porque, una vez construido el edificio, se puede hacer muy poco para modificar nada. Frente a la arquitectura efímera o fluida que se trataba de poner en práctica sobre todo en el Medialab Prado de Madrid (aunque solo fuera como tendencia), el C3A es un canto a lo monolítico e inmutable.

Que ese interior tenga previsto accesos a las paredes mediante un pasillo de servicio entre ellas, que se hayan dispuesto agujeros para poder instalar cableados sin que los cables se vean demasiado, que haya puertas metálicas que pueden generar diferentes espacios o que la luz ambiental pueda ser regulada, no hace olvidar que todo eso también es fijo. No hay más cierres de espacios que los que hay, los agujeros son los que se ven, en las paredes no puede clavarse ni un clavo y la iluminación genérica no valdrá para la mayor parte de los proyectos, que requerirán una específica.

Hay salas con techos cuya altura no se entiende demasiado en un Centro de Arte. El sonido, vistas las grandes superficies de cemento y a pesar de una cierta irregularidad de las mismas (basada en hexágonos) promete no ser ni medio decente. En resumen, un edificio muy bonito y en buen sitio (cercano a la mezquita) que ha debido satisfacer mucho a sus autores y queda fenomenal en fotografía. Arquitectura escultórica, ensimismada.

El futuro del C3A del director será

Alguno de los problemas que anuncia la arquitectura se paliará a posteriori, pero la mayor parte no parece que tenga arreglo. Cabe preguntarse cómo y por qué se eligió en su momento un proyecto tan poco funcional, tan hipertrofiado y presuntamente tan caro de mantener. Claro que antes habría que preguntarse si era necesario plantar en Córdoba (350.000 habitantes) otro centro de arte con este porte. Pero eso ya se trató al preguntarnos si no es este poco país para tanto museo.

En gran medida el futuro del C3A (que también acogerá parte de la Filmoteca de Andalucía) dependerá de la persona que lo dirija y de cómo se llene de unos contenidos que tienen que pasar por la idea de Producción (equivalente a la más ambigua Creación que se ha quedado en el nombre). Hay unos espacios (también inflexibles) destinados a talleres que se van a poner en funcionamiento cuanto antes, pero eso es casi un detalle y dinamizar semejante monstruo requerirá imaginación y esfuerzo por arrobas.

Por ahora la dirección dependerá de la del CAAC de Sevilla y no tendrá más estatus laboral que un contrato de servicios. Ya se han hecho públicas las bases de un concurso abierto a la espera de una inmediata convocatoria oficial. Como desean los actores y estudiantes alemanes antes de una función o un examen: Toi, Toi, Toi!

Estreno con danza, circo y tres exposiciones

Para el estreno del C3A, el Centro de Sevilla ha programado tres exposiciones. Dos de artistas holandesas y otra de un local. No son pretenciosas pero sí interesantes.

La de Falke Pisano (Ámsterdam, 1978) lleva por nombre El Valor De Las Matemáticas: Cómo Aprendemos. Las matemáticas son algo al mismo tiempo abstruso y muy cotidiano, siendo su presencia en las artes visuales o en la música algo ya axiomático. Por eso mismo la exposición de Pisano tiene una doble vertiente, tan asequible como indescifrable. Es casi intuitivo aceptar que otras matemáticas son posibles, pero no tanto imaginar cómo sustituir las tradicionales suma, resta, multiplicación y división, lo más básico. Por otra parte, esta exposición es la que pone a prueba la idoneidad del lugar para exposiciones de corte tradicional. Las fotografías hablan por sí mismas.

El de Nicoline van Harskamp (Ámsterdam, 1975) es un trabajo muy interesante y a ratos de un cierto humor negro llamado Englishes, en referencia a las múltiples variaciones, pronunciaciones e interpretaciones que puede sufrir lo que ya es un idioma franco. Son vídeos producidos con colaboraciones muy variopintas, realizados por la artista. No solo es que sean mucho trabajos, son trabajos con sentido.

Uno de ellos presenta a un falso profesor rumano haciendo una entrevista sobre el tema a un africano y es fantástica. El profesor no entiende que la lengua materna del otro es suajili, pero ese es solo el menor de los malentendidos. Hay otro donde actores ingleses (muy buenos) actúan sobre las voces de actores no británicos que interpretan un pasaje de My fair Lady, obra donde el acento en el habla se muestra como un asunto de clases sociales.

Hay más, como un intento de traducción al esperanto, esa lengua inventada que iba a servir como lenguaje universal antes de ser ampliamente derrotada por el inglés, al fin y al cabo la lengua oficial de EEUU o de India. Está muy bien y como el espacio esta en penumbra, no interfiere.

Lo de Daniel Silvo (Cádiz, 1982) muestra otra posible dirección del C3A, la del trabajo colectivo e interdisciplinar. Montaña negra hace referencia al Black Mountain College, una facultad dedicada a las artes en Carolina del Norte y que funcionó entre 1933 y 1957. El método de enseñanza era radicalmente renovador y se basaba en una comprensión holística de esas artes. El Black Mountain apenas duró 24 años, pero su influencia fue inmensa gracias a los principios de la institución y a profesores como Buckminster Fuller, el matrimonio Albers, John Cage, Willem de Kooning, Katherin Litz o Robert Duncan, entre otros muchos.

Montaña negra no durará 24 años, sino hasta el 16 de Abril, como las otras dos exposiciones. Durante ese tiempo y a la vista de todos, siete artistas desarrollarán sus trabajos en un mismo espacio en el que, por el momento, solo hay mesas y sillas. Cuando se ponga en marcha, los visitantes podrán ver lo que se está haciendo y, cabe suponer, los resultados provisionales del proceso.

Estas tres exposiciones, discretas como son, suponen una refutación del marco donde se encuentran: están bien e incluso muy bien, pero no tienen ninguna relación con el interior del C3A. Hay veces que menos es más, ya se sabe.

Es casi imposible lamentar la apertura de un espacio consagrado a la cultura y tampoco hay que dudar de las buenas intenciones de quienes lo aprobaron. Aunque sepamos que el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones, cualquier espacio, por poco idóneo que parezca, puede ser transformado por la vida. Incluso aunque sea de hormigón armado.