El mítico reportero Henri Cartier-Bresson predicaba sobre el “instante decisivo”, que le sirvió para retratar personalidades como Pablo Picasso o conflictos como la Guerra Civil española. Pero la fotografía no siempre destaca por su realismo. Otras veces, como ocurre con las imágenes de Eugenio Recuenco, esta evoca a un mundo onírico, lleno de fantasía, donde los espectadores se cuelan por la madriguera hacia una nueva realidad en la que todo y nada es posible.
El pasado 8 de marzo arrancó el Madrid Photo Fest, un evento que reúne a “los fotógrafos más importantes del planeta” para que compartan sus conocimientos a través de charlas y talleres. Ponentes de la talla de Albert Watson, Paloma Rincón o Manu Brabo fueron solo algunas de las muchas figuras de un festival con sentido pedagógico único en su especie.
Aunque muchas miradas estaban puestas en Watson, abanderado como uno de los mejores retratistas del siglo XXI, también quedó hueco para otros artistas igualmente importantes en el panorama de la imagen. Es el caso del madrileño Eugenio Recuenco, que se ha convertido en todo un referente para la industria debido a su peculiar tratamiento pictórico.
Sus colaboraciones con revistas como Vogue, Vanity Fair o Marie Claire avalan un trabajo a menudo definido como “cinematográfico” por recordar, entre otras cosas, a películas como las de Tim Burton o Jean-Pierre Jeunet. Recuenco da forma a cuentos de hadas en los que la ironía también suele jugar un papel fundamental.
Pero del mismo modo que ocurre en otras artes, como la pintura o la música, los autores suelen pasar por diferentes etapas a lo largo de sus vidas. “Me estoy cansando de la fantasía, pero porque nunca me ha gustado del todo”, confiesa a eldiario.es Recuenco, que ahora contempla su trabajo con la sobriedad que otorga el paso de los años.
“Él es más David Fincher, yo soy más Tim Burton, y posiblemente a mí me guste más últimamente David Fincher que Tim Burton”, afirma el artista madrileño comparándose con Gregory Crewdson, otro fotógrafo también destacado por componer imágenes herederas del séptimo arte. “Siempre digo que me gustan las fotografías de todos menos las mías, siempre me gustaría ser el otro”, continúa diciendo Recuenco, para quien resulta inevitable beber de muchos otros autores que “van dejando un poso y un residuo en ti”.
En busca de la creatividad
Recuenco comenzó su carrera estudiando bellas artes en la Universidad Complutense de Madrid en 1986, unos años de los que ya, entre risas, dice que se ha olvidado. Desde entonces, según Recuenco, todo ha cambiado: “Ahora enciendes el teléfono y tienes acceso a una gran cantidad de cosas, pero por aquel entonces era todo mucho más cerrado”.
Lo poco que había estaba en revistas y publicaciones muy puntuales, donde autores como Helmut Newton mostraban unas instantáneas que eran rompedoras. “No fue nada premeditado. Hice moda porque era lo más creativo que se estaba haciendo en ese momento”, sostiene.
Pero el verdadero punto de inflexión en su carrera, si hubiera que marcar uno de tantos, estuvo protagonizado por el calendario realizado en 2007 para la empresa italiana de cafés Lavazza. “Eso supuso que se fijaran en mí y me metiera en una élite que yo jamás me habría podido imaginar”, valora el artista. En el caso del vídeo, la firma que le abrió las puertas fue otra: Nina Ricci. “Fue el primer comercial en vídeo de toda mi vida y esto me abrió al mundo del audiovisual”, explica.
Además de cinematográfico, el autor define su trabajo con otro atributo: honesto, que es “pelearte, batallar y pegarte para conseguir la mejor foto que consideras que puedes hacer en ese momento”. Pero, ¿es compatible la libertad artística con la moda? Recuenco reconoce que “hasta hace poco ha sido una parte muy difícil de compaginar”, porque le “aburre mucho tener que justificar algo” que no sabe cómo va a ser.
En publicidad existen contratos que pretenden controlar todo al milímetro, lo cual resulta incompatible con determinados procesos creativos. A pesar de ello, aunque admite que a veces depende mucho del cliente, el fotógrafo madrileño afirma que intenta seguir su propia intuición. “Siempre he dicho lo que pienso, y por eso muchas veces me han dado palos y hostias”, afirma.
Uno de esos palos provino de un grupo mundialmente reconocido: Rammstein. La banda contrató a Recuenco en 2012 para grabar el videoclip de la canción Mein Herz Brennt. Sin embargo, el resultado no gustó a la banda y en lugar explicarle los errores optaron por no contestarle nada.
Pasaron los meses, y el artista encontró “un nuevo videoclip retomado por otro director” que unía sus imágenes con otras. Además, le impidieron colgar su vídeo en Internet. La respuesta de este fue clara y contundente: “Metéroslo por el puto culo”. Años después, dice que ya está el vídeo colgado y “todo resuelto sin ningún problema”.
Cuando el #MeToo llega a la moda
La ola del #MeToo, de Harvey Weinstein y del 8M también arrasa en el mundo de la moda. Es el caso de Terry Richardson, que fue vetado de Vogue y otras grandes revistas tras diversas denuncias de abusos sexuales que están siendo investigadas por la Policía de Nueva York.
“Terry Richardson ha tenido alguna fama, pero tampoco sabes si es al 100%, si es al 80%, si son interpretaciones. Hostias, es muy complicado”, cree Recuenco. Continúa diciendo que, en según qué sesiones del estadounidense, se apreciaba lo que “podría estar ocurriendo, pero consideras que forma parte de ello”.
También sucede en el panorama nacional, donde el fotógrafo Kote Cabezudo está en el punto de mira tras ser acusado de violar a sus modelos o incluso de grabar pornografía infantil, entre otros delitos. “Yo sé que ha habido casos con modelos españolas, pero siempre de oídas. Pero claro, yo es que no estaba ahí, no te puedo decir”, explica el artista madrileño.
Pero los abusos no son el único problema en publicidad. Como informa Mashable, varias campañas y colectivos criticaron el sexismo suscitado por algunos anuncios de grandes marcas. Sobre la cosificación de la mujer en estos, Recuenco opina que se trata de “enseñar lo más bonito dentro del canon que está establecido en la época” y pone como ejemplo la época del pintor Pablo Rubens, al que vemos “como si en ese momento no hubiera tiranía al cuerpo”. Pero, según el fotógrafo, esto no es así: “Había la misma tiranía. Lo que pasa es que ha cambiado el canon”.
El artista madrileño acepta tener 49 años y haber recibido una educación machista, de la cual dice haber conseguido quitar muchas cosas. “En mi equipo tengo a hombres y mujeres, los trato iguales, cobran lo mismo, y he visto la valía que tiene cada uno de ellos”, declara. Para el experto, no evita que se deban “suprimir las diferencias que hacen que alguna de las dos partes salga perjudicada”. Unas diferencias nocivas que, teniendo en cuenta los casos de Richardson y Cabezudo, parecen inclinarse hacia un lado de la balanza.