“Con el jugo de esta flor/ más potente que mi flow/ te haré tragar tu orgullo (...) Quién se ríe de Oberón”. Sí, flow, colega, chaval, mírame, reina de la pista, aquí estoy, si tú estás lista. Esta y otras como esta son las rimas de Shakespeare on the Beat, el ultimísimo montaje de Sueño de una noche de verano de la compañía Factea en el Festival Grec de esta temporada.
La obra, que “pretende acercar una de las mejores comedias de William Shakespeare” al público español, traslada la acción al mundo contemporáneo, donde Lisandro, Hermia, Helena y Demetrio ya no son los clásicos personajes del siglo XVI sino cuatro adolescentes, Dris, Mia, Helena y DM, fascinados con el rap. Así, los personajes ya no hablan en pentanto yámbico sino un decasílabo más acorde con el fraseo actual.
Esta podría ser una adaptación y reinterpretación más de la obra de Shakespeare, tan en boga desde que el mundo es mundo, en el que productores, directores y escenógrafos quieren llevar al gran público los temas universales de amor y venganza del teatro isabelino. Y no está sola. El National Theatre de Londres prepara una adaptación moderna de la Medea de Eurípides en el que los personajes irán vestidos de manera corriente, se complementará con danza contemporánea y, atención, la música del dúo de música electrónica Goldfrapp. Por otro lado, el grupo británico Pet Shop Boys estrena hoy su obra A Man From The Future, una biografía orquestal de ocho partes con coro y narrador sobre la vida del matemático Alan Turing.
Óperas compuestas por estrellas del synth pop, parejas de la electrónica en el teatro griego, rap shakespereano ¿Por qué este persistente coqueteo entre lo que tradicionalmente se ha definido como alta cultura y cultura pop?
El pop como didactismo
De todas las razones o explicaciones, la más sencilla es la que entiende el acercamiento de lo que se considera un tipo de contenido tradicionalmente elitista -como puede ser la ópera o el teatro clásico- a un público más amplio. Así, ante la falta de renovación de público en espacios como el Teatro Real o el Liceo de Barcelona, se producen propuestas clásicas con un “aire renovado” o contemporáneo que puedan atraer a gente que, llamada por el gancho de un artista pop, pueda acercarse a un espacio o un contenido que no conocería de otra manera.
De la misma forma, mediante la adaptación de un clásico o una colaboración de arte y ensayo, el artista adquiere una pátina de lustre intelectual o de artista que trasciende su ámbito y “debe ser tomado en serio”. No está de más recordar ejemplos anteriores, como Tori Amos y su adaptación de la leyenda escocesa teatral The Light Princess, o a los mismos Pet Shop Boys y su musicalización del clásico fílmico El Acorazado Potemkin.
El pop en el palacio
De todas maneras, esta primera explicación puede resultar un tanto simplista. Una tendencia mucho más extendida en los últimos años es destinar espacios tradicionalmente burgueses a una programación musical de grupos indie y pop, que han encontrado en ciertas salas o teatros un lugar de disfrute en el que son considerados algo más refinados que su paso por los festivales veraniegos. Así, por los más que clásicos Palau de la Musica, el Liceu de Barcelona o el Teatro Real de Madrid han desfilado grupos como Mishima, Standstill o Manel y artistas internacionales de gran calado, como Bjork o Antony and the Johnsons.
Así, el espacio no es necesariamente óbice para la propuesta “modernizada”, sino que responde al descubrimiento de promotores y programadores que estamos ante la consolidación de un público algo mayor y con poder adquisitivo, dispuesto a pagar entre 60 y 100 euros por un único concierto siempre que sea una experiencia más tranquila y sosegada, sin necesidad de pegarse con dos suecos puestos de MDMA por alcanzar una cerveza.
La adaptación como arquetipo
Si nos fijamos en tramas, esta resulta una razón posible más. La Medea de Eurípides que ahora musicaliza Goldfrapp trata la fascinante historia de la mujer despechada que se venga, no únicamente asesinando a la prometida de su esposo que la deshonra, sino sacrificando a sus propios hijos para que no lo hagan otros. La madre monstruo, pues, repetida hasta el infinito en la narrativa contemporánea.
Romeo y Julieta es la historia de un amor trágico imposible adolescente. Sentido y sensibilidad, la más que atractiva narración del amor platónico que se cumple. Entonces, ¿por qué no adaptar historias tan suculentas cuando ya están escritas? Tal y como explican Jordi Balló y Xavier Pérez en La semilla inmortal, hay relatos fundacionales que se repiten constantemente en la narrativa universal.
Se podría concluir que de entre todos los coqueteos, la adaptación al menos es sincera en su vocación de inspirarse en una fuente primigenia.