Un profeta llamado HAL 9000: los 'spoilers' que Kubrick le hizo a la historia hace 50 años

Hace 50 años que vimos la elipsis más colosal de la historia del cine. Un homínido descubre un esqueleto y, tras sostener un hueso, comprueba que este puede servir para golpear. Había encontrado la primera herramienta, un utensilio que le permitía atacar, matar y, en definitiva, sobrevivir. De repente, en uno de esos porrazos contra el suelo, el instrumento lanzado al aire por el primate se funde con una nave espacial. Millones de años de la historia de la humanidad comprimidos en una sola secuencia. Así comenzaba 2001: Una odisea en el espacio.

Aunque ya se ha cumplido medio siglo de su estreno, la majestuosa obra de Stanley Kubrick continúa de actualidad. Y no solo por lo que supuso a nivel estético, también por las paradojas científicas y filosóficas que se abordan a lo largo de toda la cinta. Además, explora un tema fundamental en nuestros días, uno que causa preocupaciones entre quienes ven peligrar sus puestos de trabajo o sus datos personales en Facebook: el libre albedrío de la inteligencia artificial.

La exposición Más allá de 2001: Odiseas de la inteligencia, disponible Espacio Fundación Telefónica de Madrid hasta el 17 de febrero, toma el mítico largometraje de Kubrick como hilo conductor para reflexionar sobre el conocimiento artificial y su capacidad para transformar a nuestra sociedad. Porque, puede que el superordenador HAL 9000 perteneciera al campo de la ficción, pero se ha convertido en profeta de lo que después se convertiría en uno de los grandes dilemas para el campo de la ciencia.  

“Las habilidades de HAL 9000 marcaron una agenda de lo que se iba a investigar en los próximos años”, explica a eldiario.es Ramón López de Mántaras director del Instituto de Investigación en Inteligencia Artificial del CSIC y asesor de esta muestra. El experto pone varios ejemplos: “Jugar al ajedrez de forma muy superior al ser humano, reconocer caras a través de dibujos, diagnosticar averías… Todo esto se ha replicado con inteligencia artificial real”.

De hecho, la obra de Kubrick ya mostró cómo la máquina podía vencer a una persona en el ajedrez antes de que el ordenador Deep Blue diera dolores de cabeza a Gary Kasparov. Por ello, al igual que en la película, esta exposición invita a un viaje a través de tres capítulos: de dónde venimos, dónde estamos y hacia dónde vamos. Todo ello, vinculado con los hitos humanidad vinculados al desarrollo de nuevas tecnologías e, inevitablemente, a la relación con otra inteligencia: la artificial.

Aun así, tampoco han olvidado a los neófitos del director de El Resplandor. Se puede la primera carta de Kubrick a Arthur C. Clarke en la que le sugiere colaborar en la película como guionista, una réplica videográfica del interior de la nave Discovery o incluso un gran HAL 9000 capaz de analizar nuestro cuerpo. Solo basta pasar a la sala contigua para comprobar cuántos grados hemos rotado nuestro hombro o qué porcentaje de tristeza se mostraba en nuestro rostro.

Pero no solo del séptimo arte bebe la muestra. El recorrido cuenta con dibujos de células neuronales de Santiago Ramón y Cajal o con instalaciones artísticas como Human Study #1, del artista londinense Patrick Tresset. En esta parte, el visitante puede hacer de modelo para un robot que es capaz de hacer un retrato con la ayuda de tres elementos: una cámara, un brazo y un bolígrafo. Hay que tener paciencia, pero lo consigue.

Jugar al ajedrez no basta para ser inteligente

La rebelión de HAL 9000 no procede de la nada. Los astronautas querían desconectarle y, ante eso, reacciona de la forma más humana posible: defendiéndose. Desarrolló una emoción, la comprendió y actuó en función a esta, algo todavía impensable fuera de la gran pantalla.

“Estamos lejísimos de conseguir esa capacidad de comprender el lenguaje y procesarlo, porque lo que hay hoy día es muy poco robusto, no se basa en un análisis semántico de las frases que se dicen a un asistente personal como Siri o Alexa”, apunta López de Mántaras, quien continúa diciendo que los méritos de estos dispositivos domésticos son más “a nivel de diseño, para que parezca que comprenden el lenguaje aunque realmente no lo hagan”.

¿Puede pensar una máquina?, fue la pregunta formulada por el matemático Alan Turing en 1950. Hoy continúa sin respuesta, pero ya pueden encontrarse programas como AlphaGo que utilizan redes neuronales artificiales para imitar el funcionamiento del cerebro humano. Cuanto más datos procesa, mejor juega. Es el aprendizaje automático conocido como Deep learning. Como otras tantas cosas, también apareció en 2001: Una odisea en el espacio.

El científico señala que HAL sería “una inteligencia artificial llamada fuerte, porque tiene consciencia, emociones e intencionalidad” y que, aunque hace medio siglo podría parecer toda una proeza, realmente no basta con que una máquina sepa jugar al ajedrez para definirla como “inteligente”. Entonces, ¿qué es necesario? “Lo que necesitamos es conocimiento y sentido común. A partir de ese momento será posible tener inteligencias artificiales de tipo general. Es decir, que no sepan solamente hacer una cosa bien, sino que sepan desempeñar un abanico amplio de tareas”, añade el experto.

El problema es que, en ocasiones, los algoritmos no siempre suelen ser del todo justos. El investigador del CSIC pone dos ejemplos: un dispensador de jabón que solo se activaba con manos blancas o un dispositivo para rastrear rostros de criminales que fallaba en más de un 90%. Es en este punto donde entra la otra rama de la inteligencia artificial, no menos importante: la ética. “Al igual que los médicos hacen el juramento hipocrático, en cuanto a ser éticos en su profesión, habría que hacer algo similar con los ingenieros y científicos de IA”, considera.

Otro inconveniente es que la inteligencia artificial requiere de datos, cuanto más masivos mejor, algo de lo que solo disponen grandes empresas como Google, Apple o Facebook. “Estos son los primeros que tendrían que tomar medidas, y de hecho me consta que las están tomando internamente mediante algún tipo de comisión de ética”, asegura López de Mántaras.

¿Existirá un HAL 9000 capaz de enfrentarse a humanos? El director del Instituto de Investigación en Inteligencia Artificial lo tiene claro: “Nunca van a existir máquinas malévolas. Lo que sí creo que hay y habrá son personas malévolas que las diseñan con estos fines”.