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Una réplica de la copa del mundo hecha con petróleo de Qatar, retrato del mundial “más sucio” de la historia

Ana Tenías

14 de noviembre de 2022 22:51 h

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En 2010, la FIFA nombró a Qatar como sede del mundial de fútbol de 2022. Desde entonces, el país está en obras. Durante doce años se ha reconstruido de cero la ciudad de Doha levantando nuevas calles, infraestructuras, edificios y estadios, un cambio masivo con el que el Gobierno de Qatar pretende presentarse al mundo y remodelar la imagen internacional del primer país árabe en acoger un mundial. Andrei Molodkin, artista ruso afincado en Francia, ha recreado la copa de fútbol que disputarán las selecciones nacionales en una escultura con petróleo qatarí como muestra de los dos grandes crímenes de este mundial: los sobornos del Gobierno para conseguir la sede y la sangre derramada de los trabajadores muertos en la reconstrucción de la ciudad. La obra se expone al público los días 14 y 15 de noviembre en la Galería Nueva de Madrid, por un encargo de la revista de fútbol Líbero titulado La copa más sucia.

En agosto de este año, Líbero se puso en contacto con el artista conceptual Andrei Molodkin. Se acercaba el mundial y tenían claro que “el enfoque debía ser este”, dicen desde la revista. “Sabíamos que teníamos que hacer algo con la copa y el petróleo, y descubrimos a este artista, que ya había trabajado anteriormente con petróleo e incluso con sangre. Le encantó la idea”, añaden. El pasado mes de marzo, Molodkin expuso en una iglesia de Londres un retrato gigante de Vladímir Putin hecho con sangre donada por soldados ucranianos antes de marchar a la guerra. Años antes, ya había desafiado al Gobierno: en 2009 representó a Rusia en la Bienal de Venecia con la obra Le Rouge et Le Noir, en la que utilizó petróleo checheno y sangre rusa. El artista no explicó el origen del material hasta que el evento ya había terminado. Cuando el Gobierno censuró su obra, ya había sido expuesta.

Molodkin trabajó en el reparto de petróleo en Siberia durante sus dos años de servicio a la URSS. Allí descubrió que el petróleo y la sangre son dos elementos que funcionan como “monedas de cambio de la guerra y el genocidio”: “Durante el servicio militar en la Unión Soviética vi a un compañero ponerse una pistola en el corazón y dispararse. Más tarde estábamos comiendo en la cantina y los guardias lo sacaron de la sala. Su cuerpo y su ropa estaban cubiertos de sangre, por lo que dejó una línea detrás de él, como una firma. Yo había llegado al ejército desde la escuela de arte, donde soñaba que la cultura podía salvar el mundo. Ese día me di cuenta de que en el ejército no existía la cultura. Se da la vida por otro. Nada es importante; solo se trata de sobrevivir. Al ver a este hombre arrastrado por el suelo, comprendí que la sangre, como el petróleo, es una moneda. Ambos materiales demostraban el coste físico de la guerra”, explica Andrei Molodkin para elDiario.es por correo electrónico el día de la presentación de su obra en Madrid.

Desde entonces, el petróleo es un material frecuente en su creación artística. En este caso, el simbolismo es más que evidente: Qatar es el tercer país con la mayor reserva de petróleo y gas natural del mundo. “He producido un objeto que muestra la realidad, he llenado un recipiente vacío con la sustancia política que sostiene el torneo de 2022”, explica Molodkin. Bautizada como The Dirtiest Cup (“La copa más sucia”), la escultura posa sobre un atril en la Galería Nueva de la calle San Agustín 14. Al entrar en la sala, lo que se ve es una copa del mundo dentro de una vitrina con mitad del cuerpo negro. Al verla, se percibe como una copia exacta del trofeo, e incluso como el trofeo original manchado. Sin embargo, el trofeo no está. La escultura es solo el bloque de cristal grueso, con un molde interior que guarda la forma de la copa del mundo. Esto quiere decir que, en realidad, la escultura es un vacío: “No hay una copa real aunque lo parezca”, explican en Líbero, “y eso también es significativo”. Como la copa es solo un molde, el petróleo es el único elemento que crea la apariencia sólida de la copa. Cuando el personal de Líbero levanta con esfuerzo el bloque y lo balancea ligeramente, el líquido se mueve. La parte que parece oro, en realidad, es la mancha que deja el petróleo cuando se gira la escultura y el líquido cae hasta abajo. Esto significa que no hay oro real, solo suciedad: “El petróleo tiñe de oro el trofeo, pero la suciedad es ineludible”, dice el artista, que trajo a propósito el petróleo originario de Qatar. Bajo el atril, posa un cableado de tubos con el petróleo dentro, que pueden conectar al trofeo para llenarlo o vaciarlo. Si se conecta, funciona de verdad. La sensación que transmite es la de estar frente a un objeto manipulable, pero la apariencia del petróleo y la posibilidad de utilizarlo genera rechazo. La obra se convierte así en una pieza de observación.

Miles de trabajadores muertos

Qatar es un país pequeño, con una superficie similar a la de la Región de Murcia y con aproximadamente 2 millones de habitantes, entre los que entre el 75 y el 88% eran inmigrantes durante el periodo de construcción, según Naciones Unidas. Antiguamente su gente vivía de la pesca y la búsqueda de perlas, pero desde el hallazgo de yacimientos petroleros y de gas en 1939, el país subsiste de la explotación de sus recursos naturales. Actualmente Qatar es uno de los países con más renta per cápita del mundo. Pero aunque su régimen es distinto al de su vecina Arabia Saudí, Qatar todavía se aleja mucho de Europa. En Qatar, la mujer tiene tutela, la homosexualidad está prohibida y la religión es la ley. El deportista australiano Josh Cavallo, primer futbolista en activo en declarar abiertamente su homosexualidad, explicó en una entrevista a Sky Sports que sueña con ir al mundial, pero no quiere poner su vida “en peligro”

He llenado un recipiente vacío con la sustancia política que sostiene el torneo de 2022

Más allá de los riesgos que supone Qatar para la comunidad LGTBI, mujeres y migrantes, los preparativos del mundial dejaron al menos 6.500 trabajadores muertos, según el análisis que realizó The Guardian consultando directamente a los países de origen de los trabajadores. Sin embargo, Amnistía Internacional asegura que entre 2010 y 2019 murieron más de 15.000 personas no qataríes cuyas causas de defunción no se han investigado lo suficiente, por lo que los números se elevarían, ya que “la categoría de ‘enfermedad cardiovascular’ puede estar ocultando una gran cantidad de muertes”. Frente a las cifras estimadas por la organización, el Gobierno de Qatar tan solo reconoce 40 muertos, según reveló El País.

Hasta 2019, el sistema de trabajo en Qatar funcionaba mediante el kafala, un mecanismo que asignaba a cada trabajador inmigrante una especie de supervisor. Este tenía el derecho de guardarse el pasaporte del empleado e impedirle dejar el trabajo o volver a su país. El supervisor también podía no pagarle el sueldo y, por supuesto, obligarle a hacer la jornada en los meses más calurosos del año. Hasta hace poco, los empleados del mundial de Qatar han trabajado al aire libre superando los 50ºC. Las organizaciones que luchan por los derechos humanos reclamaron desde el principio un cambio en las condiciones laborales de los trabajadores del mundial. Dado el escándalo generado, la FIFA presionó al Gobierno qatarí para que mejorara la situación laboral antes de la celebración del mundial en 2022. A día de hoy, los trabajadores pueden dejar el trabajo si lo desean, y tienen un sueldo mínimo de aproximadamente 300 euros, lo que sigue siendo una cifra muy desequilibrada respecto al nivel económico del país. Todas las construcciones se hicieron en un período en el que no existía esta reforma laboral.

Andrei entiende el arte como una herramienta política inevitable: “En el momento en el que la gente dona su sangre a mis esculturas, la obra se politiza al instante”, sostiene. “El material llena y transforma estos conceptos en algo diferente, en algo nuevo. Es esencial poner a la gente frente a ideas difíciles, frente a una situación de vergüenza con la que no están acostumbrados a discutir, como el nacionalismo, la sangre, la violencia y la muerte”. En otras ocasiones, el artista ha llenado de petróleo plataformas de letras que formaban la palabra Democracia o Derechos Humanos, siempre jugando con materiales industriales “para bombear el líquido a través del mismo ciclo”.

La obra se pondrá a la venta por un valor de 150 millones de dólares. El artista decidió ponerle esta inalcanzable cifra por su significado simbólico: es la misma cantidad de dinero con la que Qatar consiguió supuestamente a base de sobornos ser el elegido para el mundial de 2022, según las investigaciones del FBI. Las familias de las víctimas de las construcciones en Qatar no han recibido ninguna indemnización, “mientras que las empresas constructoras y la FIFA se embolsan miles de millones”, dice Molodkin. La hipotética compra de la obra traería cosas muy positivas: “Con ese dinero, se financiará un programa de compensación para los trabajadores inmigrantes maltratados y las familias de los que murieron durante la construcción”, dice el artista. “Solo se necesita un futbolista o una persona particular con integridad”.