A 30 kilómetros de Córdoba, en la pedanía de Santa Cruz, se encuentra el yacimiento arqueológico de Ategua, un cerro por donde han pasado numerosas culturas desde el calcolítico hasta la Edad Media, y que permanece prácticamente inexplorado, con solo un 5 por ciento de su superficie excavada.
A pesar de su importancia y de su declaración en 2005 como Bien de Interés Cultural (BIC) por parte de la Junta de Andalucía, la historia de este tesoro arqueológico ha estado marcada por los escasos trabajos que en él se han llevado a cabo, por la ausencia de publicaciones y por el constante expolio, que lo han convertido en un testigo ignorado del devenir histórico de la provincia.
A pesar de lo poco excavado, los resultados obtenidos hasta el momento confirman la monumentalidad histórica y arqueológica de un yacimiento cuya fase más antigua de ocupación se fecha en el siglo IX antes de Cristo, con la localización de cerámica y una necrópolis precolonial, de procedencia tartésica-turdetana.
Parte de su historia y conservación lleva una década en manos de Camino Fuertes, arqueóloga de la delegación de Cultura de la Junta de Andalucía en Córdoba, que ha explicado a Efe que en este tiempo se ha vallado el yacimiento, se ha restaurado la muralla medieval, se han retirado todas las terreras que distorsionaban el paisaje y se ha cuidado el espacio.
Las primeras excavaciones modernas se produjeron en 1933, y ya entonces se determinó la importancia histórica del cerro, que vivió su mayor momento de gloria durante las guerras civiles entre Julio César y Pompeyo.
Fuertes rememora que Ategua, que había tomado partido por el bando pompeyano, tras ser asediada por el ejército cesariano, se rindió el 19 de febrero del 45 antes de Cristo, lo que supuso el preludio de la posterior toma de Córdoba, unos hechos que fueron documentados por el propio Julio César.
Tras su caída, Ategua siguió siendo una ciudad asociada a Córdoba, puesto que era una zona de control agrícola y de suministros para el resto del imperio por su cercanía con el río.
De este periodo histórico únicamente se conocen algunas casas romanas, abandonadas en el siglo II después de Cristo, así como unas termas y un edificio romano porticado que fue identificado como una posible acrópolis republicana.
A partir de entonces, Ategua pierde poco a poco influencia y llega a estar deshabitada en el siglo X, hasta que a finales del siglo XII se convierte en un espacio fortificado perteneciente a la “Cora de Qurtuba” en la época islámica, y permanece viva hasta la conquista cristiana en el siglo XIV, cuando acaba siendo abandonada.
“El abandono definitivo se debe, según las crónicas, a una peste que asoló a la población, que emigra hacia otras zonas como Córdoba”, puntualiza Fuertes, que apunta que, si bien hasta el momento no se han detectado estructuras altomedievales, su estratégica posición conllevó que su cima fuera ocupada por un castillo durante los últimos momentos de la ocupación islámica.
Como con casi todo lo relacionado con Ategua, aún no se ha podido analizar en profundidad, y de momento se ha optado por su mantenimiento y cuidado hasta que las arcas públicas permitan un trabajo arqueológico acorde a la importancia del yacimiento.
El objetivo es analizar todas las edificaciones excavadas en los años 80 y que se conservan en la acrópolis, estudiar la muralla romana, y analizar otros elementos en el momento en el que se disponga de los medios necesarios para llevar a cabo nuevas excavaciones arqueológicas.
Hasta entonces, Ategua seguirá siendo un espacio altamente protegido en manos del Junta de Andalucía, y otro de los importantes misterios arqueológicos del Valle del Guadalquivir.
Por Juan Velasco