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De las brujas como primeras feministas

La actriz, escritora, directora teatral, periodista, ocultista y muchas cosas más, Florence Farr (1860-1917)

Elena Cabrera

22 de agosto de 2022 21:47 h

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“Soy como un leopardo, soy como una poetisa, soy como una religiosa y soy como una fugitiva”. El texto de 1917 titulado Yo, Mary MacLane exige leerlo en voz alta. Dice: “Tengo cerebro, intelecto, no potente pero sí refinado y de una extraordinaria calidad”, pero también: “En ocasiones soy una tonta, una extraña y compleja mentirosa y una vagabunda espiritual”. Y añade: “Soy ultramoderna y muy anticuada; radicalmente incongruente”. La canadiense Mary MacLane, feminista y bisexual, excéntrica y escandalizadora, fue un best seller del momento, vendiendo más de 100.000 ejemplares de su primer libro, Deseo que venga el Diablo (publicado en España por Seix Barral en 2015). También se la puede leer en un contexto más particular, el que propone el libro Mágicas. Brujas, magas y sacerdotisas del amor (La Felguera), editado por Grace Morales.

El trabajo propone una aproximación a diez mujeres —más un colectivo— primero a partir de una breve narración de su vida y su contexto, de la que se extrae cierta intención de resarcir los malentendidos, injusticias y olvidos de su tiempo, acompañada de una selección de extractos de sus obras. Tanto el enfoque general de la obra como este útil Reader’s Digest del ocultismo, construyen un nuevo libro de una editorial, La Felguera, que no se detiene en su cuidadosa indagación en la historia de lo secreto.

“El objetivo de este libro era tener juntos algunos textos que por lo general no se encuentran en ningún sitio”, explica Grace Morales, articulista y corresponsal en la cultura popular desde la fundación del fanzine Mondo Brutto. “Los textos no son difíciles de encontrar, pero no están realmente a la vuelta de la esquina”, indica, y advierte de que “son suficientemente buenos cada uno por sí solos”. Y, así, el libro recoge fragmentos de ensayos políticos, reflexiones filosóficas y espirituales, prosas poéticas, invocaciones y otros textos para prácticas rituales.

Alice Bunker Stockham fue una pediatra experta en salud reproductiva. Fue la quinta mujer con la titulación de médico en Estados Unidos, doctorándose en 1854. Como muchas otras mujeres avanzadas de su época, algunas recogidas en este libro, reivindicó el sufragio universal y también hizo campaña contra otro corsé femenino: el que literalmente se ponían las mujeres debajo de la ropa y que les causaba problemas de salud. Pero fue su interés por extender la información sobre salud reproductiva y sexual a las mujeres lo que le llevó a ser condenada por obscenidad. Publicó un manual sobre tocología para que lo leyeran las mujeres y lo distribuyó personalmente entre mujeres pobres y las que ejercían la prostitución. Grace Morales nos cuenta que Tolstói se quedó tan impresionado con su obra que la tradujo al ruso. Cada ejemplar traía un cupón que daba derecho a la mujer a un examen ginecológico gratuito en su clínica. Stockham hizo todo lo que pudo en una sociedad en la que la ginecología y la psiquiatría se sostenían sobre discursos misóginos.

Ida Craddock nació más o menos cuando Alice Bunker Stockham acababa sus estudios. Viajó por Estados Unidos dando conferencias sobre sexualidad y escribió unos folletos que eran manuales para los matrimonios. “Afirmaba que forzar el coito con la esposa sin que ella lo deseara equivalía a una violación”, escribe Grace Morales. Un concepto, radical en ese momento, que 120 años después llega al corpus legislativo español. En la Exposición Mundial Colombina que tuvo lugar en 1893, una expo universal que fue visitada por 27 millones de personas, la siria Farida Mazar Spyropoulos se presentó como bailarina de la danza del vientre bajo el nombre de Little Egypt. Su vestimenta y su actuación desafiaban las modas y modales de la época. Su espectáculo recaudó muchísimo dinero, pero también atrajo las historias de los periódicos, y en algún caso la convirtieron en un escándalo. Craddock salió en su defensa y publicó una larga carta afirmando que la danza no solo no era indecente, sino que era beneficiosa para los ideales conyugales.

El personaje que une, trágicamente, las historias de Alice Bunker Stockham e Ida Craddock se llama Anthony Comstock, una “bestia negra” en palabras de la autora, que en 1873 fundó la Sociedad Neoyorquina para la Supresión del Vicio, una institución que supervisaba la moral de lo público y trabajaba junto a legisladores y jueces. En el caso de Stockham, consiguió que fuera acusada de obscenidad por enviar material inapropiado por correo y tuviera que cerrar su editorial. En el de Craddock, las leyes Comstock la persiguieron incansablemente. La primera vez que acabó en la cárcel fue, como Stockham, por distribuir material obsceno. Cuando iba a ser encarcelada por tercera vez, la autora prefirió suicidarse, dejando escrita una dura carta de acusación que se recoge en el libro. “Durante más de nueve años, he estado luchando, sin ayuda y en solitario, contra el comstockismo. Una y otra vez me he visto arrinconada, mis libros se han requisado y quemado, y yo misma me he visto públicamente estigmatizada en la prensa por Comstock y sus seguidores como una proveedora de literatura indecente. Sin embargo, esa misma literatura ha estado circulando discretamente en todo momento con la aprobación de hombres y mujeres que llevan vidas sumamente respetables y puras, y he recibido numerosas cartas dando fe de su valor”, escribió en su nota final.

“Anthony Comstock fue el creador de una serie de leyes terribles para la moralidad más rígida”, explica Grace Morales a este diario. “Cientos de libros fueron quemados en su nombre y, las personas, llevadas al suicidio por su persecución en la prensa, entre ellas Ida Craddock”, añade. “Los represores han sido múltiples, desde la Iglesia, los gobiernos, los grupos de opinión, en fin… el mundo masculino en general, y el femenino no educado también. Y también hasta hoy”, incide.

La magia como práctica emancipadora

Afirma Grace Morales que brujas, magas y hechiceras han existido siempre: en la Antigüedad, en la Edad Media, en la época de Alice e Ida, y en la actualidad. A la bruja se le han atribuido poderes y se la ha representado como alguien a quien temer, alguien que amenazaba lo establecido. La brujería y la condición femenina han ido de la mano. Y al igual que los hombres que han ostentado poder han utilizado la brujería como estrategia para perseguir a esas mujeres ‘diferentes’, también se puede decir que las mujeres la han utilizado como estrategia feminista de lucha contra el patriarcado. 

“Es una estrategia feminista desde que el mundo es mundo”, explica Grace Morales. “Cuando no existía el feminismo, ya estaban las brujas reivindicando todo aquello por lo que el feminismo luchó desde su nacimiento: mujeres libres, ilustradas, solas o con herramientas propias”.

En el contexto del surgimiento de las “brujas urbanas”, que va paralelo al feminismo, aparece esa mujer “outsider” que se mantiene económicamente sí misma, sin dependencia de nadie, ni hijos ni pareja y que en muchos casos en el siglo XIX y XX se hace seguidora del ocultismo, ingresando y formando logias y sociedades secretas. Helena Blavatsky, confundadora de la Teosofía, fue una de las pioneras, y como teósofa se definía la poeta Gabriela Mistral. A partir de la masonería surge la Orden Hermética de la Aurora Dorada, de la que es líder la actriz y sufragista Florence Farr y a la que perteneció la autora de cuentos infantiles, sufragista y activista de los derechos de las mujeres Constance Wilde, esposa de Oscar Wilde. De las enseñanzas de Aurora Dorada extrajo Aleister Crowley ciertos preceptos para formar su propia logia, Ordo Templi Orientis. “En aquellos tiempos hubo mujeres igual de valiosas que Crowley, aunque su fama no ha trascendido tanto”, apunta Grace Morales en el prólogo del libro, aludiendo a la escritora Dion Fortune. Fortune intentó combatir a los nazis con una suerte de “soldados psíquicos” que, con meditación, protegerían la costa del Reino Unido.

Brujas de ayer y de hoy

“Era lógico que las feministas tomasen a las brujas como baluarte”, dice la autora del libro. Ese tipo de magia, brujería u ocultismo emancipador desciende hasta nuestros días por cuatro líneas, según explica Grace Morales: una procede de “la magia ceremonial” de la Golden Dawn, otra de la Teosofía, otra de la Wicca, con la figura de Doreen Valiente, incluida en el libro, y “el más reciente, W.I.T.C.H., que se formó en los años sesenta del siglo XX, como contrapartida feminista y bruja a otros grupos masculinos como los Panteras Negras, los yippies o los diggers”.

El grupo de guerrilla feminista W.I.T.C.H. —sobre el que La Felguera tiene también un librito imprescindible— utilizaba como arma en sus acciones directas los conjuros y hechizos. “Somos brujas, somos mujeres”, decían. “¿Cómo se convierte una chica en una mujer? Cuando define su propia vida y deja de ser controlada por su familia, su novio o su jefe. Cuando aprende a levantarse y luchar por sí misma y por otras mujeres, porque ha aprendido que sus problemas no son únicamente suyos”, decían en uno de sus panfletos tras el despido de dos mecanógrafas de una compañía telefónica. Según la autora, ese espíritu de las células revolucionarias de mujeres que surgieron a finales de los años sesenta experimenta hoy un renacimiento tanto en Estados Unidos como en México.

“Para mí — explica Grace Morales— las enseñanzas de estas mujeres han sido muy importantes porque ilustran un cambio de paradigma en la mentalidad femenina. A diferencia de la filosofía, siempre manejada por hombres, estas mujeres, desde principios del siglo XX, desarrollaron unas prácticas y escribieron unos libros para conocerse mejor ellas, ellos y el mundo que las rodeaba”.

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