Anabel camina hacia nosotros por el pasillo de una mansión de aire victoriano. Pisa con fuerza segura de sí misma, rica, poderosa. Sus pasos retumban con una claridad amenazante. De pronto, uno de sus tacones se rompe y se tuerce el tobillo. Dolida, camina renqueante hasta la puerta donde recibirá al personal de servicio que le preparará la cena esa noche, a ella y a sus treinta invitados. No la volveremos a ver cojear porque no puede permitirse hacerlo. El dolor no cabe en una cena de protocolo del más alto copete. Su fachada ocultará ese pequeño secreto que lo demás no tienen por qué conocer. Es uno de muchos.
Pero esa noche entre los camareros se encuentra Chiara, una joven que sabe más de lo que aparenta. Anabel la abandonó cuando tenía ocho años. No la ha vuelto a ver desde entonces. Han pasado más de tres décadas pero cuando se reencuentre con su madre solo le pedirá una cosa: que pasen diez días juntas. Nada más.
Así empieza La enfermedad del domingo, drama que trasunta el thriller hitchcockiano y el trauma seco propio del cine del mejor Haneke. Su director la acaba de presentar en la Berlinale, siendo una de las poquísimas representantes españolas presentes en uno de los festivales más importantes del mundo. La madre del film es Susi Sánchez. La hija es Bárbara Lennie. Dirige Ramón Salazar.
Vuelve al Festival de Berlín quince años después de presentar aquí su ópera prima, Piedras. ¿Cómo se siente?Piedras
Con mucho nervio. Hoy es el estreno. Vengo con la intención de que no me pase como me pasó con Piedras, que volví de Berlín y tuve la sensación de que no había estado. Lo que quiero ahora es estar muy presente y volver teniendo en cuenta lo importante que ha sido esto. Saber que he estado aquí.
¿Qué pasó? ¿Por qué cree que tiene esa sensación de no haber estado?
Porque fue todo demasiado apabullante. Yo acababa de salir de la escuela e hice un corto llamado Hongos. De repente tuve la oportunidad de rodar un largo y ¡pum! estábamos aquí en la Berlinale. Fue demasiado abrumador. Cuando volví y puse los pies en la tierra tuve la sensación de que nada había pasado. Y no quiero que me pase de nuevo.
¿Por qué La enfermedad del domingo está en la sección Panorama? ¿Hubiera preferido competir en la Sección Oficial?La enfermedad del domingo
Es que en esta ocasión es la primera vez que me aparto un poco de la película como director. Es decir, he dejado que la película vaya hablando y pidiendo sus propias necesidades. Todo ha sido así en el rodaje, la postproducción, en montaje… Así que la película está donde tiene que estar y me hace muy feliz que esté en Panorama. La película está tomando su rumbo ella sola y allá donde vaya me parece bien. No me molesta que esté en una sección u otra. Estar aquí ya es importantísimo.
La enfermedad del domingo es un largometraje que tiene su propio corto precuela, llamado El domingo. ¿Qué nace antes?La enfermedad del domingoEl domingo
En realidad todo viene de un sentimiento un poco egoísta mío que era la necesidad de trabajar con dos actrices en un drama importante. Recluirme en un sitio que me diera intimidad, como han sido los bosques, montañas y lagos que aparecen en la película... y trabajar con ellas. El germen de todo es esa voluntad de querer trabajar con pocas personas, y disfrutar dirigiéndolas.
En su anterior trabajo, 10.000 noches en ninguna parte, ya trabajó con Susi Sánchez. Ahora su Anabel es un personaje fuerte y complejo, protagonista casi absoluta de la cinta. ¿Sería posible La enfermedad del domingo con otra actriz?10.000 noches en ninguna parteLa enfermedad del domingo
Qué va. Si te soy sincero, creo que La enfermedad del domingo antes que nada fue un reto, el de escribirle un protagonista a su altura. Desde que trabajé con ella nos entendimos tan bien que decidí que quería hacerle un papel así. Independientemente de saber siquiera de qué iba a ir la historia. De ahí parte un poco todo. De querer reducir lo coral que había hecho en el resto de mis películas a solo dos actrices, y la necesidad de darle un protagonista a Susi. Con la suerte de que la he tenido a mi lado en todo el proceso de escritura.
Escribir es un trabajo muy solitario pero en este caso ha sido distinto, porque la he tenido ayudándome casi dos años. Su personaje lo creamos ambos. Cada vez que escribía algo, cada vez que hacía una biografía de personajes, quedaba con ella y lo hablábamos. Me daba el feedback y yo volvía a escribir. Y le mandaba cada nuevo tratamiento del guión. Todo eso lo he hecho con ella, que ha aportado muchísimo en la construcción de este personaje que ha sido exclusivamente escrito para ella.
Dice que ha pasado de historias corales a un drama de dos personajes. ¿Qué le empuja a abrazar el 'menos es más'? Muchos realizadores optan por reducir sus guiones a pocos personajes por cuestiones de presupuesto...
No, no. No he hecho esto motivado por un ajustado presupuesto. Ha sido una necesidad creativa. Hasta el momento había hecho historias con un reparto absolutamente coral, casi con diez actores con matices importantes, desarrollos individuales y voces propias en la historia. Pero ahora me apetecía reducir todo, contar otro tipo de historia mucho menos cargada.
El presupuesto no ha tenido nada que ver. Ha sido una cosa de experimentar un camino nuevo y sobre todo encerrarme y disfrutar de lo que es dirigir a dos actrices que prácticamente están el 90% del metraje solas en pantalla. Ha sido todo la voluntad de trabajar cierta intimidad. Es una cosa meramente egoísta como realizador.
Si Anabel se escribió para Susi Sánchez, ¿cómo dio con Bárbara Lennie para que interpretase a Chiara?
Bárbara llegó cuando la financiación ya estaba armada. Hicimos un casting con varias actrices y, a priori, Bárbara no me cuadraba para el papel. No era la Chiara adecuada porque ella es mucho más joven que el personaje, que tenía más de cuarenta. Pero no me podía resistir a verla en directo, interpretando a Chiara. A ver qué hacía.
Y claro, le di la secuencia que considero más difícil, una en la que Chiara estalla y le arroja una taza de cerámica a su madre. Ella llegó, hizo la prueba, arrasó y cuando salió de allí yo tenía clarísimo que era la Chiara que buscaba. Se me había olvidado por completo y de un plumazo, el tema de la edad y todo lo demás.
Esa escena es brutal y recorre muchas emociones en poco segundos... ¿Cómo ha sido dirigirlas?
Bárbara es una actriz con una intuición desbordante. Viendo lo que hizo en esa escena y pensé: “Si esta mujer llega a este punto, cuando ni tan siquiera hemos hablado del personaje, ¿dónde puede llegar si nos sentamos a ensayar?”.
Aún así tenía cierto miedo, porque temía que no cuajaran ella y Susi. Pero resultó que estaba equivocado. Cuando habíamos hecho tres lecturas del guion vi que lo mejor para la historia era que ellas, como actrices, tampoco se conocían y eran muy diferentes. Es un poco lo que pasa en la película: son dos desconocidas, dos mujeres con un bagaje emocional totalmente opuesto. Anulé todos los ensayos e iniciamos el rodaje con ese desconocimiento la una de la otra.
También es cierto que las dirigí de forma que una sabía cosas que la otra no, manejando secretos y haciendo que fuesen conectando emocionalmente, a medida que avanzaba el rodaje. Igual que los personajes en la historia. Hasta el final, que rodamos casi cronológicamente para que llegasen al nivel de compenetración que necesitaba la historia.
Muchas de las escenas llegan a un punto emocional muy fuerte pero de repente, corta con una imagen de transición que recuerda al sonido del pase de unas diapositivas. ¿Por qué rompe así el desarrollo?
Principalmente por dos razones: porque no queríamos recrearnos en el sentimentalismo. Y por tanto, los finales de cada uno de los diez días que transcurren en a trama, queríamos que pasasen con una transición rápida hacia el siguiente momento. Queríamos que La enfermedad del domingo fuese un drama seco. Pero también porque al final la película narra eso que se ve en una escena en la que ellas dos pasan la noche viendo diapositivas juntas. Fotos del pasado. La idea era que la película fuesen diez diapositivas más en la vida de dos mujeres muy distintas.
Entre 20 centímetros y 10.000 noches en ninguna parte pasó casi ocho años sin volver a estrenar. Y ahora en dos años ha rodado dos películas. ¿Qué ha cambiado?20 centímetros 10.000 noches en ninguna parte
Creo que es una cuestión de madurez. Todo lo que me pasó desde que estrené Piedras pasó muy rápido. El arranque de mi carrera fue muy precipitado. Yo era muy joven y creo que me faltaba madurez para enfrentarme a todo aquello.
Y luego vino este parón que mencionas en el que me dediqué a hacer otras cosas: di clases de interpretación, hice guiones para otros directores… y creo que en ese impasse me dio tiempo a recolocarme. A saber qué tipo de historias quería contar y cuál era el camino que de verdad quería seguir. Tuve la suerte de producir 10.000 noches y poder decirle a la industria: “Aquí estoy otra vez”. Por suerte funcionó y el resultado ha sido La enfermedad del domingo, que ha tenido un proceso de financiación mucho más rápido, sabiendo muy bien en el punto en el que quiero estar como director para contar historias.
Guillermo del Toro decía que para estrenar una película, tenía que mover cuatro guiones proyectos a la vez para que, con suerte, uno de ellos llegase a ver la luz. ¿Ha hecho lo mismo usted?
Qué va, qué va. Yo no tengo ese poder, yo tengo capacidad para mover uno intentando que la suerte me acompañe y que ese proyecto sea el que consiga financiación. Ojalá tuviera ese don, pero a mí me lleva dos años escribir un guion. Eso es lo que ha pasado con La enfermedad del domingo. La verdad es que cuando terminé el guion pensé que no iba a encontrar financiación. Tuve la sensación de que era una historia demasiado dura, con dos protagonistas femeninas de más de cuarenta años… tenía todo para no ser producida en España. Por suerte, Francisco Ramos -productor- lo leyó y me dijo: “Vamos a hacer esta película”. Aún así no ha sido fácil el proceso de financiación...
¿No ha sido fácil por tener a dos mujeres protagonistas de más de cuarenta años? ¿Por qué cree que no hay más historias de este tipo?
No hay más historias de mujeres de más de cuarenta porque nos movemos mayoritariamente entre historias masculinas dirigidas por hombres. Según la industria, la mujer deja de ser atractiva para el hombre heterosexual a partir de los cuarenta. Yo veo todo lo contrario, a partir de los cuarenta las actrices están en su mejor momento vital y artístico, y son capaces de desarrollar todo un despliegue de experiencias y emociones sobre lo más interesante de la vida. A la vista está.
Por desgracia, las actrices mayores de cuarenta años han sido relegadas a ser las madres o las abuelas del protagonista masculino. Y punto. Es así. Yo creo que esta es la edad perfecta, la edad en la que los personajes femeninos tienen más cosas que contar. Para mí, pasan a ser muchísimo más interesantes como personajes dramáticos.
¿Cree que esto puede cambiar con la ola de feminismo que se vive en la cultura? ¿Las cosas van a cambiar en la industria?
Yo espero que así sea. Creo que ahora están arrancando historias con grandes personajes femeninos, o bien dirigidas por grandes directoras. Ese tipo de historias parecen estar cogiendo peso. Pero creo que contarlas es solo el principio: limitarnos a esto sería ver solamente la punta del iceberg. Creo que hay que esperar un poco para ver si todo esto realmente termina siendo efectivo. Si conseguimos una industria más igualitaria o no.
Dentro de un año habrá que poner todo lo que está pasando en una balanza y ver si ha sido efectivo. Ver si ha aumentado el porcentaje de mujeres en todos los ámbitos del cine, desde la dirección a la fotografía, pasando por más guionistas y montadoras. Por supuesto, también habrá que ver si ha aumentado el porcentaje de mujeres de más de cuarenta años que pasan a ser protagonistas de historias. Hay que contar sus historias.
Creo que, por ahora, hay que poner todavía una señal de aviso sobre este tema, para que pase el tiempo y ver si realmente todo esto ha sido efectivo. Puede que haya sido una llamada de atención que luego no se traduce a través de la industria en resultados positivos. Yo espero que sí y quiero creer que las cosas van a cambiar. Pero solo el tiempo lo dirá.