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Entrevista

Albert Serra, cineasta: “Soy una cana al aire en el matrimonio del espectador con el cine convencional”

Javier Zurro

31 de agosto de 2022 21:26 h

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Albert Serra se parapeta detrás de sus gafas de sol y uno nunca sabe si lo que dice es la verdad más salvaje y despojada o una provocación juguetona y medida. Sus respuestas son como su cine, sorprendentes, desafiantes y un reto constante. Es un autor para el que la etiqueta 'inclasificable' parece un simple cliché. Hace un cine contracorriente, que explora límites narrativos y también la paciencia del espectador. No es de extrañar que sea uno de los autores más respetados a nivel internacional. Uno de esos que puede permitirse el lujo de competir por el premio más prestigioso del cine de autor, la Palma de Oro de Cannes.

Lo hizo con Pacifiction, su última película. La historia de un alto comisionado francés que investiga unas prácticas militares en Bora Bora es una excusa para hacer lo que le da la gana. Para construir imágenes hipnóticas como un tsunami que ríase de Lo imposible o un baile donde Fassbinder y Lynch se dan la mano. El filme se estrena este viernes en salas de cine en España, donde sus películas han pasado siempre de puntillas. Esta vez él quiere hacer ruido. 

La película se estrena después de competir por la Palma de Oro en el Festival de Cannes. ¿Es lo máximo a lo que uno puede esperar como director, a competir por la Palma de Oro en Cannes?

No lo miro así, pero sí es verdad que allí se le presta una atención especial al tipo de cine que yo hago. Y si es en competición, pues esto tiene todavía una difusión superior. Entonces es quizás un equilibrio bastante ideal y bastante perfecto de aceptación de lo más osado que se puede ver hoy en día y al mismo tiempo con una difusión que creo que las películas que están allí merecen porque son las que intentan, al menos en algunos casos o en la mayoría de los casos, abrir caminos nuevos, explorar nuevas vías estéticas en relación a lo que debe ser el cine de hoy en día. Así que, sí, es un buen sitio.

No sé si eso es algo que siempre se propone con su cine, abrir vías nuevas.

Sí, esa es un poco la idea también. Pasa, al principio, por sorprenderme a mí mismo creando una cosa que no sea como lo que ya he hecho, algo que realmente me interpele o me desafíe a mí mismo. A partir de aquí, probablemente porque estoy bastante al tanto de lo que pasa en el cine contemporáneo, el resultado de este desafío personal contra mí mismo acaba teniendo una originalidad objetiva y acaba siendo fiel a mi propia personalidad. Esto también es importante, y acabas creando mundos o imágenes, o tonos o atmósferas, que no son tan habituales o que incluso pueden llegar a ser inéditas.

¿Cuál era el desafío con Pacifiction?

Que fuera una película un poquito narrativa, que tuviera una cierta ligereza, que hubiera una pequeña peripecia, que tratara un tema de actualidad, con ciertas tensiones del mundo en que vivimos, que hubiera unas ciertas observaciones sobre lo humano, y esto contextualizado en un mundo más o menos coherente, identificable como el mundo actual, y que además yo dentro de estas imágenes pudiera destilar mis obsesiones por los detalles, por pequeñas filias escabrosas, pequeñas sugestiones no políticamente correctas. Unas imágenes a veces que de espectrales llegan a ser visionarias. Que tampoco fuera periodismo en imágenes, sino que realmente la pulsión creativa fuera lo más esencial. Y bueno, hacer esto compatible en un todo coherente. Ese era mi desafío y no sé hasta qué punto lo conseguí, pero si el espectador lo siente como experiencia fuerte, pues ya está bien.

Cuando se presentó en Cannes algunos dijeron que era su película más convencional. No sé si para usted eso más que un halago es todo lo contrario.

¡No os confiéis! Hay un margen, yo creo que grandísimo. Incluso a ese nivel que te decía de sutilezas y de detalles hay margen. No sé, supongo que es mi película más convencional. Y aunque sea falso, siempre será infinitamente más osada y audaz que la totalidad, ya no del cine, que esto es casi una perogrullada, pero sí que mucho cine mundial bastante avanzado. Los adjetivos que los ponga la gente, pero el resultado es lo que cuenta. Y sobre todo, insisto, la experiencia de este resultado por el espectador, que es a lo que yo me debo, aunque paradójicamente la gente se piensa que hago las cosas para mí mismo. Sí, el desafío es contra mí mismo, como te dije antes, pero la experiencia la va a sentir él.

Es esa dicotomía que muchas veces el cine de autor parece que crea. Hago la película para mí, no para los espectadores. ¿Le gustaría que sus películas fueran un éxito de taquilla?

A mí esto me es indiferente. Pienso que para la gente que entiende, para la gente que entiende el tipo de exploración que yo estoy haciendo, si ven la película y la disfrutan en toda la complejidad en que yo desee plantearla, esa es mi satisfacción y mi logro. A partir de aquí, hasta qué punto la gente puede tener acceso a las virtudes de esta película y disfrutarla es otro tema. Pienso que la gente está tan harta de las imágenes que se repiten, que a lo mejor la gente la ve solo para echar, cómo diría yo, una cana al aire, ¿no? Tras toda su experiencia de pareja convencional con el cine normal, con su historia de amor repetitiva y aburrida. Una relación de la que debería divorciarse este espectador. Pero si no quiere divorciarse del todo, que sé que es un poco difícil de hacer como yo lo hice, que ya vi el camino del cine radical y ya nunca más supe del otro, si no puede hacer este cambio tan radical en su vida y abandonar el cine normal, al menos, una cana al aire.

¿Qué cine le gusta?

El que practican gente como yo en ciertos lugares del mundo.

Dígame otro nombre que no sea el suyo.

La película de Gaspar Noé (Vortex) me gustó mucho en Cannes. Incluso me había gustado mucho la anterior. Mucho más. Y ahora, por ejemplo, Rímini, que estaba en Berlín este año y que no ganó pero es buena, es una cosa bastante impactante, como todas las de su autor. Por poner un ejemplo de dos películas que no tienen nada que ver. En Venecia podréis ver ahora la última de Lav Díaz, que estuve en el rodaje.

¿Ha hecho siempre el cine que ha querido? ¿Siempre ha hecho la película como le ha dado la gana?

Sí, en este caso sí lo puedo decir, que he sido afortunado, siempre en unas condiciones muy coherentes a nivel presupuestario y muy lógicas y bastante austeras, por decirlo así. Pero sí, fui afortunado de tener productores y coproductores, sobre todo en el extranjero, que respetaron esta visión y que, al contrario, piensan que lo que yo haga, por más extraño que les pueda parecer al principio, siempre tiene una razón de ser y que al final redunda en la calidad de la película.

Parece que sus películas se acogen mejor en Francia. No sé si cree que tiene que ver algo con la educación audiovisual allí.

No es que tenga que ver, es que es a causa de esto, básicamente, y no solo de audiovisual, sino también de un aprecio superior por todas las artes en general.

Al ver a Benoît Magimel en la película, con ese pelo, esas gafas y ese traje, me fue inevitable no pensar en usted, ¿cuánto de juego de espejos o de trampantojo hay en esa caracterización?

No lo sé. Es una buena pregunta. Las gafas las escogió él porque es un coleccionista. De hecho, diseña una colección para una marca de gafas y tiene una colección de no sé cuántos centenares. Está obsesionado con esto. Escogió ese cristal porque quería que se vieran los ojos un poco, pero no mucho. Me propuso dos colores y escogí el azul, pero sí que yo diseñé personalmente el traje que él lleva, porque me gusta mucho y de hecho me hice uno para mí similar o casi idéntico. Quizá sí que hay una fusión teniendo en cuenta estos dos elementos, pero aparte de esto, yo creo que él se desenvuelve autónomamente y lógicamente en su mundo, que es este mundo que describe la película y allí, bueno, pues no hay autor. Es difícil que pueda meter mano de una manera, digamos, directa, sin que pierda sutileza la cosa. Al contrario, esquivo cualquier forma de identificación conmigo y con mi mundo. Lo que me interesa son cosas que no conozco, no lo que ya conozco.

De hecho, siempre le he escuchado decir que no le interesa nada esta moda de la autoficción. ¿Por qué cree que tantos directores recurren a ella para sus películas?

Porque son gente sin curiosidad, perezosos y quieren evitar a todo precio la fricción en el trato con la alteridad a nivel profundo. Entonces uno se queda ensimismado en uno mismo y le parece que esto es muy interesante. En cambio, lo que yo hago a nivel de salvajismo, esto es el máximo nivel. A nivel de fabricación, a nivel de tensión, de ir al fondo con esta angustia de terrenos inexplorados, incluso para el actor, no creo que nadie me supere.

Creo que su siguiente película es sobre el mundo de los toros.

Sí, es más sobre el mundo de los toreros, sobre todo porque no quiero entrar en polémicas que no son de mi interés y en cambio sí que lo es el mundo de los toreros y sobre todo el compromiso personal, la locura casi personal de estar en 2022 haciendo esto, el interés tan profundo por la tauromaquia, por arriesgar la propia vida. Me interesa en todos los temas espirituales, de valor, de angustia, también de, casi diría, de definición de civilización, ¿no? El rol de los animales en nuestra civilización, por ejemplo, y cómo esto es vivido desde dentro por los toreros, sobre todo por los más dignos y comprometidos con este arte. Creo que es un tema único y que está a mi alcance y que no encuentro ninguno de una violencia tal, ni similar, y donde realmente la decisión de la persona juega un papel tan misterioso.

¿Le gustaría ganar un Goya?

Para mí siempre todos los premios son bienvenidos. Desde el momento en que uno se presenta a un premio, en este caso los productores deciden presentarse, pues yo prefiero ganar que perder. Esto sin ninguna duda. 

Y esto que se dice de que el arte no debe competir…

La historia es la competición más grande, el juicio de la historia. Siempre estamos compitiendo directa o indirectamente. Y claro, también tengo que decir que la competición a la que yo me dedico, por la que trabajo cada día, es por la gloria eterna, pero si hay pequeñas competiciones entre tanto también me gusta ganarlas.

¿Qué cree que dirá el juicio de la historia del cine de Albert Serra?

Esto no lo sé, pero que será mejor que el 99,99% de todos los nombres que tú o cualquier espectador tiene en su cabeza, esto seguro.

Entrevista completa con Albert Serra

Vídeo: Nando Ochando y Xabi González