“Siempre me quedé con la duda de saber qué pensaría Francisco Paesa de la película. Había algo sumamente literario en lo que todo el mundo cuenta que fue su vida”. El director Alberto Rodríguez fue el responsable de llevarla a la gran pantalla en El hombre de las mil caras en 2016. Y el actor Eduard Fernández, el elegido para encarnar a uno de los personajes más insólitos de la historia reciente de España, con cuyo final tampoco ha dejado indiferente: falleció el pasado mes de mayo con 87 años a las afueras de París, sin que nadie se enterara. Hasta esta semana.
“Cuando hicimos la película no se sabía muy bien si estaba vivo o muerto”, reconoce a este periódico el cineasta sevillano, que gracias al largometraje ganó junto a su compañero Rafael Cobos el Premio Goya a Mejor guion adaptado. La primera vez que les hablaron del proyecto, que recibieron por encargo, fue entre 2010 y 2011. “En ese momento había un magnate ruso que le andaba buscando por algún asunto turbio”, comparte. En efecto, Alexander Lebedev, dueño de entre otros negocios The Independent, terminó pasando veinte años persiguiéndole por una operación en Bahréin en la que desaparecieron veinte millones de dólares suyos y solo aparecieron diez.
Años más tarde, en 2014, Cobos acudió a Ginebra a presentar el largometraje que ambos habían escrito previamente, La isla mínima. Título que cosechó hasta diez cabezones en 2015. “Alguien de la ONU le contó allí casi en secreto que Paesa había muerto. Era mentira, claro. Pero en su momento parecía verdad”, comenta. Tampoco era la primera vez que se le daba por fallecido. De la inaugural sí que se había enterado todo el mundo, cuando en el verano de 1998 el periódico El País publicó una esquela comunicando su supuesta muerte en Tailandia.
Nunca llegaron a hablar con él. Ni una vez estrenada la película recibieron noticia alguna sobre su opinión al respecto. Pero sí se hizo notar. “Estando de camino al Festival de San Sebastián, el mismo día en el que se iba a presentar El hombre de las mil caras, Paesa reapareció como portada de Vanity Fair. Se había enterado de que la película se estrenaba y resucitó por segunda vez. Fue bastante sorprendente. Teníamos la creencia, que no certeza porque con este hombre certeza nunca, de que había muerto por lo que nos había dicho el representante de la ONU. Fue una aparición casi fantasmagórica. Más novelesco no podía ser”, afirma.
Esta vez fue un amigo periodista quien le envió el artículo de elDiario.es que reveló este lunes la muerte del banquero. “Pensé que esta vez sí que era verdad en parte por quien me lo mandó y porque era de hace un tiempo. Tenía 87 años... Que ya es una edad avanzada”, señala.
Del mito a la libertad para ficcionar
La película estuvo basada en el libro Paesa, el espía de las mil caras, escrito por Manuel Cerdán. En su adaptación decidieron limitar la cinta a la historia de la huida de Luis Roldán para retratar al personaje del banquero. Un episodio que ocurrió en los años noventa, en los que colaboró en la fuga del que fuera el director de la Guardia Civil, acusado de corrupción. El político había reunido un botín de más de diez millones de euros, cobrando comisiones ilegales de las reformas de las casa-cuartel de la Guardia Civil de todo el país y saqueando los fondos reservados del Estado. Paesa le ocultó y le ayudó a esconder el dinero.
Lo que más llamó la atención a Rodríguez de la biografía de Paesa es “el recorrido de alguien que trabaja, si no en los servicios secretos, para los servicios secretos de un país que atraviesa diferentes regímenes y él sigue ahí independientemente de quién gobierne”. “Se había mantenido al margen de quien mandara, ya fuera democracia o una dictadura”, comparte.
Pese a que no contactaron con él ni con nadie de su círculo más cercano, Rodríguez cuenta que el contacto más cercano al que accedieron fue “una jueza que tuvo relación directa con él y lo recordaba de manera clara y evidente”. También un piloto que “había trabajado con él mucho tiempo”. “Fue muy interesante la recreación de su figura casi como él quería, como si fuera una especie de mito”, apunta. Lo que descubrieron sobre su manera de proceder le llevó a pensar que “algún día” recibirían su llamada. “Tenía un sentido del humor y una apreciación muy peculiar de los hechos y la forma de constatarlos”, explica sobre por qué nunca descartó que acabara apareciendo en el momento menos pensado.
Más allá de aquella conversación que jamás se produjo, el cineasta valora que esa forma de ser tuvo consecuencias positivas para el desarrollo del largometraje: “Hubo un momento en el que nos hizo casi sentirnos autorizados a la hora de escribir y empezar a inventar. Porque francamente, era imposible recomponer la verdad. Como no se podía completar este puzle, tenías que empezar a ficcionar. Esa fue la manera de acabar la película. Y creo que él habría autorizado algo así porque buena parte de los hechos que hay en su biografía son pura ficción”.
Siempre me quedé con la duda de saber qué pensaría Francisco Paesa de la película
Eduard Fernández, la mímesis perfecta
Fernández, a quien Rodríguez reivindica como “un profesional increíble y maravilloso, y uno de los mejores actores del país”, encarnó a Paesa en el filme. “Intentamos aprender y recoger todo lo que encontrábamos sobre él aunque no diéramos con el referente directo. Entre otras cosas, creo que una de las cuestiones por las que sobrevivía dentro del mundo en el que se movía es porque era prácticamente invisible”, relata sobre cómo armaron al Paesa de su película y las directrices que dieron al actor para interpretarle.
“Fue bastante sencillo conectar con él, darle todos estos textos y que fuera capaz de elaborar este personaje tan interesante”, constata. Su trabajo fue reconocido en el Festival de San Sebastián, donde se alzó con la Concha de Plata a Mejor actor. En su discurso de agradecimiento, Fernández se dirigió directamente a su alter ego.
“Me acuerdo en este momento de ese ser curioso, el controvertido Francisco Paesa, igual me está viendo usted. Don Paco, aquí estamos, me lo han dado a mí, que hago de usted. Me he inventado quién es usted. Por esta película que hemos hecho sobre un libro en el que hay verdades y mentiras, con un guion también con verdades y mentiras. En esta película de mentirosos contando tantas mentiras, a lo mejor hemos hecho cine y hemos contado una gran verdad. El hombre de las mil caras, Paesa, esa película”, pronunció. El papel le valió igualmente por la nominación al Goya, que recayó en Roberto Álamo por Que Dios nos perdone (Rodrigo Sorogoyen).
Referencia directa sí estuvo cerca de tener Carlos Santos, que se metió en la piel del exdirector de la Guardia Civil, fallecido el año pasado. Fernando Sánchez Dragó había escrito La canción de Roldán y fue a través de él como se puso en contacto con el equipo de la cinta. Su propuesta llegó tarde. “Teníamos ya todo localizado y el rodaje iba a empezar. Ya no tenía sentido hablar con él”, argumenta. Nunca más volvió a intentarlo, ni siquiera una vez estrenada El hombre de las mil caras en cines.