Cualquier relación, ya sea personal o profesional, acaba teniendo una estructura jerárquica. Siempre hay alguien que ostenta una posición de poder. Ocurre, por supuesto, en las familias, donde las madres y los padres deben ser siempre la figura respetable que ponga normas a sus hijos. Que les vean como gente centrada, sensata y que sabe de lo que habla. Pero, ¿se pueden romper esos moldes clásicos entre madres e hijos?, ¿se puede maternar apostando por una horizontalidad en vez de por la clásica estructura vertical? En el fondo esas cuestiones están detrás de la clásica pregunta sobre si una madre puede ser amiga de su hijo.
El cine siempre ha tratado ese tema, pero con la llegada de mujeres a la dirección la cantidad de miradas y enfoques se han multiplicado ofreciendo aristas y complejidad a un asunto que antes estaba simplificado y filtrado por la mirada masculina. Por eso es tan interesante lo que propone Dolores Fonzi en Blondi. La actriz argentina, conocida por sus papeles en Truman o Paulina, debuta en la dirección con esta comedia con un ligero poso dramático donde da también vida a la protagonista, la Blondi del título.
Ella es una madre que tuvo a su hijo siendo adolescente. Lo tuvo, entre otras cosas, porque el aborto en Argentina era un tema tabú e ilegal, y ahí la película ya va mostrando su habilidad para colar temas sociopolíticos en esta entrañable relación entre una madre y un hijo. Normalmente la maternidad de mujeres jóvenes está abordada desde el dramatismo y casi lo marginal, pero Fonzi apuesta por lo luminoso, por contar una relación que rompe barreras y que, como explica ella, “quiere romper la verticalidad que hay entre madres e hijos para preguntarse si puede ser algo horizontal”.
Blondi sale de fiesta con su hijo, fuma porros con él, habla de sexo, no le importa tener una resaca espantosa y contárselo… todo lo que normalmente estaría definido como ser una mala madre, una etiqueta que Fonzi rechaza de lleno. “No es algo que hubieran dicho hace diez años, creo que ahora la gente también lo pensaría. Cuando desarrollaba el guion, mi miedo era que pareciera una madre marginal, o cuál sería la mirada sobre esa madre que fumaba tantos porros, y ese miedo sigue estando. Creo que la película tiene una mirada amorosa, y nunca diría que ella es una mala madre. Una madre buena es la que está llena de amor, y aquí lo que prima en los vínculos entre los personajes es precisamente eso, el amor. Es una forma de familia que no se suele retratar así en el cine”, dice Dolores Fonzi.
Para la cineasta su película “plantea una maternidad distinta, sin las presiones de lo que la sociedad pide a las mujeres”. “Nos pide ser la mujer perfecta, la madre perfecta, la que hace todo bien. Blondi es la madre que quiere ser y vive esa libertad. También es una película sobre la libertad, y en ese sentido no es que sea amiga de su hijo o no, sino que invierte y trabaja el vínculo desde el amor y ese amor logra que tengan un vínculo de amistad. No es que las madres ‘deban’ ser amigas de sus hijos, lo que deben hacer es darles amor a esa persona que va a crecer junto a ella. Amor y espacio, porque si no ese vínculo no va a valer la pena. Para mí el filme habla de los vínculos, y en este caso, como están tan cercanos en edad eso se traduce en una amistad, pero podrían no ser amigos mientras que esté ahí. Ella comparte los porros y otros compartirían otra cosa”, explica.
La sociedad presiona a las mujeres. Nos pide ser la mujer perfecta, la madre perfecta, la que hace todo bien. Blondi es la madre que quiere ser y vive esa libertad
No había tenido nunca ese ansia por dirigir, y este proyecto llegó de forma “intuitiva y un poco inconsciente”. Trabajando con amigos, escribiendo, y divirtiéndose, hasta que ese guion estuvo escrito. Su pareja, el director Santiago Mitre –responsable Argentina 1985– que produce el filme, le dijo que esta historia debía contarla ella: “Yo ya estaba contenta con tener un guion escrito, y él me dijo, pero ahora lo tenés que hacer, ahora se filma, y él estuvo como productor desde el principio”.
Ella también firma el guion junto a Laura Paredes, que también fue guionista de una película como Trenque Lauquen junto a Laura Citarella, lo que muestra que hay una comunidad creativa en Argentina que desafía las malas condiciones para generar un cine diferente y que se ayudan entre ellos, “una especie de comunidad creativa y colaborativa, que de alguna manera suple algunas veces las carencias que hay y los problemas económicos que tiene el país”.
Eso entronca con su forma de entender el cine como “una práctica colectiva”. “Cuanto más lo puedas colectivizar y cuanta más participación puedas tener de gente que además consideras talentosa, siempre vas a estar mejorando. Por supuesto que también hay gente que no tiene esa capacidad y que deben ser unos resentidos que hacen películas para sí mismos”, bromea Fonzi sobre ese estereotipo de cineasta ególatra y déspota.
No entiende el trabajo de otra forma, y cree que eso está también en su filme, donde lo que se desprende es que “nadie se empodera sola, esta es una película que habla de lo colectivo, de la comunidad”. Y lo hace a través del humor y la risa, porque cree que Blondi es la confirmación de “la capacidad de la comedia de ser profunda, de ser política y de ser subversiva de alguna manera”.