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Bob Dylan, el trovador ambulante: un viaje en caravana para llegar a los márgenes contado por Scorsese

Bob Dylan anunció el pasado mes de diciembre que iba a pasar por España. Concretamente había elegido ocho ciudades, entre las que se encontraban Murcia o Fuengirola (Málaga). Pero, para sorpresa de muchos, entre las seleccionadas no había ni rastro de las principales capitales del país, aquellas que suelen ser de paso obligado para todos los artistas que quieren hacer caja con sus actuaciones. Ni en Madrid ni en Barcelona se iba a poder escuchar Like a Rolling Stone.

Es cierto que con su “gira interminable”, la Never Ending Tour que arrancó en 1988 y que lleva más de cien actuaciones, ya ha tenido oportunidad de pisar casi cada urbe habida y por haber independientemente de si son grandes o pequeñas. Sin embargo, la fijación por aquellas localidades en el extrarradio no es algo nuevo.

El músico estadounidense no parece sentirse demasiado cómodo bajo un foco mediático que a estas alturas le es imposible abandonar. No puede. Y si lo intenta, como cuando en 2016 intentó librarse de ir a buscar el Nobel de Literatura por tener “otros compromisos”, al final acaba pasando por el aro y recogiéndolo con cuatro meses de retraso.

Gran parte de este espíritu se puede contemplar en la Rolling Thunder Revue, una gira iniciada en 1975 con la que Dylan quiso desviarse de la carretera principal para llegar a los pueblos que estaban en los márgenes. La intención era llevar su música en caravana ambulante más allá de los enormes auditorios y de los estadios de fútbol, un método útil para alcanzar a esas personas que no podían permitirse pagar la entrada de sus actuaciones en el Madison Square Garden de Nueva York.

No había mucho planeado, ni siquiera el setlist de cada concierto (que se improvisaba el día antes), pero Dylan decidió ponerse al volante sin rumbo concreto poco después de volver a los escenarios con Bob Dylan and The Band tour (1974) tras pasar ocho años desaparecido. ¿El motivo? Un accidente de motocicleta que sufrió en 1966 en Woodstock, el cual también le sirvió para alimentar su propio mito de artista alejado de la sociedad.

Por estos motivos, la gira del 75 no fue una cualquiera. La Rolling Thunder Revue, como se puede comprobar en el documental homónimo estrenado en Netflix, se convirtió en un road trip que condensó en una sola caravana gran parte del espíritu musical y contrarrevolucionario de la época. Entre el equipo se encontraban artistas como Joan Báez, Roger McGuinn o T-Bone Burnett, aunque puntualmente también se unían otros de forma ocasional. No era un viaje muy estipulado.

El encargado de guiarnos a través de este viaje es Martin Scorsese, que repite documental sobre la estrella del folk. El primero fue No Direction Home (2005), en el que narraba desde los comienzos de Dylan hasta su paso de la guitarra acústica a la eléctrica. Pero el director de Taxi Driver (1976), ya experimentado en el reportaje musical con los Rolling Stones o George Harrison, ha querido extender todavía más las casi cuatro horas que duraba su documental inicial de Dylan.

Y no fue tarea fácil, ya que el film de Scorsese se ha confeccionado a partir de más de 100 horas de grabación realizadas durante el tour, tanto de las actuaciones como del backstage. Lo único que se hizo con ese material fue película dirigida por Dylan llamada Renaldo and Clara. O, lo que es lo mismo: cuatro horas de surrealismo ininteligible que levantó las miradas más escépticas durante su presentación en el Festival de Cannes del 78.

Las historias como ilusión óptica

El cineasta tras Toro salvaje (1980) no solo ha cogido ese material y lo ha transformado en un largo de dos horas y media. Lo ha hecho tejiendo una compleja telaraña documental en la que se mezclan entrevistas reales con otras ficticias, justo como ha ocurrido con la figura de Bob Dylan a lo largo de la historia. El resultado de lo que ahora conocemos de él no es lo que fue, sino una parte confeccionada con rumores, leyendas y una pizca de verdad.

“No recuerdo nada de Rolling Thunder. Sucedió hace tanto que ni siquiera nací”, dice el propio Dylan al comienzo del reportaje. Si en No Direction Home el cantante abría una venta a su pasado, aquí la entrecierra y nos deja a nosotros, espectadores y fans, juzgar lo que ocurrió desde nuestro prisma contaminado por la subjetividad. El subtítulo del documental, “una historia de Bob Dylan por Martin Scorsese”, define a la perfección su contenido. No es un reportaje fiel al cantante, sino un cuento orquestado con maestría por el guionista neoyorquino.

No es gratuito que Scorsese haya decidido comenzar este documental con el corto The Vanishing Lady (1896) de Georges Méliès en el que un mago hace desaparecer a una mujer con la técnica cinematográfica llamada stop trick. Solo había que empezar a grabar, parar, sacar el objeto del plano y reanudar el rodaje. Es precisamente lo que ocurre con Bob Dylan: no se sabe en qué momento alguien apretó el botón para sustituir la verdad como por arte de magia.

El sarcasmo está presente prácticamente en cada fragmento de Rolling Thunder Revue. Por ejemplo, aparece Sharon Stone diciendo que fue con su madre a un concierto de Dylan y que este, ante toda la multitud, les invitó a pasar con un gesto chulesco. Otro surrealista momento es en el que el propio cantautor confiesa a cámara de dónde procedía la idea de pintarse la cara de blanco para la gira: del grupo KISS, a quienes vio en un concierto en Nueva York.

La Rolling Thunder es una gira confusa incluso para los fans más acérrimos de Dylan. Y, aunque el documental de Scorsese muestra una buena cantidad de material inédito, incluyendo conciertos e imágenes en los momentos más íntimos de los artistas, realmente tampoco sirve para aclarar del todo una etapa definida por un espectáculo que tomaba forma sobre cuatro ruedas. Al igual que hacían las compañías italianas de teatro nacidas en el siglo XVI, quizá esa sea parte de la magia: que solo quienes vieron la función pueden contar su versión de lo que sucedió.