La sexualización del trabajo en el cine se ha agravado en los últimos diez años. Según un informe de la Asociación de Mujeres Cineastas (CIMA), el porcentaje de hombres y mujeres en puestos que reproducen los roles de género ha crecido desde 2006. Hay un 7% más de trabajadoras en vestuario, maquillaje y peluquería (82%) y se ha elevado en 11 puntos el número de empleados en sonido y efectos especiales (92%).
Es la llamada discriminación horizontal. “Esta segregación se explica por la socialización y tiene que ver con lo que elegimos hombres y mujeres por el hecho de serlo. Nuestras decisiones responden sin quererlo a estereotipos: pensamos que elegimos libremente, pero en términos sociológicos vemos que no. No hay ningún gen en los hombres que los haga más hábiles para la técnica y en las mujeres para ser buenas gestoras”, explica Fátima Arranz, profesora de sociología en la Universidad Complutense de Madrid.
La otra discriminación de la que habla el informe, la vertical, provoca “techos de cristal” y tiene que ver con las dificultades de acceso al poder. En cine, quien manda es el director y de las 76 películas de ficción analizadas, solo en un 16% tomó el mando una mujer.
Aunque es un porcentaje bajo, los datos revelan un crecimiento de la presencia femenina en los grupos directivo y artístico: del 15,1 al 20% y del 14,7 al 21%, respectivamente. “Hemos avanzado, pero los presupuestos de las películas dirigidas por mujeres es menor, y eso influye en la repercusión y en la difusión. Da la sensación de que las cintas de mujeres son más pequeñas”, dice Juana Macías, directora y vicepresidenta de CIMA.
Arte solo apto para ellos
La dirección de fotografía está dentro del grupo artístico y es de las excepciones que desafían a la norma. Solo un 5% de los largos del año pasado eligieron a una mujer para esta responsabilidad. Helher Escribano estudió dirección de fotografía. En su clase había más chicos pero el porcentaje no era tan desequilibrado. Se ha puesto al frente de la composición de planos en varios cortos y ahora está haciendo la foto fija y el making of de la última de Álex de la Iglesia. “El primer día llegué con mi ayudante y todos daban por hecho que él tenía el mando y yo era la segunda”, explica.
Resulta llamativa la distribución del trabajo en la animación. Ninguna de las cinco cintas estrenadas en 2015 está dirigida o escrita por mujeres. Ellas sí mantienen un hueco (pequeño) en la dirección de producción (11%). “Las demandas de estos puestos encajan con el rol organizador, previsor, que asume órdenes y resuelve imprevistos”, explica el informe.
Los datos hablan de desigualdades muy pronunciadas que serpentean, muchas veces subrepticiamente, por todas partes: en las cenas de colegueo para ver con quien cuento en mi peli, en las reuniones de equipo, en los días de rodaje... “La mayoría de mujeres que estamos en CIMA nos encontramos con problemas comunes. Uno bastante gordo es el de la conciliación, el que quieran contar contigo o no en función de tu disponibilidad. Esto no es un trabajo de ocho a seis”, relata Juana Macías.
Faltan voces y referentes
La apropiación del discurso cinematográfico por parte de uno solo de los sexos, dicen las expertas, se traduce en una falta de pluralidad de las voces que cuentan historias. “No solo influye en quienes nos dedicamos a esto, sino en la sociedad completa. El cine -matiza Macías- crea referentes y modelos todo el tiempo”. Además, asegura, “se sigue esperando de nosotras, por ser nosotras, que hagamos películas románticas”. “Te intentan catalogar, meter en un cajón determinado”, remata Fátima Arranz.
La nominación de dos mujeres como mejor directora en la pasada edición de los Goya dio para muchos titulares triunfalistas. Ninguna se llevó el premio, por cierto. “Porcentualmente son más las galardonadas si tenemos en cuenta cuántas trabajan en el cine”, matiza la vicepresidenta de CIMA. Pero hay datos que asustan: solo una mujer (Katherine Bigelow) ha sido reconocida como mejor directora en toda la historia de los Oscar. “Nos faltan referentes”, añade.
En medio de todo este manojo de datos, todavía queda espacio para alguna buena noticia. Y es que existe un sector donde estamos muy cerca de la equidad: los jurados. Por ejemplo, el grupo que decidió conceder el Premio Nacional de Cinematografía a Fernando Trueba el año pasado estaba formado por cinco mujeres y seis hombres. Los porcentajes de media, según los cálculos de CIMA, se mueven en torno al 60%-40%.