Carlos Vermut tiene una lupa con la que mira lo más oscuro del ser humano. Lo hace desde la ficción, el único territorio desde el que uno es capaz de hablar de ciertas cosas. Sus películas oprimen, proponen, rascan donde duele. No son cómodas ni fáciles. Su llegada al cine español con una obra tan radical como Diamond Flash agitó una industria demasiado encorsetada y desde entonces solo ha ido indagando en sus propias obsesiones (Concha de Oro y de Plata por Magical Girl entre medias). Sobre la utilidad de la ficción, sobre si es el terreno abonado para lo prohibido o incluso lo inmoral es de lo que habla su nueva película Mantícora.
Una obra que sin abandonar ese gusto por la oscuridad termina siendo su película más humana, aunque lo haga colocando al espectador en la complicada misión de empatizar con un pedófilo. Lo hace a través de la mirada de un hipnótico Nacho Sánchez, que ofrece la mejor interpretación masculina española del año y que obliga al espectador a ponerse en el lugar de alguien incapaz de elegir su deseo pero consciente de su imposibilidad de saciarlo. Un filme inteligente con el que Vermut ha logrado ser nominado como Mejor dirección en los Goya y que le confirma como un realizador a contracorriente.
¿De dónde nace la idea de Mantícora?
Yo siempre tengo varias historias. Escribo varias paralelamente, tengo algunas guardadas, las retomo, voy y vengo… Esta era una historia que me contaron, y que tenía desde hace mucho tiempo, sobre una chica que empezó a salir con una persona porque se parecía a Justin Bieber, y cuando esta persona lo descubre es muy chocante porque se siente utilizada. Luego se me ocurrió la historia de este tipo que tenía esta condición, que se enamoraba de un niño, y que de repente conocía a una chica que se parecía al niño. Pero solo tenía eso, que era el segundo acto y no tenía ni cómo empezaba ni cómo acababa. En 2019, no sé por qué, se me ocurrió un principio y un final para la historia: si el tío hace videojuegos me viene muy bien porque puedo unir esto con lo de la creación y me daba un final y también un tercer acto. Fue así como surgió.
En los clips promocionales se ha dicho que es una película sobre monstruos, a mí me ha parecido que es su película más humana.
Sí, es la historia más humana. Supongo que esto nos ha pasado a muchos con la pandemia, que tuvimos algo que no llamaría una revelación, pero sí que vimos algo. Tuvimos un tiempo para parar. Estábamos a toda velocidad y tuvimos la obligación de tener que parar y reflexionar sobre muchas cosas. A mí me pasó que empecé a ver cosas a mi alrededor y que me interesaba hacer un cine menos… no sé cómo decirlo, menos artificioso, quizás. Más sencillo en cuanto a narrativa, aunque luego tenga su complejidad. Esto no quiere decir que la película a nivel de estructura sea sencilla, o en cuanto a planteamiento de personajes, sino que hay un acercamiento a los personajes más allá del artefacto narrativo. Me interesa y disfruto más acompañándoles que haciéndoles que sean como peones dentro de un gran tablero donde hay miles de interacciones.
Incluso visualmente es la más austera de sus películas.
Sí. También es verdad que como parte de un tema que era muy sensible, no quería que fuese una película demasiado estilizada, demasiado musical, demasiado preciosista, porque me parecía innecesario. La manera en la que me apetecía acercarme a esta película era de una forma más austera. Me he sentido muy cómodo porque siempre he querido hacer este tipo de película. Es muy parecida en cuanto a planificación a Magical Girl, aunque es más sofisticada técnicamente. Es una peli que no tiene demasiados artificios.
El protagonista toda la película está evitando cruzar esa línea, y esa es la penitencia que lleva, la maldición que lleva. Es alguien que lucha contra una maldición
La película fía todo a un punto de vista, el del protagonista, que hace que el espectador se ponga en la piel de alguien que normalmente no se muestra en la ficción, un pedófilo. ¿Le daba miedo el jugársela a ese punto de vista?
Siempre había tenido miedo como escritor a meterme toda una película con un personaje. Tenía tendencia a dividir la película en personajes y puntos de vista, y es verdad que me daba un poco de miedo porque no sabía si yo tenía la capacidad como escritor de hacerlo. Me lo tomé como un ejercicio y solo desde ahí lo entendí. Quise comprometerme con el protagonista y acompañarle toda la peli.
En la película nunca se traspasa la línea del delito. Es decir, es un pedófilo pero no un pederasta. ¿Le daba miedo que no se entendiera esto, pensó cómo debía explicarlo o dejarlo claro en la película o después en la promoción?
Bueno, esto se explica explicándolo. Hay periodistas que te dicen pederasta y tienes que decirles la diferencia. Ya está, sin más. Yo creo que la gente lo ha entendido y también creo que entiende que es una película. Precisamente trata sobre esa línea, esa línea roja que divide una cosa de la otra. El protagonista toda la película está evitando cruzar esa línea, y esa es la penitencia que lleva. Es alguien que lucha contra una maldición, y es ese viaje de tensión que al final se destila en una secuencia entera, pero toda la película no deja de ser ese viaje de alguien intentando no pasar al otro lado.
Imagino que en ese sentido era fundamental encontrar al actor que diera vida al protagonista, ¿cómo encontró a Nacho Sánchez, cuya mirada es fundamental para que el espectador entre en la historia?
La verdad es que fue un trabajo de casting muy intenso, tanto de Nacho como de Zoe Stein. Era muy importante que tuviera una mirada y algo como trágico en él. Creo que Nacho tiene una profundidad muy interesante y fue un curro encontrarle, se hizo un buen trabajo de casting con la directora, María Rodrigo. Además, en España no tenemos este perfil de chico más delicado, suelen ser todos como más macarras… o tipos más duros, por decirlo así. En el cine francés hay más, pero es verdad que en España no tenemos un Louis Garrel que podría haber sido la versión francesa.
La escena final es arriesgada, hay una unión entre los personajes a través de una nueva parafilia, la de cuidar.
El mensaje no era tanto que todo el mundo tuviese una filia, sino que esos dos personajes se encontraban, como pasa en Matador, de Almodóvar. Al final, sin querer desvelar demasiado sobre la película, va un poco de dos personas que se encuentran dentro de sus imperfecciones o de sus secretos. Eso es lo que me gustaba del personaje de Zoe, que al final también descubrimos que es un personaje que tiene su secreto, un personaje que siempre ha estado en un segundo plano pero que de pronto cobra el protagonismo de la película al final.
Hay un tema que siempre está en su cine y aquí de una manera más evidente, y es si la ficción es un refugio donde nos podemos permitir lo que no podemos hacer en la vida real.
Sí, lo cierto es que estamos viviendo un tiempo en el que se está cuestionando mucho, no solamente el contenido de las ficciones, sino la propia existencia de las ficciones. El hecho de que haya cosas que no puedan existir y que se cancelen cosas solo por su temática. Me pareció interesante plantear este debate. No era el motivo de hacer la película, pero sí que me parece interesante que exista la pregunta de si todo tipo de arte es legítimo, si hay arte que es censurable, si debemos censurar, si debemos poner límites en el arte o debemos trabajar en educar a las personas para que aprendan a entender el arte como algo que pertenece a otra dimensión. Creo que es un debate que se está perdiendo por parte del arte, porque creo que estamos doblegados ante la censura de los demás, los que no quieren que exista cierto tipo de películas o de historias. A mí me encanta el cine por el cine. Las películas pueden ser superblancas o muy oscuras. Lo que me importa, como amante del cine, es la calidad de la película, siempre. No valoro tanto su temática, pero hay gente que sí lo hace, y si de repente una película es contraria a sus convicciones morales ya no les gusta, aunque la película sea cojonuda. Y es una cosa que nunca había visto y que estoy viendo últimamente.
Yo creo que la ficción nos hace que cosas que nos parecen abominables de repente las entendamos de una forma mucho más llevadera
¿Vamos al cine a que nos den la razón?
No sé si todos, pero algunas personas sí que van para que se les dé la razón y si el personaje hace algo con lo que ellos están en contra, de repente ya no les gusta la película. Eso me parece una visión muy infantil porque solo los niños necesitan que los que ganen en las películas sean los buenos.
¿Le preocupa eso como creador que, además, suele enmarcarse en historias ambiguas, en ese terreno que mencionaba?
No, porque yo también he asumido que no quiero hacer blockbusters, sé que mi viaje como director va a seguir siendo el mismo. Me interesan las mismas cosas. Me interesa el ser humano con toda su complejidad y entiendo que cuando tú buceas en el ser humano no van a salir cosas buenas siempre. No hablo de cosas extremas, simplemente que los personajes mientan, que los personajes hagan cosas inmorales, que los personajes sean imperfectos. Eso va a salir en el momento en el que rascas un poco en la superficie de cualquier personaje. No todos tienen que ser virtuosos porque sino muchos de los conflictos que suceden en las historias o no van a suceder o si suceden son con un castigo para ese personaje poco virtuoso o imperfecto. No me preocupa porque yo siempre voy a hacer las historias que quiero hacer, pero entiendo que es una deriva que está tomando de la sociedad que también creo que es momentánea y confío en que la madurez se impondrá en pos del arte.
Mantícora reflexiona sobre la importancia de la ficción como forma de exorcizar nuestros demonios a través de ella, de atrevernos incluso a cometer ciertos actos para no hacerlos en la vida real.
Yo creo que la ficción nos hace que entendamos cosas que nos parecen abominables de una forma mucho más llevadera. Creo que la represión genera cosas mucho más chungas, me refiero en cuanto a lo ficcionado, no en cuanto a los hechos reales. Creo que un mundo en el que compartimos cosas abyectas y se habla sobre ellas, es un mundo más liviano. Creo que en las sociedades más censoras siempre han tenido las fantasías y las realidades más perversas.
¿Costó mucho levantar la película? No me imagino la reacción de un productor cuando le propone una historia en la que el punto de vista es el de un pedófilo.
El guion no incidía mucho en plantear ese tema desde el principio, y luego ya te olvidas un poco del tema y no está tan presente. No hay escenas desagradables visualmente. Aunque no creo que la película vaya de esa temática, sino que parte de ella para hablar de otras cosas, sí que es verdad que planteaba partes de una temática que había personas que lo veían arriesgado o complicado. Pero no tuvimos mucho problema, ha sido relativamente fácil levantarla.
Siempre preguntamos esto, pero, ¿ahora qué es lo siguiente?
Estoy escribiendo un guion para otro director. Todavía no puedo decir mucho. Luego estoy ordenando mis ideas para ver qué me pongo a escribir, pero ya empezaré el año que viene a escribir una película nueva.