El cine perturbador y libre de Andrzej Zulawski que “hoy no se podría rodar”

Javier Zurro

23 de abril de 2022 22:39 h

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Cuenta Xawery Zulawski, el hijo del mítico director de La posesión, una anécdota que resume el espíritu de su padre. Cuando era pequeño, la señora que le cuidaba le dijo la siguiente frase: “Pequeñajo, vamos a la iglesia”. El niño Andrzej Zulawski, sin levantar apenas dos palmos del suelo, le contestó: “Pequeñajo… no; vamos… no; iglesia… ¡no!”. Desde que era un chaval aprendió el poder de esa palabra de dos letras. Esa es una de las grandes lecciones que dejó a su hijo, y es una de las que se recogen en el dossier que presenta el ciclo dedicado a la obra de Zulawski que llega desde el pasado 21 de abril y hasta el mes de junio a la Filmoteca Española. “Recuerda, hijo, la clave de la libertad es la palabra NO”, le dijo un día. En esa anécdota se resume a un creador libre, irreverente, provocador, que hacía un cine a contracorriente. Salvaje, doloroso, perturbador. Cine que todavía habla del presente, porque es más moderno que todo lo que se rueda.

“Mi padre siempre decía que no a todo”, añade Xawery Zulawski desde Madrid, pocas horas antes de inaugurar este ciclo que pone en relieve una figura desconocida por el gran público pero con una filmografía que es historia del cine. Quizás, su obra más popular y la que más se ha convertido en un título de culto es La posesión. Antes de que se volviera a poner de moda el 'terror elevado' y antes de que Titane ganara la Palma de Oro en Cannes, Zulawski ya había competido en el Festival con esta obra maestra perturbadora que es mucho más que un filme sobre una mujer poseída por un monstruo tentacular.

Más allá de sus imágenes imborrables, como ese paseo espasmódico, sangriento y sudoroso de Isabelle Adjani por el metro; o esa escena sexual salvaje y bestial que luego homenajearían cineastas como Amat Escalante en La región salvaje, hay un ensayo sobre las relaciones tóxicas. Sobre una mujer incapaz de sentirse libre, obligada a ser buena madre, buena esposa y buena amante. Hasta el monstruo que la posee mantiene una relación dominante con ella. Lo expresa muy bien la periodista Desirée de Fez en su libro Reina del grito (Blackie Books), donde cuenta cómo descubrió en aquella película misteriosa una disección de todas esas parejas patriarcales y abusivas.

Un cine radical que su hijo tiene claro que hoy no tendría cabida: “Hoy no se podría rodar. Hoy en día lo que manda es el dinero, y eso impone que tenga que haber una garantía de éxito. En las películas de hoy se piensa a quién van dirigidas, quién va a ser el espectador y dónde se van a ver. Por eso solo se hacen películas para festivales, porque está muy bien que nos acepten en Cannes, o para el público general, y eso hace que el trabajo de nosotros, los directores, sea muy previsible, y que consista en la capacidad de prever las emociones que despierte la película en cuestión”. 

Todo lo contrario a la filmografía de su padre, en donde “lo más importante era la libertad del creador, del director, la libertad de interpretaciones”. “Su cine era una fuerza que te empujaba hacia lo desconocido, hacia emociones desconocidas. Un cine que te situaba en un mundo nuevo, desconocido, difícil de comprender. Creo que para disfrutar el cine de mi padre lo mejor es no aplicar el razonamiento lógico, sino dejar que las películas trabajen dentro de ti, y creo que por eso la gente puede decir todavía lo actuales que son”, asegura.

Aunque obras como La posesión se hayan convertido en títulos de culto, el hijo de Andrzej Zulawski confiesa que no en todos los sitios se acuerdan del trabajo de su padre. “Son películas difíciles. No son películas que estamos acostumbrados a ver. No todos están preparados para una dosis así, de emociones relacionadas con la parapsicología, y para que quede claro, en el país donde mi padre nació, creció y vivió (Polonia), no se hacen retrospectivas de su cine. Y lo mismo puedo decir de Francia, donde realizó la mayoría de sus películas. No hay tanto interés en su cine. Yo diría que, en general, no nos gustan las películas difíciles, imprevisibles, que te obligan a una confrontación con el arte, porque eso es lo que hacía el cine de mi padre, confrontarte con el arte y que te enseñen las posibilidades que tiene”.

Su cine era una fuerza que te empujaba hacia lo desconocido, hacia emociones desconocidas. Un cine que te situaba en un mundo nuevo, desconocido, difícil de comprender

En Polonia sufrió la censura comunista en muchas de sus películas, pero él nunca se amedrentó e hizo el cine que quiso. “Me parece, y subrayo lo de 'me parece' porque no lo hablé mucho con él, pero creo que no luchaba contra la censura, le traía sin cuidado, hacía lo que quería hacer y luego los censores se caían de la sillas”, explica Xawery. “El diablo, que la hizo en Polonia, estuvo prohibida por la censura creo que durante 14 años. En Sobre el globo de plata pararon el rodaje a la mitad y después de esto tuvo que salir de Polonia e hizo películas en Francia. Con la caída del régimen comunista volvió a Polonia y solo logró hacer otra película más, y ahí se encontró con la censura social, porque en la sociedad polaca, el comunismo y el catolicismo han marcado a la sociedad y eso se traduce en que todo lo insólito, lo diferente y lo que suponga la libertad no está bien visto”.

Xawery Zulawski continuó el legado de su padre. Cuando se estaba muriendo dejó a su hijo un guion para que rodara. En aquel momento no le dio importancia. “Me dijo que hiciera lo que quisiera con él”, recuerda. Meses después, el productor del director le dijo que a él también le había entregado aquel guion y que debían hacerlo. Primero dijo que no, abrumado por la responsabilidad, pero finalmente rodó Bird Talk, que se estrenó en 2019 y en la que se puede ver el miedo que Andrzej Zulawski tenía por el auge de la extrema derecha.

Una película que habla “de una erosión en la sociedad europea de todo lo que supone lo intelectual, lo filosófico”. “Es como la erosión de una forma de ver del mundo. Una erosión del conocimiento, de las ganas de aprender. Ya no está de moda ser inteligente, porque una persona inteligente hace preguntas, cuestiona las cosas, y los nacionalismos te dan respuestas fáciles. Las sociedades contemporáneas nos encontramos en una apoteosis de la estupidez, y un ejemplo de ello es Instagram”, apunta.

En ese contexto el arte debería plantear esas preguntas, hacer pensar, algo que no ocurre demasiado a menudo. “El cine se ha devaluado, ya no es una ventana para mirar el mundo, ya no ofrece un discurso entre el director y el espectador, sino que es algo fácil que consiste, simplemente, en contar una historia con imágenes, sin más. Hay creadores de cine que siguen intentando mantener ese lenguaje único y propio, pero esa crisis afecta a todo el mundo, porque ahora todos vemos las películas en las plataformas e ir al cine a ver una película no es tan habitual. No encuentro una respuesta fácil a como evolucionará todo esto, a qué pasará. Creo que ahora es más fácil hacer una película, pero no estoy tan seguro que esto ofrezca una calidad mejor, y que quede claro, yo también estoy atrapado en esa misma trampa”.