Hay directores de cine que se convierten en adjetivos. Cuya obra es tan importante, influyente y reveladora que se usa para describir. Todo el mundo sabe a qué nos referimos cuando alguien dice que algo es 'muy Cronenberg'. El universo de David Cronenberg es tan único que no cabe lugar a dudas. Trabajos como Videodrome, Scanners o La mosca son puntos de inflexión en el cine de las últimas décadas. Trabajos que se salen de toda norma de la industria, que nadan a contracorriente, que mezclan lo terrorífico con lo humano, la tecnología con el cuerpo, lo enfermizo con lo bello, el futuro con el presente.
Con 79 años, Cronenberg acaba de recibir el Premio Donostia del Zinemaldia Festival de San Sebastián y ya ultima detalles de la que será su nueva película. Lejos queda el momento en el que pensó retirarse. Fue justo antes de que su productor le convenciera para rodar Crímenes del futuro, su última película que llega este viernes al cine. “No estaba seguro de si quería rodar más películas, quizás escribir otra novela, pero no tenía ganas de hacer películas. Llegó él y me dijo que si había leído este guion que intentamos hacer hace 20 años y nunca lo logramos. Le dije que creía que no era relevante ahora, porque la tecnología y la sociedad habían cambiado, pero él me dijo que lo volviera a leer porque creía que era más relevante que nunca. Así que lo leí y dije, 'es cierto, es realmente bueno y sigue siendo muy relevante'”, cuenta el director.
La película habla de un futuro donde el planeta sufre una emergencia climática y comer plástico puede ser una solución. Ver cómo “el planeta está más destruido que hace 20 años” fue uno de los motivos por los que quiso hacer Crímenes del futuro, pero deja claro que no se considera “un cineasta político en ese sentido”. “Pero fue eso lo que me hizo decir 'tal vez debería hacer otra película', y básicamente me sedujo mi productor, bueno nos sedujimos el uno al otro”, añade.
Su pasión por la ciencia y la tecnología viene de niño, cuando era “el típico loco de la ciencia”. “Realmente pensé que de mayor sería científico, no cineasta. Y luego, cuando comencé a interesarme por la escritura, pensé que tal vez sería como Isaac Asimov, que era un escritor de ciencia ficción, pero también era científico, y que así podría hacer ambas cosas. Así que ha sido algo natural. Esa era la forma en la que exploraba el mundo cuando era niño, y a medida que crecí, tuve la misma fascinación por la ciencia, y nuestra comprensión de lo que es ser humano es la base de ello”.
Como fanático de los avances tecnológicos no sorprende su posición ante las plataformas, a las que defiende como un futuro al que es inevitable oponerse. “Me gusta cómo se han desarrollado las cosas, porque yo hace muchos años que no voy al cine. Prefiero experimentar el cine en casa. Creo que la tecnología tiene su propia evolución y que la combinación de COVID y Netflix ha cambiado el cine para siempre. Realmente creo que no hay vuelta atrás. Así que creo que habrá algunos cines que muestren grandes películas de acción como películas de superhéroes y para niños, y la gente a la que le gusten esas películas irá, pero no habrá muchos cines así. Habrá algunos cines pequeños que mostrarán algunas películas de arte y ensayo, pero tendrán muchos problemas para competir con el streaming”, analiza.
Lejos de defender los cines como templos cree que esa visión es una mirada nostálgica que él no comparte: “La idea de una iglesia comunitaria, de la experiencia de mil personas viendo una película juntos, es una experiencia interesante, pero no creo que sea la mejor experiencia cinematográfica. Sé que mucha gente piensa así sobre el pasado, pero creo que lo están idealizando, porque tener a mil personas comiendo palomitas y mirando el móvil no me parece una experiencia tan buena, la verdad. Así que creo que el streaming es el futuro. Realmente creo que lo es y que sigue siendo cine. No creo que sea la muerte del cine, pero sí que podría ser la muerte de la vieja forma de experimentar el cine”.
La experiencia de mil personas viendo una película juntos, es una experiencia interesante, pero no creo que sea la mejor experiencia cinematográfica
Las películas de Cronenberg han saltado de las salas hasta la universidad. Han sido estudiadas y analizadas por la sociología, y eso le parece “muy agradable”, porque significa que su trabajo “es lo suficientemente interesante como para ser analizado”. Cree que ese interés viene por su búsqueda de “una comprensión existencialista de la condición humana”, y aclara: “Es decir, que el cuerpo humano es lo que somos. No hay vida después de la muerte. Soy ateo, así que entonces me parece natural que el cuerpo sea la primera base de la investigación del mundo, y una vez que empiezas a hacer eso, empiezas a convertirte en un científico, cuando empiezas a tratar de comprender la complejidad del cuerpo humano. Así que de ahí viene realmente mi fascinación por la ciencia del cuerpo. Y por supuesto, cuando eres cineasta, lo que más fotografías es el cuerpo humano. Estás fotografiando la cara, el cuerpo… por lo que me parece natural que un cineasta esté obsesionado con el cuerpo humano. No entiendo a los cineastas que no lo están”.
Aunque su trabajo muchas veces sea dividido en dualidades, en términos enfrentados, como lo bello y lo enfermizo, el cuerpo y la máquina, Cronenberg se niega a verlo todo de una forma tan simplificada. No cree que Crímenes del futuro sea una distopía, pero tampoco una utopía. No piensa “en términos de binario”, pero cree que está claro que el panorama que ofrece su nuevo filme “es bastante oscuro”, pero “al mismo tiempo tienes a esa gente luchando por la comprensión, luchando por la claridad, tratando de encontrar una forma de realizar arte que signifique algo”. La define como una versión comprimida de lo que cree que es la vida, donde “hay muchos momentos hermosos, hay cosas muy chocantes, pero todavía existe la posibilidad del amor”.