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Una directora iraní se enfrenta a los estereotipos del islam

“¿Cómo puede un país hablar de progreso y desarrollo ignorando al 50% de su población?”, la queja es del presidente iraní Hassan Rohaní en una conferencia para mujeres en Teherán. “Tenemos que trabajar en ello”, insistió. Y efectivamente si nos tenemos que creer las palabras de un presidente cuyo país trata a sus mujeres como “máquinas de procrear”, deben esmerarse mucho. Para los occidentales que no hemos viajado a Irán todo lo que sabemos de ese país se lo debemos a los medios de comunicación y también a la ficción, al cine iraní que lleva años a un nivel excepcional. Véanse todas las obras de Abbas Kiarostami y Jafar Panahi o la película más importante de 2011, Nader y Simin, una separación.

Ahora se acaba de estrenar Nahid, la película dirigida por la también escritora Ida Panahandeh que ganó la sección Un Certain Regard en el último festival de Cannes. Nahid es la historia de una mujer divorciada que tiene que criar sola a su rebelde hijo de diez años mientras lidia con un problema aún mayor. Se ha enamorado de otro hombre. Las leyes que rigen la sociedad iraní le impiden rehacer su vida. Si Nahid vuelve a casarse, el padre recuperará inmediatamente la custodia. La única solución legal es celebrar un matrimonio temporal llamado sighé. Sin embargo, la mayoría de los iraníes no ve con buenos ojos que las mujeres se casen de esta forma, lo consideran un tabú y muchos piensan que es un medio de explotación ya que un hombre puede tener muchas esposas con el sighé.

Panahandeh retrata con sensibilidad las contradicciones de su país en una película llena de pliegues donde hay una batalla constante entre la tradición y la modernidad que ha convulsionado en muchos aspectos la vida en Irán. Durante la última década se han incrementado las oleadas de divorcios, en un solo año y sólo en Teherán 30.000 parejas pusieron fin a sus matrimonios. El pueblo evoluciona y las tradiciones se van quedando atrás mientras las leyes se resisten a cambiar.

Las contradicciones de 'Nahid'

Para interpretar a Nahid, Panahandeh ha elegido a Sareh Bayat, la actriz de Nader y Simin, una separación, y probablemente una de las actrices más importantes de la industria cinematográfica iraní. Un personaje fuerte y realista, una mujer que lucha por su independencia y que obviamente detesta el patriarcado. Sin embargo, hay tanta incoherencia en sus actos como las contradicciones de la sociedad iraní en las que cae también su directora, que terminó la rueda de prensa del Festival de Valladolid aclarando que ella había elegido “tener menos libertad” y acatar las leyes de su país. 

Esa libertad de menos es la que provoca que Nahid sufra. Que tenga que emprender una lucha a todas luces absurda contra unas leyes matrimoniales que prefieren dar la custodia de un hijo a un padre drogadicto que a una madre trabajadora. Efectivamente, el exmarido de Nahid es adicto a las drogas y al juego mientras ella se gana la vida como mecanógrafa.

A pesar de los errores del marido, el personaje que interpreta Navid Mohammadzdeh nunca cae mal, son las leyes las que provocan el enfrentamiento entre estos ambos. Es decir, el Estado es el enemigo, las personas son las víctimas. Surgen, por tanto, las dudas: ¿con que intención ha dirigido Panahandeh su película?

La mirada de Yasujiro Ozu

La directora iraní ha visto el cine de Yasujiro Ozu, el autor de Cuentos de Tokio, la que probablemente sea la mejor película de la historia del cine, según el director y crítico estadounidense Mark Cousins. En Nahid encontramos cierta poética en las imágenes de Panahandeh que recuerdan a las obras maestras de Ozu, por ejemplo en esa fuerza narrativa que reside en las pausas, en una puesta en escena construida al milímetro, llena de objetos, de la naturaleza que asoma por las ventanas y de ruidos. Y este estilo es lo opuesto al cine social, por tanto no hay en Nahid ningún propósito de denunciar nada. Es más, la película pretende diluir los estereotipos que Occidente ha construido sobre la mujer sometida en los países del islam.

En Europa no existen los matrimonios por horas y salvo casos aislados el reparto de la custodia es mucho más equitativo y lógico, sin embargo Panahandeh ha conseguido establecer una conexión entre las mujeres iraníes y las de Occidente gracias a una historia universal sobre el amor y la familia. La directora se ha inspirado en su niñez, cuando su madre tuvo que hacerse cargo de ella y de su hermano al fallecer su marido.

Es una película muy humana donde las elipsis construyen poco a poco un relato intermitente en el que se agolpan la angustia, el desamparo, el sacrificio y también el enamoramiento, el sentido del humor, la amistad... Nahid evita una conclusión devastadora y cuenta cosas reales sin exagerar y sin la necesidad de polémicas añadidas. Por eso la película ha pasado la censura iraní. Por eso es más efectiva a la hora de retratar una situación a todas luces injusta.