El documental que te hará amar todavía más la obra de Joan Didion
“¿Cómo te sentiste cuando viste a una niña de cinco años colocada de ácido?”, le pregunta su sobrino. Joan Didion (California, 1934) mira a su interlocutor a los ojos y balbucea como si no encontrase las palabras para describirlo. Parece incluso que va a echarse a llorar.
“No te voy a mentir, era oro puro. Cuando trabajas en un artículo, das tu vida por algo así”, contesta al final, dejando al espectador perdido entre el asombro y la admiración.
Es la respuesta natural de la mujer que escribió su propio duelo desde el punto de vista periodístico en El pensamiento blanco y Noches azules. Que cubrió guerras, asesinatos y movimientos sociales con la misma elegancia que redactaba artículos en Vogue o se enfrentaba en papel a la muerte de su marido, el también escritor John Gregory Dunne, y a la de su única hija, Quintana.
Es la Joan Didion de El centro cederá, el documental homenaje que ha dirigido su sobrino, el actor Griffin Dunne, y que ya puede verse en Netflix. En él se recogen las ocho décadas de existencia de la escritora y ensayista y, con bastante más detalle, las cinco de su elocuente producción literaria. También el proceso por el que pasó de ser “la mujer del escritor” a la mayor cronista norteamericana de los años 60 y 70.
Momentos como el del principio son los que justifican la presencia de la Joan anciana en el documental. Por lo demás, se muestra como una figura fantasmagórica que responde con frases cortas a lo que ya ha contado mil veces. Sus manos venosas se han quedado demasiado débiles para coger un sandwich o el mando de la tele, y su cuerpo (que rondará los treinta kilos) parece a punto de quebrarse cuando gesticula efusivamente con los brazos.
Solo cuando interactúa con su sobrino, Didion deja de ser el reflejo triste y cansado de los palos que le ha dado la vida. Es ahí cuando Griffin Dunne le cuenta la primera anécdota que vivieron juntos y por la que se ganó su respeto para siempre: fue la única que no se burló cuando a los cinco años se le salió un testículo del bañador en la piscina. Y ella se ríe, ahora sí.
Joan Didion: el centro cederá es un homenaje distinto. “El desafío era mostrar algo que no se hubiese escrito todavía”, dijo el director al presentar el proyecto. Y por eso decidió rodar, en orden cronológico, todas las versiones de su tía: desde la jovencita que vestía guantes en la redacción de Vogue, hasta la esposa, la madre, la fumadora y bebedora de Coca Colas compulsiva, la reportera de guerra y la anciana enjuta.
El congelador de los manuscritos y la Coca Cola
El documental literario es un género peliagudo que puede resultar lento, aburrido y pomposo. Pero Joan Didion es un caramelo para cualquiera que decida llevar su vida a la pantalla. Tiene más empaque que una estrella de rock, no necesita ser un foco de polémicas y, a la vez, presume de un círculo de amistades que compite con el de Mick Jagger. Es más, ni siquiera la leyenda de los Rolling puede decir que contrató a Harrison Ford como carpintero en su chalet de Malibú.
Salía de fiesta con Janis Joplin y por su casa desfilaban personalidades como Brian De Palma, Steven Spielberg o Martin Scorsese. Pero, de entre todos ellos, sus únicos imprescindibles fueron su marido y su hija. Al primero le conoció mientras trabajaba en Vogue en Nueva York y, aunque él era el escritor reconocido, ambos ejercían la labor de editores mutuos. La segunda llegó de improviso desde un orfanato: “no había duda, esa niña iba a ser nuestra”.
En un programa de televisión, John Dunne recordaba cómo Joan se hizo famosa “de la noche a la mañana” por una reseña en The New York Review of Books de su libro Arrastrarse hasta Belén (1968). A partir de ahí, empezó a crear imágenes sociales con un estilo muy confesional y a ganarse el título de escritora “de carácter”.
Se adentró en el estilo de vida hippie de Los Angeles, y buceó mucho más al fondo de la filosofía flower power. También cubrió los asesinatos de los Manson, llegando a entrevistar durante semanas al único miembro de La Familia que fue absuelto, Linda Kasabian. Le preparó la cena a ella y a su hija, e incluso le compró el vestido de los juicios. También asistió cada día al estudio de The Doors mientras grababan su tercer disco y publicó una larga charla con Jim Morrison.
Mientras, lanzaba sus libros y se formaba esa extraña imagen de superestrella que a veces alcanzan los escritores y periodistas. Pero, como recuerda su editora en el documental, lejos de darle más confianza, esta situación le estresaba sobremanera.
“Cuando se sentía atascada, metía los manuscritos en el congelador” -de forma literal- “los metía en el congelador hasta que le llegaba la inspiración”. Allí, junto a sus incondicionales latas de Coca-Cola, descansaron algunas obras míticas de Joan Didion como Una liturgia común (1977) o El álbum blanco (1979).
Luchando contra las serpientes
Gran parte del documental se centra en el duelo de Didion tras la muerte de los dos pilares de su vida. Aunque reconoce que nunca ha pasado tanto miedo como durante la guerra civil de El Salvador, lo que vino después de 2003 parece mucho peor. Para superarlo, tal y como había hecho durante cinco décadas, se sentó de nuevo frente a una máquina de escribir.
“Siempre he pensado que si analizo algo, me da menos miedo. La teoría dice que si la serpiente se mantiene en tu campo visual, no te morderá. Eso se asemeja bastante a cómo me enfrento yo al dolor”, dice Joan en el documental. El reptil vino a buscarla dos veces -en la Nochebuena de 2003 y en el verano de 2005, cuando perdió a John y a Quintana-, y la escritora lo venció publicando El año del pensamiento mágico (2005) y Noches azules (2011).
Fue una forma de dejarlos ir y de “pagar el billete de vuelta al mundo real”. También de deshacerse de la culpa por la muerte de su hija de 39 años. “Todos nos contamos historias a nosotros mismos para poder vivir”, resume. Las suyas enseñaron a vivir a varias generaciones de Estados Unidos. Porque el centró siempre cede, y el de Joan Didion abarca mucho mas de lo que ella alcanza a ver.