El documental que Netanyahu no quiere que veas y que vincula su corrupción a la masacre en Gaza

Javier Zurro

8 de diciembre de 2024 22:06 h

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Mientras Israel sigue asediando Gaza, su presidente, Benjamin Netanyahu, ha estado esquivando a la justicia. Si no hay un giro de último minuto, este 10 de diciembre testificará en el juicio en el que se le acusa de fraude, soborno y abuso de confianza. El testimonio de Netanyahu tendría que haberse producido en noviembre de 2023, pero un mes antes se produjeron los ataques de Hamás del 7 de octubre y el líder israelí comenzó su cruzada contra el pueblo palestino. La guerra ha retrasado durante más de un año su declaración que ahora parece inminente.

A Netanyahu se le acusa de recibir regalos y sobornos a cambio de favores, algo que él achaca a ataques y fake news de medios de izquierdas, pero que se basan en numerosos testimonios. Muchos de ellos componen el corpus de imágenes que dan forma a Expediente Netanyahu, el documental que ha logrado los vídeos de las declaraciones de todos aquellos que dieron regalos a Bibi, como llaman al presidente. Una filtración que pone contra las cuerdas al político, que intentó que el filme, que llega a Filmin este viernes, no se proyectara en el pasado Festival de Toronto, donde tuvo su premiere. 

El documental no se queda solo en una mera exposición de testimonios, sino que vincula todo aquello al conflicto bélico y ofrece contexto para entender cómo todo está unido. La tesis del filme es clara, los pactos con la extrema derecha de Netanyahu en las últimas elecciones, su adicción al poder y la necesidad de evadir la justicia han provocado una guerra que sirve como fuegos de artificio para que el pueblo israelí no piense en la corrupción de su presidente, ante la que antes de la guerra se manifestaban en las calles.

La directora del filme, Alexis Bloom, tiene claro que esa unión con la extrema derecha fue clave para el presente de Israel. “Durante 25 años ha estado defendiendo y elogiando al Tribunal Supremo, hay discursos famosos suyos donde lo hace, pero de repente, un día, su gobierno salió a decir que había que cambiarla por completo. Ahí quedó ya muy claro que sus propios problemas legales personales estaban afectando y cambiando la forma en que dirigía a Israel. Y cuando sucedió el 7 de octubre, ninguno de nosotros sabía qué iba a pasar, pero de alguna forma estábamos esperando a que librara una guerra y ver cómo intentaría mantener unida a su coalición durante estos tiempos”, cuenta Bloom.

Cuando se le pregunta si este movimiento ha desviado la atención de su corrupción hacia los bombardeos no duda: “Es eso exactamente. La mirada de todo el país se fue a otro lado. Se han convertido en una especie de nación traumatizada que libra una guerra. Así que su investigación de corrupción pasó a un lugar mucho más bajo en la agenda de preocupaciones. Pero ahora ha vuelto, y se supone que comenzará su juicio ahora”.

El intento de veto de Netanyahu al documental en Toronto se lo tomó con humor, porque sabían que “él no tiene ninguna competencia legal allí”. “Trató de ir a un tribunal israelí para intentar bloquear una película en Toronto. No sé cómo pensaba que eso podía tener éxito, porque no tienen jurisdicción sobre Canadá. Creo que fue simplemente una exhibición. Una declaración de intenciones muy grandilocuente”, opina.

La mirada de todo el país se fue a otro lado, a la guera, y la investigación por corrupción pasó a un lugar mucho más bajo en su agenda de preocupaciones

La distribución de Expediente Netanyahu en EEUU no ha sido fácil, “probablemente por la estrecha relación del país con Israel”, afirma Alex Gibney, productor del filme y reputado documentalista. La película se ha estrenado directamente en una plataforma pequeña y desconocida para muchos Jolt.film. Alexis Bloom no da nombres, pero sí que confiesa que se juntaron para hablar del proyecto con una plataforma. Quedaron para almorzar y cuando les contó que era sobre Netanyahu la respuesta fue contundente: “Me miraron y me dijeron, ‘no nos la envíes’”.

Sabían que el asunto era espinoso, especialmente en su país, pero intentaron no pensarlo y centrarse solo en realizar el documental. “Creo que es mi trabajo como cineasta hacer la película. Fue bastante difícil hacerla. En un idioma que no es el mío, en un país que está en guerra… cuando iba allí, a veces volaba y los vuelos se cancelaban. Sabía que sería polémico y que no sería fácil venderla, pero Alex Gibney y yo actuamos como si todo eso nos importara una mierda y nos centramos en encontrar la forma de hacerla y que viera la luz. Además, tampoco podíamos contarle a nadie que teníamos ese material. Espero que la gente la vea, porque si lo piensas, ni siquiera es controvertido, es bastante simple, es una investigación criminal muy seria que está afectando a sus decisiones políticas. Es que no creo que ni sus partidarios puedan negarlo”, zanja.

El documental también subraya cómo mucha prensa internacional no ha prestado atención a las acusaciones de corrupción, mientras que las noticias sobre la guerra sí que les han interesado. Para Alexis Bloom no es una cuestión de “impunidad” de Netanyahu, sino que la atención mediática es limitada y se centra en la guerra “y se pierden en los problemas internos”. “Es como si todos los países estuvieran solo pendientes de sus problemas internos y hubiera un ancho de banda limitado a menos que seas un experto en política exterior”, justifica. Sorprende ver la altivez de Netanyahu, su esposa Sara o el hijo de ambos en los interrogatorios, donde este último llega a increpar a los policías y a compararles con la Stasi y la Gestapo. Como si supieran que nada pudiera tocarles. 

La cineasta cerró el documental con el juicio por celebrar y con la guerra recién comenzada, pero tenía que darle un final en algún momento. Cuenta que fue necesario dar “un paso atrás”, y darse cuenta de que la prensa estaba haciendo su trabajo, pero el suyo era otro. Solo hubiera cambiado algo “si hubiera dimitido o si le hubieran echado del poder”, y eso sabían que era altamente improbable: “Todos mis colegas israelíes me decían, ‘no te preocupes, él nunca va a dejar el poder. Eso no va a pasar’. Yo habría estado encantada de que pasara. No habría sido bueno para mi película, pero lo hubiera sacrificado por un buen final como ese”.