Elena López Riera, la directora que conquista Cannes con su mirada al pueblo “sin romantizarlo”

Javier Zurro

Cannes (Francia) —
20 de mayo de 2022 22:26 h

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El Levante español tiene una relación compleja con el agua. Viven temerosos de su ausencia, las temibles sequías, y condicionados por los polémicos trasvases fluviales para regar sus huertas. Por otro lado, cuando diluvia y llega la gota fría, el agua se convierte en el peor enemigo de todos. Trae caos, destrucción y hasta muerte. En una zona tan marcada por esta dicotomía, es normal que incluso las leyendas giren en torno a ella. Es el caso de la que recoge Elena López Riera en su primera película, El agua, un impresionante debut que compite en la Quincena de los realizadores de Cannes y con el que ha conquistado el Festival.

Ya había demostrado en sus cortometrajes un estilo único y personal en el que lo onírico, lo real y el pueblo se funden de una manera poética. Ahora amplía su universo con una ópera prima que no se parece en nada a lo que vemos habitualmente en el cine español, pendiente de la taquilla y las fórmulas para triunfar en la batalla de los algoritmos. López Riera va a contracorriente. La leyenda que establece como vertebradora de su historia dice que, con cada riada provocada por la gota fría, las mujeres de Orihuela desaparecen. Que se les mete el agua dentro y huyen.

Es la excusa para contar una historia de una joven adolescente que quiere huir del pueblo. No ser como su madre, la soltera señalada, la que trae las desgracias. No hay un futuro para ella. Ni dentro ni fuera. Solo como madre y esposa, como generadora de nuevas generaciones que sigan atrapadas allí. López Riera mezcla lo fantástico con la historia oral y coloca a un grupo de mujeres que cuentan a cámara cómo a ellas les contaron esa leyenda desde niñas. El agua es, sobre todo, una mirada personal y diferente al campo y al pueblo. Sin paternalismos ni demonizaciones. La mirada que tuvo ella cuando decidió irse de Orihuela para hacer cine.

“Yo empecé a hacer cine porque me fui de Orihuela y era una buena excusa para volver a casa. No sé si es Orihuela lo que me hace hacer películas o son las películas las que me llevan a Orihuela. A lo mejor eso se acaba y cierro ese capítulo y hago una peli en Madrid, no lo sé. Para mí está esa relación de amor-odio con ese lugar. Yo me quise ir, igual que mucha gente que ha crecido en un pueblo en los 90, que tenía ansias de ver mundo. Yo tenía ganas de salir, y luego sales y dices: quizás no era para tanto”, dice la directora desde la Playa de la Quincena de los Realizadores en Cannes horas antes de presentar su película.

Esa relación de amor y odio hace que su mirada sea tan dura como hermosa. Sin idealizar ni demonizar, algo que para ella fue “fundamental”. “Esa es la pregunta que me interesa, aunque para mí, realmente, la pregunta es '¿cómo el pueblo me mira a mí?'. Me pasó con mi primer corto, que al final hay un primer plano de un chico que me mira como diciendo: 'Esta de qué va'. Y eso es muy fuerte. Tú llegas y te crees muy lista, que eres la cosmopolita que vas a hacer una peli en el pueblo y es cómo el pueblo te mira a ti, porque tú ya no eres de allí. Te has ido. Y ese dolor de volver a tu casa y que la gente te mire como extranjero es duro, pero también es lo que me interesa, y por eso está esa mirada que intento no idealizar ni demonizar. Siento que se habla mucho de lo rural, y me preocupa que se romantice, que se romantice el campo. Eso es muy paternalista, el decir ‘Qué buena es la gente del pueblo, cómo se ayudan’. Bueno, pues hay de todo, como en las ciudades”.

Las mitologías responden a la necesidad de cristalizar un montón de cosas que la sociedad quiere que se mantengan, como los roles

Hay en El agua también un retrato contra el machismo heredado e incrustado. Un machismo que se transmite a través de leyendas que meten miedo a las jóvenes para que no se vayan, para que sean dóciles, porque “el mundo es machista, y por tanto las leyendas lo son”. “Las mitologías se crean. Mira la locura que hay ahora de nuevo con el horóscopo. Las mitologías responden a la necesidad de cristalizar un montón de cosas que la sociedad quiere que se mantengan, como los roles, y una forma muy efectiva de lograrlo son las leyendas. Ahí están los cuentos populares. Piensa en Caperucita, que lo que dice es que no salgas por la noche que te come el lobo. No es casual que recaigan en el cuerpo de la mujer para reprimirlo, o en sus deseos, en que no salgan solas. Es el reflejo de la sociedad”, explica López Riera.

Cuando empezó esta película se dio cuenta de que su desesperanza, sus ganas de salir pero su miedo a no encontrar nada fuera se han mantenido de generación en generación, como si de otra leyenda se tratara. “Lo que me interesa es ver qué cambia de generación en generación, pero sobre todo lo que no ha cambiado. Ese gesto repetido que crees que puedes hacer diferente que tus padres y tus abuelos. Pero, ¿qué margen hay realmente para hacer algo diferente? Es que lo tienen muy jodido, y encima son la generación de la pandemia. Se han pasado dos años en una habitación con un ordenador. Creo que no somos muy conscientes, pero es que la gente que tenía 16 años ha llegado hasta los 18 sin salir de su cuarto. Preparando la película nos dábamos cuenta de que no les podíamos hacer preguntas sobre su futuro, porque su futuro es muy corto. Se reducía a las tres semanas hasta que aprobaran las próximas medidas. No sabían si iban a poder salir a la calle”.

Un grupo de chavales que descubrió en un proceso de casting larguísimo y yendo a botellones a buscar a gente de la zona de la Vega Baja. A su lado, Bárbara Lennie y Nieve de Medina, únicas actrices profesionales del grupo. Una película que es “un encaje de bolillos” y que nace de una persona que se define como “bastante inconsciente”, pero que tiene claro que hay que intentar hacer las cosas de una forma personal: “porque si ya en el papel no puedo soñar, apaga y vámonos”. El sueño le ha llevado a Cannes con una primera película que demuestra que el cine de autor español está en un momento único.