Tolyatti es la ciudad más pobre de Rusia. No siempre fue así. Hace décadas fue un símbolo de progreso y orgullo de la Unión Soviética. Era el centro neurálgico de toda la industria automovilística y allí se fabricaba el Lada, un coche que se convirtió en icono comunista. Llegó a ser conocida como 'la Detroit' rusa. Ahora no queda nada de aquel sueño. La juventud malvive y busca un trabajo. No hay esperanza. El único futuro que parece real es el servicio militar obligatorio para los hombres y ser camarera para las mujeres.
En ese contexto de desesperanza ha surgido con fuerza un movimiento adolescente llamado Boyevaya Klassika, que se encarga de rescatar los antiguos coches de la fábrica y los tunea para usarlos para hacer derrapes sobre el paisaje helado. Una especie de Fast and Furious con un componente de rebelión. Son jóvenes que usan aquel símbolo soviético como forma de protesta. Jóvenes como Slava, Misha y Lera, los chavales a los que la directora Laura Sisteró siguió durante un año para realizar su documental Tolyatti Adrift, que se ha presentado en el Festival de Málaga.
Sisteró realiza un trabajo que se enmarca en las nuevas apuestas de la no ficción, pero que funciona como una película 'convencional'. No hay voz en off, ni testimonios a cámara. Ella sigue a estos jóvenes en su día a día y muestra su desazón, su cabreo ante un futuro que les prometieron brillante y que es negro. Muestra sus anhelos, sus deseos. Cómo intentan comprar un certificado médico para no ir al ejército. Lo hace mientras en la televisión Putin vende el esplendor de Rusia. Un contraste radical entre lo que dice y lo que se ve.
La directora catalana buscaba temas para un documental cuando descubrió la historia de Tolyatti. “Fuimos allí y conocimos a estos chavales que hacen drift (derrapes). Aparecieron un día con estos coches destartalados, pintados con grafitis. Hablamos con ellos, les hicimos fotos y nos dimos cuenta de que había una película con ese simbolismo del coche, porque también es el símbolo de una ciudad que creció gracias a la fábrica. Una ciudad a la que durante la URSS iba gente de todo el mundo, y que en dos generaciones está completamente abandonada. Esos jóvenes usan ese símbolo oxidado para rebelarse y gritar frente a ese futuro desesperanzador”, cuenta la directora.
Aunque la película se rodara antes de la pandemia, es inevitable unir la desilusión de esa juventud con las imágenes de miles de personas manifestándose contra Putin tras la invasión rusa a Ucrania. También pensar en aquel chico que se ve en el documental que va obligado al servicio militar. La directora confiesa que introdujo la escena del discurso de Putin buscando “un contraste con lo que ellos viven”. “Es un discurso de fin de año donde él dice que todo va bien, pero en un montaje en paralelo vemos a esos chicos que no saben qué hacer con su vida. Era un elemento importante. Además, ese coche es el símbolo de un sistema oxidado en una ciudad que fue lo que fue por la URSS y que luego se abandonó. De alguna manera, Tolyatti Adrift muestra una Rusia que Putin no quiere que veamos. Cuando comenzó la invasión pensé que me parecía increíble que estuviera invadiendo otro país sin poder gestionar el suyo propio. Todos mis amigos rusos están en contra. Nacieron con Putin, tienen 19 años, y no han tenido más oportunidades”.
El documental muestra una Rusia que Putin no quiere que veamos. Todos mis amigos rusos están en contra. Nacieron con Putin, tienen 19 años, y no han tenido oportunidades
La primera vez que Laura Sisteró fue a Rusia fue hace siete años. La idea de hacer este documental llegó más tarde, pero en ese tiempo comenzó a leer e informarse. No quería que fuera la mirada de una extranjera fascinada. Su idea era sacar la “poética que evoca ese coche y el cambio de paradigma adyacente a él”. No quería que fuese su mirada, sino dar voz a los adolescentes y contar la historia de la ciudad en la que los coches son la forma de sobrevivir para toda esa juventud.
“La mirada debía ser neutra. Como documentalista siempre tienes ese gran conflicto interior. Intento que sea así y que no haya prejuicios. Por eso decidí contar esta historia desde el punto de vista de estos chavales que, en una situación muy complicada, han encontrado una manera de resistir, y eso es de héroes”, explica Sisteró. Su trabajo consistió en pasar mucho tiempo con ellos. Les descubrió en un grupo de Facebook y se hizo una más. “Me iba de fiestas con ellos, a los drift, quería que me sintieran cerca y entenderlos. Ahí fui viendo qué personajes podían servir para el documental. Todos eran maravillosos, pero tenía que buscar aquellos cuyo conflicto estuviera vinculado con la historia de la ciudad”.
Uno de los aspectos que destaca de Tolyatti Adrift es su apartado visual, con esas carreras sobre asfalto helado e iluminadas con las luces de colores de los propios coches. Una delicia que muchas veces hace que uno se pregunte si está viendo un documental o una ficción, algo que estaba desde el inicio de un proyecto que está en esa línea borrosa entre ambas. “El acercamiento es más de ficción”, reconoce Sisteró. Ella entrevistaba a la gente, les preguntaba por sus sentimientos, por lo que experimentan al conducir un coche, y con esa información intentó “visibilizar poéticamente lo que sentían” y huir de los bustos parlantes que pueblan normalmente los documentales. Subraya que hay muchos tipos de drifts: agresivos, divertidos, poéticos, y que su labor como directora era potenciar esas sensaciones a través de cámaras lentas o la fotografía. No le da miedo que su documental “conviva con cierta poética de la ficción”, porque ante todo quiere que tenga una cualidad: “Que sea libre”.