Bastan pocos minutos para comprobar que La favorita no es una película de época cualquiera. Cuenta la surrealista historia de Ana Estuardo, de sus dolencias, de cómo se enfrentó a la Guerra de Sucesión española y de un extraño triángulo amoroso entre Sarah Jennings, su consejera, y la recién llegada a palacio, Abigail Masham. Sin embargo, lo hace de una forma que dista mucho de parecerse a abrir un polvoriento libro de historia. Y, por si con el tono narrativo no quedaba claro, Yorgos Lanthimos traslada su retorcido retrato de la aristocracia a otro apartado: la fotografía.
“El lenguaje visual de Yorgos en la película fue un desafío, y al enfrentarme a ello sentí que estaba siendo más creativo que nunca. Jamás había filmado nada de esa manera”, explica a eldiario.es Robbie Ryan, recientemente nominado al Oscar a Mejor fotografía por su trabajo en una cinta que además opta a otras nueve estatuillas doradas.
Gran responsable de ello ha sido la mente tras películas como Langosta o Canino. Ya fue capaz de demostrar cómo de corrompida estaba la humanidad con dos distopías herederas de las mejores tragedias griegas y ahora, incluso abandonando el registro de ficción más pura, lo vuelve a subrayar.
“Para mí ha puesto una cota muy alta. Es muy diferente a lo que había en el campo de la fotografía, y lo más espectacular de su belleza es que se adapta al tema sin destacar ni ser tan extravagante como podría ser la de Blade Runner”, subraya por su parte Teresa Medina, presidenta de la Asociación Española de Directoras y Directores de Fotografía (AEC). La cinematógrafa española cree que Ryan ha sabido “situarse en un segundo plano y elevar su fotografía sin convertirla en protagonista”. Es decir, sin anteponerla a la historia. Y ese es, precisamente, uno de sus principales méritos.
“Cuando tienes un director como Yorgos, sabes que el lenguaje visual que tiene en su cabeza funciona como el de un director de fotografía. Entonces, lo que haces es simplemente ayudarle con lo que necesita”, afirma Ryan quitando importancia a su poder sobre el apartado visual. No obstante, el mérito no recae en una sola figura. “Lo que hizo Gordon Willis con El Padrino, para mí, es lo que ha hecho Robbie Ryan con La favorita. El encargado de la fotografía debe apoyar la historia y transformarse en los ojos del director, no ser la estrella de ella”, apunta Medina.
Un ojo de pez como retrato de la burguesía
Lo primero que llama la atención es el uso de un tipo de lente que puede ser habitual en campos como la música o el deporte, pero no tanto en la cine: el ojo de pez. Como detallan desde el blog especializado de Kodak, Ryan se decantó por grandes angulares de la marca Panavision PVintage, algunos de ellos tan extremos (con 6mm de distancia focal) que hacen que la imagen se asemeje a observar por la mirilla de una puerta.
“Yorgos quiso usar grandes angulares para reflejar el mundo absurdo de la reina Ana y la claustrofobia de su entorno”, explica Ryan. Añade que esto también ayudó a que el resultado fuera más “honesto” con lo que se mostraba, ya que las lentes exhibían toda la amplitud de los escenarios y, literalmente, “no había ningún lugar en el que esconderse”.
El director de fotografía piensa que “ayudó a la narrativa”, ya que justo lo que pretende el guion es ser rupturista y, aunque parezca paradójico, bañar de contemporaneidad un filme sobre el siglo XVIII. Pero dichas sensaciones no son compartidas por todos los espectadores. Lo que para unos puede parecer una pericia, para otros se transforma en un extraño recurso carente de mensaje. En el caso de Medina, ella se sitúa en el primer grupo: “Cada cual lo interpreta a su manera, pero a mí me sirvió para entender a los personajes. Y esa es la belleza de la cinematografía: aportar al relato por medio de un simple movimiento de cámara”.
Así es cómo la locura y ansiedad de Ana Estuardo tiene su reflejo en pantalla: con la distorsión de largos pasillos y paredes que por momentos parecen replicar el sarcasmo surrealista impregnado en pintores como Salvador Dalí. La sensación es la de estar asistiendo a un espectáculo imperfecto en el que algo falla sin saber exactamente qué, más o menos como ocurre con la alta sociedad de la Inglaterra que retrata. De hecho, la textura de la imagen también se hace eco de esta filosofía, y no tiene reparo en evidenciar el grano derivado de utilizar una película de 35 mm en tiempos donde reina la perfección digital.
La luz de las velas como foco principal
La potencial visual de La favorita no acaba con lo referido a la cámara, ya sea en forma de movimientos o lentes. Continúa con otro de los grandes pilares de esta película: la iluminación. Lanthimos, como ya hizo Kubrick en Barry Lyndon, decidió eliminar cualquier clase de foco y limitarse a la luz que dictaba el tiempo o la habitación. “La idea de fotografiar con luz natural es emocionante, porque hay que rodar con el clima que haya. Por suerte, en las localizaciones donde grabamos teníamos grandes ventanales y el clima fue muy amable con nosotros con una primavera excepcionalmente soleada”, celebra Ryan de un rodaje que comenzó en marzo de 2017 y se extendió 45 días.
Los lugares elegidos, como se comprueba en el filme, fueron los jardines e interiores de Hatfield House, una gran casa de campo situada en la ciudad de Hatfield (al sur de Inglaterra). Los problemas llegaban cuando, en lugar de grabar en patios a plena luz del día, la cámara se adentraba en recónditas y diminutas habitaciones que apenas dejaban pasar la luz. Solo quedaba una opción: poner velas. “Había que preguntarse cuántas usar o cómo iban a iluminar los grandes pasillos en los que nos encontrábamos. La mayor sorpresa fue que se derretían muy rápido, así que tuvimos que encontrar la manera de evitar que la cera goteara todo por el viejo suelo”, recuerda el fotógrafo.
Teresa Medina, como experta en la materia, también destaca la complejidad de haber grabado en tales condiciones. Por ejemplo, para cambiar de plano sin que una misma vela muestre cambios bruscos y se produzca un fallo de raccord. “Imagínate el reto de la continuidad de eso. Hay cosas que parecen muy sencillas y precisamente esas son las que más trabajo cuestan. Ya lo decía Allen Daviau, el director de fotografía de E.T., que el mayor reto era hacer que el personaje no pareciera un muñeco”, observa.
La 91º ceremonia de los Premios Oscar está marcada en rojo en el calendario de Robbie Ryan. En ella podría recibir por primera vez una estatuilla dorada, aunque antes tendrá que competir contra las otras nominadas en la misma categoría: Cold War, Ha nacido una estrella, La sombra del pasado y Roma. No obstante, el fotógrafo prefiere centrar la atención en dos de sus compañeros: “Me encantaría que Yorgos y su editor, Mavropsaridis, sean reconocidos por la forma fantástica en que han construido la película”. El próximo 24 de febrero comprobaremos si, además, las luces de las velas de La favorita también logran iluminar a la Academia.