Un bebé duerme plácidamente, apoyado en el pecho de su madre. Dos amigas se maquillan y cantan frente al espejo. Una familia viaja en coche mientras cae una tormenta, ríen aliviados por estar a salvo de la lluvia. Una persona trenza cuidadosamente el pelo a otra mientras la televisión emite Aquí no hay quien viva. Tres amigos pasan una calurosa tarde de verano junto a la piscina. Diferentes personas charlan alegremente mientras cocinan. Un artista pinta con rotulador blanco y poco a poco vemos el resultado de sus trazos, un conjunto de ocho rostros sobre cartulina negra.
Estas escenas cotidianas, tan familiares y a la vez poderosas, pertenecen a A todos nos gusta el plátano, la primera película del fotógrafo Rubén H. Bermúdez (Madrid, 1981), triple ganadora del festival Documenta Madrid. Además de alzarse con el premio del público y el premio CineZeta, otorgado por el jurado joven, el jurado de la sección nacional distinguió la cinta por ser “un retrato y, a la vez, un autorretrato íntimo, cálido y audaz de la comunidad afrodescendiente en España”.
Durante apenas una hora, Ebebe Miranda, Oumoukala Sow, Ken Province, Nadia, Hannah, Chumo Mata y Agnes Essonti toman la cámara, ajustan sus móviles, se preguntan qué mostrar y cómo hacerlo —“me pregunto a qué espejo te refieres y qué te imaginas”, dice una de las protagonistas, interpelando al director—; en definitiva, comparten generosamente sus vidas.
La idea, cuenta Bermúdez a elDiario.es, comenzó una mañana de 2017 en el Centro de Arte Dos de Mayo de Móstoles (CA2M), cuando en su visita a la exposición Elements of Vogue quedó deslumbrado por Love is The message, The message is Death, la pieza que el video artista Arthur Jafa había realizado en 2016 para reflexionar sobre la identidad afroestadounidense, construida sobre found-footage y una versión de Ultralight Dream de Kanye West. “Salí de allí muy flipado y diciendo ‘quiero hacer una película’. Me compré un cuaderno”, recuerda Bermúdez, que aquel año publicó su fotolibro Y tú, ¿por qué eres negro? (Phree), una exploración visual de la negritud y las raíces del racismo cotidiano en España articulada en clave autobiográfica.
Con la intención inicial de hacer un film que tensionase y amplificase este primer proyecto, consiguió una beca en el Centro de residencias artísticas de Matadero, aunque el montaje final de A todos nos gusta el plátano no pudo ver la luz hasta después de la pandemia, gracias a una convocatoria extraordinaria de compra de obra de la Comunidad de Madrid que le permitió contratar a un sonidista y un equipo de diseño. Llegó a tiempo para presentar la cinta a la decimoctava edición de Documenta Madrid; el resto es historia, como bien saben quienes asistieron a aquella entrega de premios. Tras su estreno y éxito en Documenta, la película fue proyectada el pasado viernes en el cine de verano de Matadero, consiguiendo hacer sold-out, y en otoño habrá un nuevo pase en el CA2M.
La alegría de una voz colectiva
Es imposible desligar A todos nos gusta el plátano de los conceptos de comunidad y colectividad. Fue Claudia Caremi, la directora cubana que ayudó a Bermúdez durante su residencia en Matadero, quién le proporcionó una carpeta que contenía varias películas bajo el epígrafe “voz colectiva”. “Eran películas construidas por varias personas, me gustó esa idea”, dice el director, que define el proceso como “orgánico y con la incertidumbre como aliada. No sabíamos muy bien qué íbamos a hacer, ni cómo lo íbamos a hacer. Tratamos de disfrutar y de no sentir ningún tipo de presión”.
La libertad de los protagonistas queda patente en el resultado final de la obra que el director no quiere definir como documental: ningún plano grabado por ellos parece impostado; rápidamente, el espectador se desliza en sus vidas y palpa fugazmente la alegría que solo es patrimonio de algunos momentos cotidianos, aquella que muchas veces resulta imperceptible hasta que los otros, quienes forman parte de nuestra comunidad, ya no están.
“Las personas que han construido la película son gente amiga, con las que acordé que iban a compartir su intimidad conmigo y con el público, bajo las premisas de estar siempre en una posición de comodidad y manteniendo un diálogo sobre lo que estaban grabando. Con cada persona era diferente, dejé hacer e intenté que nos saliera algo que nos gustara”, prosigue Bermúdez. “Durante el tiempo de la beca venía mucha gente afro a visitarme. Les preguntaba qué querían ver y me decían que querían reírse. Les preguntaba qué no querían ver y me decían que no podían con otro relato de resistencia, lucha o antirracismo. Intenté escuchar esto y llevarlo hasta el final”.
Solo hay una escena que desentona con el resto: una discusión entre uno de los protagonistas, su acompañante y dos vigilantes de Renfe, cuya forma de inferir que los primeros no han pagado el billete recuerda a los controles policiales basados en el perfil racial, denunciados reiteradamente por ONGs y comunidades racializadas —en 2017, SOS Racismo lanzó la campaña Parad de pararme—. “Cada persona grabó lo que quiso y luego me lo entregaron todo. Yo no sabía muy bien qué me iba a encontrar y creo que mi trabajo consistía en encontrar qué hacer con ese material. Cuando llegué a ese clip lloré. Luego lo volví a ver y volví a llorar. Pensé, ‘esto me funciona muchísimo, no quiero que mi película vaya de racismo pero esto tiene que estar: conecta, emociona’. Me imaginaba a una sala llena sintiendo lo mismo que yo en ese momento” afirma Bermúdez. “Varias personas me han dicho que les sobra, y otras muchas que les resulta muy emocionante. Creo que eso es bueno”.
“Somos pocos y aún no hemos interpelado a los circuitos culturales más formales ni estamos insertos en ese marco importante para transformar imaginarios, pero vamos en camino, no solo desde la comunidad afro sino desde otras, como la comunidad asiática”, decía recientemente en una entrevista el poeta afrocolombiano y afroespañol Yeison F. García, señalando el momento de efervescencia de los artistas racializados en España.
Una declaración con la que Bermúdez coincide: “Estamos haciendo muchas cosas, que Elvira Dyangani sea la nueva directora del MACBA creo que es significativo”. Él recuerda con emoción el descubrimiento de la obra No es país para negras de Silvia Albert Sopale o el primer correo que la periodista Lucía Mbomío le mandó para ofrecerle ayuda. Era 2015 y él estaba en en pleno proceso creativo de Y tú, ¿por qué eres negro?. “Pienso en ahora, en 2021, y el escenario ha cambiado muchísimo, cada día hay más y más escenas, más y más nombres. Trato de seguir la pista a Beatriz Mbula, Megane Mercury, Navxja, Sol Bela, Heidi Ramirez, Astrid Jones, Paloma Etienne, Asaari Bibang...podría estar todo el día así”.