La importancia y los retos de la descolonización de los museos en una lección magistral de Mati Diop
“Superar un marco colonial o anclado en inercias de género o etnocéntricas que han lastrado la visión del patrimonio, de la historia y del legado artístico”. Con esas palabras anunciaba el pasado enero el Ministro de Cultura, Ernest Urtasun, su voluntad de comenzar un plan para descolonizar los museos estatales. Un proceso de “revisión” en el que hay que “seguir avanzando” pero del que no se dieron más pistas. No hay, de momento, un plan sobre qué medidas se tomarán y cuándo se hará. Tampoco si, como cualquier proceso descolonizador, implicará el retorno de las piezas expoliadas por España a sus lugares de origen.
El anuncio de Urtasun provocó las iras conservadoras. El portavoz de Cultura de Vox, Joaquín Robles, le acusó incluso de “censura”. “Nos acusa de censura cuando ustedes, la izquierda, son expertos en ello”, dijo mientras que desde el PP, Borja Sémper exigió a Urtasun que “no sea un burócrata ideológico y no se convierta en un activista político en su importante ministerio”. También la prensa alineada con la derecha aprovechó para atacar la decisión. A la mañana siguiente, el periodista Carlos Herrera se preguntaba desde su programa de radio qué significaba eso de “superar el marco colonial” y creía que era una de “esas preguntas que no sabe responder ni el que las propone”.
Para responder a Herrera y a la derecha, y para mostrar la importancia, pero también los retos de la descolonización de los museos, ha llegado la cineasta Mati Diop, que ha presentado en competición en la Berlinale su nuevo trabajo. “Un documental fantástico”, como ella lo ha definido, llamado Dahomey, y que sigue el rastro de las 26 obras que fueron devueltas por Francia a Benín en 2021. Diop da voz a las obras de arte en este viaje, en concreto a la 26, la última de las que volvió, y escucha a la gente de Benín para valorar la importancia de este acto. No son los franceses quienes deben valorar lo que significa, sino aquellos que fueron expoliados. De la misma manera no deberían ser los españoles los que lloren por un arte que nunca les perteneció.
La cineasta siempre busca decisiones originales de puesta en escena, que juegan a lo fantasmal y lo sobrenatural, y acierta en poner el foco en lo que dice un grupo activista de universitarios del país africano. Escuchándoles es imposible no pensar que hay que descolonizar los museos. Jóvenes que aseguran que han crecido con las historias de Disney o con Avatar, pero que no sabían las historias y leyendas que representan estas estatuas. Mujeres que lloraron de emoción durante 20 minutos al ver aquellas obras por primera vez. Testimonios que desde nuestra posición de superioridad no queremos escuchar. Sobre ese dominio de Hollywood la cineasta reconoció, en un encuentro reducido con periodistas, que eso corresponde a un nivel superior: “Es una supracolonización que se ha vivido en todos los sitios, no solo en África, una colonización cultural para lo bueno y para lo malo. Yo no reniego de toda cultura occidental, de hecho la música de esta película la siento inspirada por el cine de Spielberg”.
Dahomey también plantea los miedos y retos de este proceso. El miedo a que se quede en un simple gesto simbólico. Francia solo ha devuelto 26 de las más de 7.000 obras expoliadas, y muchos piensan que es solo una medalla que quiere colgase Macron. Piden que el proceso descolonizador continúe, y muchos discuten sobre cómo hacerlo. Hay quienes quieren asaltar los cielos y piden una revolución, y hay quienes ven estas 26 obras como el inicio de algo importante. “El expolio fue también de nuestro orgullo y de nuestro espíritu”, se oye decir en un momento a una de las universitarias. Otra expresa cómo todavía son “esclavos” por culpa de la lengua, ya que el francés se impuso sin opción aniquilando el resto de idiomas nativos.
Otro de los retos que plantean estos jóvenes es cómo lograr que no sean solo ellos, los privilegiados, la élite cultural del país la que disfrute de estas obras. Como en todo, la solución pasa por acabar con la desigualdad económica y en luchar por los derechos culturales. Que la cultura sea accesible para todos y no solo para unos cuantos, otro de los ejes fundamentales de Urtasun en todos sus discursos.
Prometedor pero humillante
Mati Diop se convirtió en la primera directora africana en competir en Cannes, donde ganó el Gran Premio del Jurado por su debut en la ficción, Atlantiques. Acompañada de varios de los universitarios de su película, Diop aseguró en Berlín que una de las razones por las que hace cine es para “hacer visible, inteligible y sensible la cuestión del colonialismo”. “No es algo fácil, porque la colonización está tan arraigada que es complicado ser consciente de la violencia que ha supuesto”, añadió.
Lo primero que hay que restituir es la importancia que tiene devolver obras a un territorio que durante siglos ha sido explotado y dominado y que lo sigue siendo de otra forma distinta
Para ella el regreso de estas 26 obras “no es suficiente, es humillante”, pero pidió “ir más allá de la puesta en escena que busca el Gobierno” de Emmanuel Macron. “No hay que minimizar el poder que tiene este hecho. Lo primero que hay que restituir es la importancia que tiene devolver obras a un territorio que durante siglos ha sido explotado y dominado y que lo sigue siendo de otra forma distinta. Son solo 26 obras de 7.000 pero hay que invertir esta cuestión y hablar de la restitución como un pretexto para cuestionar todo lo que plantea problemas en esta relación de fuerzas y todo lo que debe ser restituido”, precisó.
La idea de hacer una película sobre este tema la tuvo por primera vez en 2017, cuando Macron sacó el asunto en los medios por primera vez. Diop no se lo creyó y le pareció “surrealista” que fuera a lograrse. “No podía imaginar que algunos artefactos concretos volverían, pensaba que iba a ser algo que tardaría 20, 30 o 40 años, no sabía si yo iba a ser testigo de ello en mi vida, por eso me planteé escribir una ficción que comenzase en el momento del saqueo de una obra y seguir su periplo hasta su restitución, en un futuro imaginado”, ha explicado. Del presidente francés, Diop dice que su medida le parece pardójica, ya que “un par de años de esta medida aprobó sancionar a Mali, Níger y Burkina Faso por pedir más emancipación de los franceses y creó una ley de inmigración racista y xenófoba”.
De aquel proyecto de ficción quedaron cosas, especialmente “el principio formal y estético, pero sobre todo ético”, que eligió al narrar “desde la perspectiva de las obras, es decir, desde la perspectiva africana, hacerles sujetos narrativos de su propia historia”. Porque son solo ellos los que pueden expresar la importancia de “superar ese marco colonial”, por mucho que Carlos Herrera no lo entienda.
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