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Seminci

Jim Sheridan, el director que se atrevió a hablar del IRA mientras todavía mataban

Javier Zurro

Valladolid —
28 de octubre de 2022 22:29 h

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Jim Sheridan abandonó Irlanda en los años 80, y sin embargo, su cine siempre ha girado en torno a su país. Lo ha hecho desde lo autobiográfico, como en En América, donde narraba su propia peripecia cuando llegó a EEUU y la nostalgia hacia la tierra dejada atrás; pero también abordando el conflicto en el norte del país que, como bien cuenta en forma de comedia la serie Derry Girls, acabó alcanzado a todos de alguna manera.

El cine de Sheridan está atravesado por el IRA. Él fue de los pocos directores que se atrevieron a hablar de ello mientras la banda seguía matando. Es complicado que el cine ponga su mirada en asuntos tan espinosos cuando siguen latiendo. Solo hay que ver lo que ocurrió en España, donde Imanol Uribe y Eloy de la Iglesia fueron de las pocas excepciones durante demasiado tiempo, y ahora hemos visto que la ficción comienza a vivir un deshielo y aborda por fin el tema de ETA. Él lo hizo en una obra maestra como En el nombre del padre, pero también produciendo una secuela apócrifa, En el nombre del hijo, y con la contundente The Boxer, donde apelaba a la negociación de paz para solucionar el conflicto.

Un trabajo que la Seminci ha reconocido con una Espiga de Honor. Uno de esos premios que hacen pensar a uno en su propia trayectoria. El director irlandés reconoce que su llegada “a este mundo del cine fue como una explosión”. Se refiere al éxito arrollador de Mi pie izquierdo, con la que debutó en 1989 y que logró cinco nominaciones el Oscar y el premio para sus dos protagonistas, Daniel Day-Lewis y Brenda Fricker. “No había dirigido una película hasta los 40 años, y de golpe, hice cuatro o cinco que tuvieron mucho éxito muy rápidamente. Pero, a medida que avanzaba, se hizo más difícil hacer películas, así que hice algunas estadounidenses que son bastante buenas, pero no creo que tengan el poder o la verdad interior que tienen las anteriores”, cuenta desde el Teatro Calderón de Valladolid.

Aquellas películas nacían de una “necesidad interior”: la de “comunicar una historia, que realmente era la historia de Irlanda, que nunca se había contado visualmente”. “Irlanda nunca tuvo una historia de la pintura como tal. Vengo a España y veo pinturas de 1500, pero allí no comenzamos a hacerlo hasta finales del XIX. Primero, porque es muy difícil pintar al aire libre en Irlanda porque hace mucho frío y está lloviendo todo el tiempo, así que no tenías esa tradición, y luego tenías la tradición interior, que se basaba en la británica”, explica. 

Las primeras representaciones que llegaron se “ocuparon de la mitología, de hadas… estaban en un mundo diferente”. La falta de arte visual contrastó con la de una amplia presencia de literatura, ya que “los revolucionarios eran escritores”. También afectó “el conflicto del norte, que hacía difícil cuando estabas en Irlanda entender hacia dónde se dirigía el país y de dónde venía”. Tocó “reimaginar” la nación.

Sheridan cree que la historia de Irlanda es muy útil para el resto del mundo, aunque la gente “piense que esto solo es un problema de Irlanda, pero en realidad es un problema internacional”. “Esa división la tienes entre el norte y el sur de Europa. Entre los estados rojos y los estados azules en Estados Unidos… Así que no se limita a Irlanda. Simplemente en Irlanda fue más exagerado, pero hay mucho que aprender de los problemas en Irlanda. De hecho, yo creo que vamos a tener un problema real en Estados Unidos si toman la ruta de las fuerzas antidemocráticas en los próximos años. Creo que va a ser un desastre”, dice sobre la importancia de contar la historia reciente de su país.

No creo que el IRA tuviera la más mínima oportunidad de tener éxito. Así que la idea de pelear una guerra que no podías ganar me parecía una contradicción

No le da importancia a haber sido de los pocos en atreverse a hablar del IRA, y cree que esa necesidad de hablar de ello desde su cine nace porque mamó desde pequeño el activismo. “Yo fui muy activo políticamente cuando era niño, y vi el conflicto de una manera particular. No vi ningún beneficio en una guerra violenta dentro de los seis condados y pensaba que solo tenía una solución. Lo que estoy diciendo es que en realidad no creo que el IRA tuviera la más mínima oportunidad de tener éxito. Así que la idea de pelear una guerra que no podías ganar me parecía una contradicción”, apunta. 

Pero tampoco simpatizaba con la actuación británica. Leyó lo que escribían los militares británicos en los libros que publicaban, y que citaban a Mao Tse-Tung: “Ellos decían: 'si el pueblo es el agua, la guerrilla es el pez'. Y ellos añadían: 'en este caso, debemos contaminar el agua'. Cuando leí eso, inmediatamente me entró un gran conflicto sobre la lucha armada y comencé a tratar de averiguar qué pensaba el Papa porque yo era religioso y me pregunté: '¿piensa el Papa que esto es una guerra justa?' Y el Papa pensaba que, si no tenías posibilidades de éxito, eso no era una guerra porque la idea de pelear una guerra que no puedes ganar, como en la franja de Gaza, no la entiendo. Entiendo la ira, pero no entiendo la solución. Esa es una solución violenta que no puede ganar. Así que mi cine estaba ligado a una visión general de que la no violencia tenía que ser el camino”. 

Añade que el carácter de los irlandeses, siempre rebelándose, encarnizó el conflicto. “Siempre digo que los italianos mataban por negocio y los irlandeses por principios. Cualquier principio, así que nunca puedes predecir a un irlandés. Los italianos prefieren vivir, a los irlandeses les da igual, porque incluso en la próxima vida se rebelarán. No tiene fin. Lo decía Freud, no puedes analizar a los irlandeses, no puedes psicoanalizarlos, y yo no creo que sea verdad, tienes que cambiar las cosas con otras formas de pensamiento, y el cine puede funcionar como tal, pero no en un mundo en el que hay una sola cultura, que es la americana. No puede funcionar si las cinco empresas de producción más importantes son HBO, Amazon, Apple, Netflix y otra jodida plataforma… Disney. Así no puede funcionar. ¿Cómo cuentas el mundo?, ¿cómo encuentras una solución? Es que, aunque quieran hacer películas españolas o irlandesas, no nacen de nuestras raíces, sino de su mirada amable. Dinamarca se opuso a Netflix y destruyeron su industria, ¿y dónde estaba Europa entonces?, ¿alguien dijo que eso no estaba bien?”, añade.

Las cosas que hago como director es por esa clase trabajadora. A veces es difícil mantenerse conectado a la tierra, así que creo que siempre he tenido un deber hacia ese tipo de personas

Hijo de una ama de casa y un trabajador de la estación de trenes, Jim Sheridan es una de esas excepciones de hijo de la clase obrera que llega a director de cine, algo “muy inusual” de lo que él se dio cuenta cuando alcanzó éxito en Estados Unidos y comenzó a ayudar a producir a sus compatriotas como Terry George o John Carney. “Un día conocí a Alfonso Cuarón y Guillermo del Toro, estaban juntos, y ambos son mexicanos, pero son de clase alta, de familias ricas. Y no me había dado cuenta hasta ese momento, pero sí que creo que parte de las cosas que hago como director es por esa clase trabajadora. A veces es difícil mantenerse conectado a la tierra, así que creo que siempre he tenido un deber hacia ese tipo de personas, una llama dentro de mí, una pasión”, cuenta.

Su próximo proyecto, según los medios de Hollywood, será otra vez con la vista puesta en Irlanda, y directamente a su vida. North Star contará su infancia y los años 60 en su país. Lo hará con música de Bono and the Edge, que ya compuso canciones para En el nombre del padre y que aportará otro toque irlandés para la película soñada de un director que siempre ha visto en sus raíces la materia prima para crear.