Cuando Liv Ullmann tenía 13 años sentía que nadie la escuchaba. Fue a esa edad, cuando en una fiesta organizada por su madre leyó el cuento de La pequeña cerillera, de Hans Christian Andersen, delante de todos los invitados y sintió que todo cambiaba. La gente se quedaba embobada escuchándola narrar. Ahí descubrió que el mundo de la interpretación era su puerta para vencer su timidez. Una timidez que la ha acompañado toda su vida y toda una carrera marcada por sus películas junto a Ingmar Bergman, de quien fue también pareja sentimental; pero también por sus rechazos a directores como Brian de Palma o Alfred Hitchcock.
Qué suerte que aquella niña encontrara en Hans Christian Andersen su vocación, porque fue el nacimiento de una de las actrices más grandes que ha dado la historia del cine y uno de los rostros que mejor ha aguantado un primer plano a la cámara. En los ojos azules de Liv Ullmann hay verdad y hay compasión, y eso traspasa cualquier pantalla. Esos ojos azules sedujeron a todos de nuevo en Palma de Mallorca, donde el Atlàntida Mallorca Film Festival le ha entregado el premio Masters of Cinema por su carrera.
Lo ha hecho un año más tarde de lo previsto, ya que Ullmann era la galardonada del año anterior hasta que la huelga de Actores y Actrices impidió su visita. Ahora un fallo informático ha estado a punto de aguar la fiesta de nuevo. No lo logró y Ullmann recibió el premio de manos de Elena Martín Gimeno, directora de Creatura. Antes, realizó una charla abierta y realizó un encuentro reducido con periodistas donde se encontraba elDiario.es
Aunque para muchos es conocida por ser “la musa de Bergman”, eso es un término que se le queda corto, pero tampoco lo rechaza ni se siente infravalorada por ello. “Creo que esta bien. Me lo suelen preguntar, porque creo que él dijo que yo era como su Stradivarius… ¿Qué hay de malo en ser su musa? Sé que no podría haber hecho sus películas sin mí. Me gustaba su cine antes de conocerle. Cuando le conocí iba por la calle con Bibi Andersson, mi mejor amiga, y se quedó allí y habló con nosotras. Dijo que había visto algunas de mis películas, porque había hecho muchas antes de conocerle, y me preguntó si quería estar en una de sus obras. Creo que ese placer, esa felicidad que sentí en Suecia cuando Ingmar Bergman me habló en la calle me la llevé de vuelta a casa. ¿Debería sentirme mal por ser su musa? Al contrario, me siento orgullosa”, zanjó.
Con 85 años la actriz repasó su carrera, desde que fue rechazada para una representación de Romeo y Julieta “la última vez que lo hicieron”, como comentó con humor, hasta que triunfó y pudo decir que no a papeles como el de Vestida para matar, de Brian de Palma. Al único que se arrepiente de haber rechazado su propuesta fue a Hitchcock. Muchas veces aquellas negativas vinieron provocadas por su mala experiencia en Hollywood con Charles Bronson, pero también por un excesivo miedo al rechazo. “Es la timidez. Siempre tengo como una imagen, que bajo del avión, y en cuanto me ven se van a arrepentir de haberme elegido. Es esa sensación de soledad. Yo la estoy compartiendo aquí con vosotros, pero incluso cuando he llegado a Palma he pensado, lo mismo se arrepienten de haberme invitado. Quizás es algo que pensamos todos, pero no solemos atrevernos a decirlo. Por eso lo comparto aquí con vosotros”, dijo delante del público.
Más adelante profundizó en esas negativas, y volvió a hacer hincapié en esa sensación de “miedo”. “Admiraba el cine de Hitchcock, cómo contaba las cosas… y le dije que no y me arrepiento. Desafortunadamente él no pudo acabar esa película. Pero es la única vez que me ha arrepentido, aunque ha habido otros muchos noes”, y ahí contó un papel que le ofrecieron y que también rechazó: “Me querían en Sexo en Nueva York para el papel de la pareja de Baryshnikov, y además era en París. A mí me encantaba Sexo en Nueva York, pero dije que no por el mismo motivo, porque pensaba que en cuanto bajara de aquel avión se iban a arrepentir de contar conmigo”.
Un primer plano es como si se acercara a ti una persona que te ama. La cámara te ve, y yo como actriz lo sé, y dejo que la cámara me penetre y me vea tal y cono soy
Ullmann defendió al cine como posibilidad de sentirnos acompañados, de vencer la soledad frente a una pantalla, pero también como forma de ser conscientes del dolor en todo el mundo. “Es importante conocer el sufrimiento que hay en el mundo, lo que está ocurriendo ahora en Gaza, en Israel, en Sudán… y en contraposición a ello tenemos el arte, que es una llamada a recordarnos lo que somos y quiénes somos”, dijo en su charla.
Después ahondó en ese compromiso que la ha llevado a fundar la Women’s Refugee Commission, desde donde puede ser “altavoz y hacer algo realmente importante por las mujeres y niños refugiados”. “Trabajar en el Comité Internacional de Rescate que creó Einstein le dio a mi vida un significado absolutamente nuevo”, recordó y contó una anécdota sobre las atrocidades que vio en un campo de refugiados en Hong Kong, motivo por el que tiene “prohibido volver”. “Nos prohibieron contar nada de lo que vimos, y nosotras contamos todo. Fue entonces cuando nos dimos cuenta de que las leyes las hacen los hombres y pensamos hacer una organización donde solo fuéramos mujeres. Este septiembre cumplimos 35 años y creo que podemos hacer muchas cosas. Lo que hicimos entonces fue una de las cosas que más me enorgullece en mi vida”, explicó.
Liv Ullmann mostró su altura interpretativa y humana en su jornada en el Atlántida Film Fest, y dejó frases para el recuerdo como cuando describió lo que significaba para ella un primer plano: “Es como si se acercara a ti una persona que te ama. La cámara te ve, y yo como actriz lo sé, y dejo que la cámara me penetre y me vea tal y como soy. Con Ingmar era todavía más especial, porque él estaba al lado de la cámara, y sentía que él y la cámara me veían”.
Para Bergman tuvo la anécdota más emotiva, cuando recordó las últimas horas con vida del cineasta en la isla de Faro y cómo ella estuvo a su lado. Habían pasado varios años desde que rodaron juntos la última película del director, Saraband. Aquella última vez juntos había una escena en la que su personaje volvía a ver al hombre del que se había divorciado tiempo atrás (el filme recupera años después a los mismos personajes de Secretos de un matrimonio). Él tenía Alzheimer y le preguntaba, “¿por qué has venido?”, a lo que ella le respondía, “porque me has llamado”. Cuando acabó el rodaje de Saraband, Bergman se fue a la isla de Faro y nunca salió de ella.
Años después le dijeron a Liv Ullmann que Ingmar Bergman estaba muriendo. Ella cogió un avión privado desde Noruega para despedirse de su gran compañero: “Entré en su habitación. Era la última noche que estaría vivo, pero no lo sabía. Cuando le vi, él ya estaba yéndose, se estaba muriendo. Yo le cogí le mano y le dije, ¿sabes por qué he venido? No me contestó, pero yo le dije, he venido porque me has llamado. Me senté un rato con él y le dejé. Unas horas después murió”.