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Crítica

'En los márgenes', un drama sobre desahucios tan honesto como doloroso

6 de octubre de 2022 23:21 h

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Hay una etiqueta a la que la crítica 'sesuda' parece que tiene alergia. Es esa que dice ‘social’. Cuando una película se presenta bajo el paraguas de ser 'cine social' siempre recibe los mismos ataques. Se les acusa de ser obvios, panfletarios, de hacer pornografía emocional… les achacan de mostrar algo irreal. La realidad como algo irreal. Ese es el grado de desconexión de una sociedad que vive anestesiada. Que lava su conciencia leyendo el periódico con un café y se olvida de todo cuando llega a la página de la programación de la televisión. 

Los refugiados de Nadine Labaki, los inmigrantes de los Dardenne y los obreros de Ken Loach existen. Otra cosa es que muchos no quieran que se los enseñen. Que no quieran sentirse culpables porque todos esos realizadores señalan al sistema del que todos somos cómplices. La etiqueta social escuece porque nos muestra que hemos fallado. Es curioso que todos esos directores siempre digan lo mismo: si esos críticos escucharan las historias reales que inspiran esas películas se asombrarían, porque son mucho más duras de lo que contamos. La realidad es más dura y más miserable. 

El debut en la dirección de Juan Diego Botto no se avergüenza de su apellido. Es cine social. En mayúsculas. Sin complejos y sin temor a decirlo. Es cine que tiene otra de esas etiquetas que tanto se usan hasta quedar sin significado: es necesario. En los márgenes es una película que nos alumbra, que pone foco a un drama que hemos decidido olvidar, el de los desahucios. Un tema que ya no cabe en los telediarios y que sigue afectando a más de 100 familias todos los días. Si el cine sirve para algo, además de para entretenernos, es para mostrarnos las realidades que existen aunque prefiramos ignorarlas.

En los márgenes es un debut honesto, franco, sincero. Son sus mejores armas. Botto y Olga Rodríguez han armado un guion que recoge decenas de historias reales y las condensan en un filme que tiene corazón de thriller. Un drama sobre desahucios con cuenta atrás. La película podría ser una en la que una bomba va a explotar dentro de 24 horas. Aquí la bomba es el desahucio del personaje al que interpreta Penélope Cruz. La estrella baja al barro y al barrio y se convierte en una madre coraje que en su lucha por salvar su casa se olvida hasta de cuidar a su hijo. Cruz se ha dejado la piel en un filme que no solo protagoniza, sino que ha producido y ayudado a levantar.

Botto cruza tres historias para contar tres realidades con el drama de los desahucios en el centro. La que actúa como hilo conductor es la que protagoniza Luis Tosar —tan perfecto como siempre—, que recorre a contrarreloj la ciudad para ayudar a una madre inmigrante que puede perder a su hija. Se entiende por qué el director elige esta historia como nexo de unión, ya que el espectador comparte el punto de vista del personaje de su hijastro; un Cristian Checa que brilla y debería optar sin duda al Goya al Mejor actor revelación. Los prejuicios del joven son los del público. Sin embargo, esta decisión que en papel es perfecta, acaba lastrada por el poder de las otras dos historias. Tanto la de Penélope Cruz como la de Adelfa Calvo tienen un poder dramático que hace que uno se sienta arrasado por ellas. Pasa lo mismo con la excelente escena de la asamblea antidesahucio, donde esas historias reales saben tan a verdad que uno quiere quedarse a escuchar más.

Aunque todo el reparto brille, la contención y la emoción de Adelfa Calvo logran los momentos más sobrecogedores. Su última escena agarra y no suelta. Una escena que, además, muestra otro de los aciertos de En los márgenes, la decisión de Juan Diego Botto de dar un paso atrás en la dirección. No hay lucimientos ni florituras. Aquí no valen los movimientos de cámara virtuosos porque lo que importa son esas historias. La mejor muestra es ese plano que se detiene en el vidrio de una puerta que impide que se vea lo inevitable. Es una decisión que da dignidad a ese personaje y a su decisión.

Esa contención contrasta con ciertos subrayados que podrían haber sido evitados. No hacía falta que el personaje del hijo de Tosar explicite que le considera su padrastro y que finalmente será su padre. Tampoco el recurso de la fecha de cumpleaños y el regalo que le hizo. Son detalles que caen en una obviedad que no hay en el resto de un filme cuyo corazón pertenece a esa escena que nació como el comienzo del guion, la larga discusión de Penélope Cruz y Juan Diego Botto, que muestra otro de los temas centrales del filme, el coraje de esas mujeres que en las peores condiciones se convierten en las que tiran del carro. En En los márgenes, los hombres se caen cuando se les despoja de lo que se les ha dicho que define su masculinidad, el dinero, la casa, la pareja, y son ellas las que son capaces de pelear hasta el final.

Es una película que también demuestra el poder de la comunidad. En un mundo individualista, donde se empeñan en que las luchas colectivas desaparezcan, Juan Diego Botto reivindica la unión y la sororidad femenina como única forma de cambiar un sistema que es capaz de echar a una familia de su casa. Películas como esta suelen tener el don inconsciente de llegar en el momento perfecto. En los márgenes lo hace con la Ley de Vivienda volviendo a dividir al Gobierno de coalición, que va camino de terminar su legislatura sin haber logrado una ley que impida que nadie sea desahuciado. Quizás deberían poner esta película en el Congreso de los Diputados para que ni siquiera Espinosa de los Monteros pueda decir que no conoce a ningún español al que afectan medidas sociales como las que pueden evitar que alguien duerma en la calle.