- Johar Bendjelloil ha admitido que su hermano se suicidó tras atravesar una depresión, según informaciones de AP
Hace apenas doce meses, Malik Bendjelloul provocaba un fenómeno mundial pocas veces conseguido en el género documental. Antes de conocerse su nominación a los premios estrella de la filmografía norteamericana, su Searching for Sugar Man ya era una recomendación casi unánime y una clara muestra de la reconciliación del público con la no-ficción.
Hoy, su hermano Johar Bendjelloul ha admitido al periódico sueco Aftonbladet que Malik se había suicidado tras atravesar un breve episodio depresivo, según informaciones de AP. “La vida no siempre es sencilla”, decía Johar y añadía que recibir el mensaje de suicidio de su hermano fue la peor experiencia de su vida.
El joven director demostró que el género no sólo estaba hecho para la denuncia o la recreación histórica. Evitó los lugares comunes para rescatar la leyenda, casi negra, de uno de los músicos más influyentes en la sombra de los años 60. Había vida más allá de Los Beatles y los Rolling Stones, y esta tormentosa vida fue la de Sixto Rodríguez. El guitarrista de voz cascada fue descubierto en un bar de Detroit por una gran discográfica que le prometió, cuanto menos, las mieles del éxito. Y aunque este Bob Dylan malogrado apenas vendió copias en Estados Unidos, se convirtió en todo un icono esperanzador para la lucha contra el Apartheid.
Las visas del proyecto aumentaron gracias a la calidad musical y a la deliciosa historia que Bendjelloul encontró durante su viaje a Sudáfrica. Allí, el culto a Rodríguez se alimentaba por las fábulas macabras sobre su suicidio durante un concierto. Al otro lado del Atlántico, en su hogar, era peor: pensaban que no pudo superar las primeras semanas de su fracaso discográfico. Con la enjundia de la leyenda aún por descubrir, el cineasta sueco se aventuró en un viaje iniciático de tres años que daría todas las claves de la existencia del compositor.
El documental plantea el rompecabezas a través de algunas escenas casi oníricas en las que se vislumbra la figura de Rodríguez como si fuese un espíritu. Es a partir de este momento cuando los lazos entre el espectador y esa misteriosa sombra del escenario se estrechan y no se sueltan hasta el colofón final, con lágrima incluida.
En España la pudimos disfrutar en enero de 2013, después de haber conquistado el palmarés de los Oscar y de Sundance, que sólo eran la cúspide de su creciente pirámide de premios. El fenómeno de la taquilla también se volvió social, consiguiendo una distribución y posterior recaudación pocas veces vista antes en el género. Gran parte del público se rindió ante este ejercicio redentor inédito, con una metáfora soñadora y una BSO de las que merecen conseguir el vinilo original.
Searching for Sugar Man, Sixto Rodríguez y la buena música quedarán para la historia como el legado de un joven artista con una mano privilegiada y prometedora para la narración visual. “Lo que realmente lo distingue de todos los demás era su pasión por contar historias. Él era un narrador fantástico”, decía Eva Beckman, la jefa de cultura de SVT, cadena para la que trabajó Bendjelloul en su época de reportero.