Se convertiría en un director de taquillazos, pero emergió de la cultura de los fanzines y de los tebeos underground: Álex de la Iglesia sacudió el panorama del cine fantástico nacional, inmerso en una cierta crisis por falta de inversión y de relevos generacionales a cineastas como Jorge Grau, Jose Ramón Larraz o Juan Piquer Simón, con sus primeros largometrajes. Y lo hizo en aquellos primeros años noventa en que el audiovisual masivo comenzaba a ser tomado por la cultura freak, cuando Batman, Darkman y demás héroes enmascarados comenzaban a marcar un camino posible para ese Hollywood que acabaría dominado por los superhéroes.
Coproducida nada menos que por Pedro Almodóvar, Acción mutante fue una de las primeras obras industrialmente ambiciosas que nacían de la cultura friqui estatal, una especie de superproducción para los estándares españoles. Ahora recuperada en soporte Blu-ray gracias a la editora Cameo, supuso una aportación local y con acento propio a las corrientes de esta tendencia que ha acabado deviniendo temporalmente hegemónica. De la Iglesia incluyó referencias evidentes a Star Wars o Alien, pero las marcó con un humor negrísimo castizo (¿berlanguiano?) en sintonía con las crueldades misántropas de los primeros largos de los hermanos Coen o Sam Raimi.
Ciberpunk español en un futuro pijo
Si el cine slasher nos hablaba de nerds que se vengaban de su exclusión social y sexual apuñalando a los deportistas y las animadoras de su instituto, Acción mutante significaba una elaboración en clave notoriamente festiva y sci-fi de los resentimientos del marginado. En un futuro distópico que aparece esbozado de manera esquemática, los pijos pasaban a dominar (más) el mundo. Y la resistencia tomaba la forma de un grupo terrorista de personas con cojeras y jorobas, incluso hermanos siameses.
Esta variopinta banda, interpretada por cómicos como Álex Angulo o Antonio Resines, irrumpía a tiros en una boda de lujo concebida por un diseñador loco en los estertores de la movida madrileña (con visita de Bibiana Fernández y Rossy de Palma incluida). La trama de la película era sencilla de resumir: los protagonistas secuestraban a la hija de un multimillonario (y aristocrático) empresario, pretenden recibir un rescate y organizan el intercambio en una lejana colonia minera ubicada en el planeta Asturias. Evidentemente, las cosas se complicaban, porque los personajes concebidos por De la Iglesia acostumbran a fracasar y sufrir.
El realizador bilbaíno y su coguionista Jorge Guerricaechevarría destilaron el resentimiento posible del friqui a través del alambique de un humor faltón, materializado en la canción correspondiente del grupo musical Def Con Dos (“mens sana in corpore tullido”, cantaban sus miembros). El resultado manaba en forma de un géiser escarlata de sangre falsa con aderezos gore. Su bullicioso espectáculo de rarezas podía incorporar rastros de la dolorosa realidad (algunas estampas del grupo recuerdan la iconografía de ETA), pero estaba más dominado por las referencias a ficciones (tema musical de Misión: imposible incluido).
El contenido guiñolesco, esperpéntico, no implicó ninguna dejadez estética. La fotografía de Carlos Gusí brilló, cuidadosamente iluminada, en los paisajes urbanos que se pueden contemplar al inicio del filme. Como la posterior El día de la bestia, Acción mutante nos mostraba unas calles oscuras, palpitantes de violencias policiales y paramilitares, que pueden tomarse como variantes caricaturescas del opresivo cine vasco que representaron Alas de mariposa o A ciegas, los primeros filmes de Juanma Bajo Ulloa y Daniel Calparsoro. Estos escenarios también conectaban, por supuesto, con las atmósferas depresivas de la iconografía del ciberpunk contemporáneo, de sus futuros de desigualdades sociales extremas y ruinas tecnológicas.
Una narración mutante
Lo que comienza como una película de atracos pasaba a ser rápidamente un thriller ubicado en los pasillos metálicos de una nave espacial de carga (con Alien en el recuerdo).
Posteriormente, la acción se transformaba en una aventura itinerante localizada en un árido planeta cualquiera que remite a Star Wars, pero que podría haber aparecido en algún episodio de la serie original Star Trek. Y ahí irrumpen lugareños agresivos, versión local de los rednecks monstruosos de La matanza de Texas o Las colinas tienen ojos. El resultado es casi un zapeo narrativo, una narración mutante que quizá pierde agilidad en un último tercio razonablemente agónico que refleja los padecimientos de los personajes.
A lo largo del recorrido, la abundancia de humor negro y cruel genera un visionado puntiagudo. El papel de la protagonista femenina puede leerse como una broma hiriente y misógina o como una sátira sobre la invisibilidad masculina. Incluso cuando la secuestrada dispone de información muy importante que transmitir, no puede hablar porque la ignoran... y porque sus labios están grapados.
La agresiva lascivia de los habitantes del hipermasculinizado planeta Asturias puede remitir tanto a los espacios del machismo tradicional como a las derivas babosas de los templos de la cultura freak de la época y, quizá, de la actualidad. Esta representación fantasiosa de androcentrismos extremos que normalizan la violación no tiene por qué leerse como una sátira protofeminista, sino que parece una emanación más de la ácida mirada de un autor gustoso de revolcarse en el fango tragicómico, de abundar en las conductas más miserables de sus guiñoles de aspecto (y, a veces, un cierto aliento) humano. Sea como sea, De la Iglesia rehuyó las imágenes sexploitation, los desnudos femeninos absurdos al estilo de la factoría Corman y otras escuelas del cine de serie B, y cualquier erotización del sufrimiento femenino.
El día de la bestia ofrecería un relato más homogéneo que Acción mutante. La elección fue premiada con unas cifras de recaudación muy superiores a las conseguidas con la obra anterior. Junto con el productor Andrés Vicente Gómez, su realizador intentaría después una especie de aventura americana mediante Perdita Durango, una road movie comercialmente fallida que le marcaría el camino a seguir. Con excepción de otra escapada angloparlante (Los crímenes de Oxford), su autor no volvería a alejarse de su ámbito cultural… hasta ahora, porque su nuevo filme Veneciafrenia será otra producción en lengua inglesa y orientada a competir en el mercado internacional.