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ENTREVISTA Actor y director

Robert Guédiguian: “El colonialismo trae torturas, discriminación y aberraciones económicas”

Javier Zurro

4 de julio de 2022 22:29 h

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Pocos cineastas tan coherentes y comprometidos como Robert Guédiguian. Su activismo y su mirada social y de izquierdas se acaba colando en todas sus películas. A veces de forma más sutil, otras de manera frontal y sin ambages. Filmes que son un puñetazo en la cara burguesa de occidente. Es el caso de Mali Twist, donde el autor de Marius y Jeannette o Mi padre es ingeniero pone su mirada en la Mali postcolonial de los años 60, en plena revolución socialista y el momento de estallido de libertad de los jóvenes de Bamako, que descubren el baile y el gozo mientras sueñan con la renovación política.

Guédiguian muestra los sueños revolucionarios, pero también sus fallos, como el machismo, la intransigencia o la división de la izquierda. Las heridas de un colonialismo que hirió a los países y luego los abandonó a su suerte. Una película que mezcla la vitalidad del baile y el colorido de Mali con una historia pesimista que muestra el fracaso de aquellos idealistas.

¿De dónde nace el interés de hacer Mali Twist?

Pues por el twist, porque me recuerda a mi infancia con mi hermana, que siempre intentábamos bailar el twist cuando salía por la tele e intentábamos imitar a los bailarines lo mejor posible. Y luego de la figura de Patrice Lubumba, el que fuera presidente del Congo, que fue una persona que me llegó al alma en esa época, porque Lubumba apareció en todos los telediarios con las manos atadas, preso, atrapado. Luego se dijo que su cuerpo quedó destruido. También nace de los movimientos independentistas africanos. Me reconocía en esos jóvenes idealistas, me parecía a ellos en esa edad y eso me empujó a hacer la película.

En las manifestaciones en España en los últimos años se dice que “No es mi revolución si no puedo bailar”, y me ha sido inevitable no pensar en esa idea viendo su película.

Estoy completamente de acuerdo con esa frase, y es una de las razones que explica por qué hice esta película, porque creo que la revolución debe estar unida al baile, a pasarlo bien. No sé por qué, pero parece que la revolución debe estar unida a la austeridad, a las caras serias, y la revolución no es eso: la revolución es alegría, y esa alegría debe aparecer en los cuerpos, en la música, en la diversión, en el amor. Son jóvenes, es normal que se lo pasen bien. Los jóvenes militantes están llenos de vida.

Al final de la película hay una frase contundente, uno de los personajes dice: “Si Francia no nos hubiera colonizado, esto no hubiera pasado”. ¿Hasta qué punto las heridas de la colonización siguen presentes? 

En Francia, igual que en los países occidentales, todavía hay un debate y un combate acerca de las bondades o no bondades del colonialismo. Personalmente, creo que el colonialismo no ha aportado ninguna bondad nunca. El colonialismo siempre se resume en torturas, discriminación, aberraciones económicas… Falta mucho para acabar de pagar todo lo que se hizo mal en el XIX y a principios del XX. No solo en África también en otros muchos países.

La película juega con el contraste entre el blanco y negro de las fotografías que toman los protagonistas y el color que inunda Mali, ¿por qué tomó esta decisión?

Me pareció obvio cuando empecé a trabajar en la película, porque de todas las fotos y material de archivo que queda de esta época, el 95% es en blanco y negro. Sin embargo, en cuanto pones un pie en África, en cualquier calle hay una explosión de color. Es algo que te llega. Son colores que no se usan en occidente, amarillos, fucsias, azules fuertes… colores que explotan. Es más, son colores que incitan a pasarlo bien, a bailar, a moverse, y para mí estaba claro que había una relación entre la realidad y la historia desde esta perspectiva, así que vi claro ese ir y venir entre blanco y negro y el color.

Marx decía que el capitalismo es una máquina de vender, una máquina capaz de vender todo, incluso el veneno por el que morirá

La escena final refuerza una idea que está en la película, y es que hasta las revoluciones socialistas se olvidaron de las mujeres, fueron machistas.

Sí, la película intenta mostrar que la revolución cultural no ocurre para el personaje de Lara. Hay una revolución colectiva, pero su revolución individual, su liberación como mujer, no existe. Ella debe luchar sola, y creo que la mayoría de las revoluciones liberan colectivamente, pero no individualmente. Para mí, Lara es la protagonista real porque es la clave, la que mostrará lo que la revolución hace y lo que no hace.

¿Por qué las revoluciones de izquierdas salen mal?

Creo, personalmente, que porque no era el momento. Ahora bien, sigo pensando que llegará el momento.

La colonización y sus consecuencias es un tema complejo, ¿ha sido difícil financiar una película que habla de este tema?

No, y tiene una explicación, y es que tienen éxito. Marx decía que el capitalismo es una máquina de vender, una máquina capaz de vender todo, incluso el veneno por el que morirá.

En España siempre envidiamos mucho el modelo de cine francés, pero hace poco Stéphane Brizé contaba que desde la llegada del neoliberalismo con Macron también está amenazado, ¿cómo está ahora mismo la industria del cine francés?

Creo que lo que ocurre es que la realidad económica del cine está cambiando, y habría que hacer una revisión política en torno a esto. En Francia, como en cualquier sitio, se venden menos entradas, la gente va menos al cine, y esto es perfecto para la derecha, para el liberalismo, para atacar y privatizar, para dejar que las plataformas hagan lo que les dé la gana. Para mí, eso es el peligro, que la derecha se agarre a un momento poco favorable, pero creo que se puede reinventar el modelo que tenemos. La derecha nunca es favorable a la intervención pública, pero los cineastas sí, pero creo que hay que estudiar el modelo y reinventarlo.