El fantaterror español es una realidad cinematográfica de límites dudosos. Incluso su mismo adjetivo, “español”, podría cuestionarse, dada la abundancia de coproducciones italoespañolas o germanoespañolas dentro de este flujo de producción. Se trata de un goteo de filmes, principalmente terroríficos, iniciado a finales de los años 60 del siglo pasado y que fue languideciendo a medida que avanzaba la década de los 80. De los licántropos a los vampiros, pasando por los aristócratas asesinos o los cultos satánicos, la industria de los terrores nacionales dejó pocos arquetipos y temáticas sin abordar.
La tendencia tuvo sus directores recurrentes (como Jesús Franco, discípulo erotómano y pornógrafo de Orson Wells) y sus actores icónicos (Jacinto Molina, de nombre artístico Paul Naschy, hombre lobo español). Y ha sido gozada por fieles o no tan fieles aficionados y por estudiosos del género, dentro de nuestras fronteras y más allá. Curiosamente, este tipo de cine ha sido comercializado en ediciones más cuidadas y ambiciosas en el Reino Unido, los Estados Unidos o Alemania. En España, en cambio, quedaba pendiente que las películas diesen el salto al mercado videográfico en alta definición y al soporte Blu-ray.
Editoras emblemáticas del audiovisual fantástico de todos los tipos y tiempos como Arrow, u otras más orientadas al cine exploitation como Mondo Macabro, han prestado atención a los psicópatas con motivaciones sexuales de Mil gritos tiene la noche o El sádico de Notre-Dame, a las letales babosas de Slugs: muerte viscosa y a las variopintas amenazas que pueblan decenas y decenas de títulos. Incluso el British Film Institute, que mantiene la sugerente colección Flipside (donde conviven lo underground, lo vanguardista y las rarezas de terror o fantasía), llevó a las tiendas del Reino Unido un thriller psicológico de autoría española como Symptoms, dirigido por Jose Ramón Larraz.
Finalmente, una pequeña editora nacida de una tienda barcelonesa orientada al coleccionismo cinéfilo, Ediciones 79, ha inaugurado una fuerte apuesta por dar una nueva vida digital a los horrores audiovisuales firmados por realizadores como Jorge Grau, Eugenio Martín o Juan Piquer Simón. El editor del sello, Joan Castelló, afirma que el espejo está en la buena labor de las mencionadas Arrow y Mondo Macabro, de Severin, Vinegar Syndrome y un largo etcétera. “Si conseguimos llegar a acuerdos con los tenedores de derechos de las películas, como Mercury Films o Victory Films, produciremos ediciones buenas, esforzándonos para incorporar materiales añadidos interesantes y de confección propia”, explica.
Inicio de una iniciativa de largo recorrido
Durante el Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges se han comercializado los cuatro primeros títulos de la colección Fantaterror Español de Ediciones 79: Ceremonia sangrienta, Misterio en la isla de los monstruos, No profanar el sueño de los muertos y Pánico en el Transiberiano. Todas ellas han sido editadas en soporte Blu-ray, acompañadas de un libreto y de materiales añadidos audiovisuales en forma presentaciones, entrevistas o coloquios.
La elección de los títulos tiene algo de definición de un canon. No profanar el sueño de los muertos, una notablemente violenta historia de zombis dirigida por Jorge Grau, y Pánico en el Transiberiano, una especie de La cosa ambientada en un ferrocarril a principios del siglo XX, son títulos habitualmente mencionados cuando se trata de destacar obras de esta informal tradición. También entra en liza el factor comercial. Castelló explica que “el coste de licenciar los másters es elevado y necesitábamos títulos punteros para recuperar esta inversión”.
La incorporación de Misterio en la isla de los monstruos, una aventura verniana de aspecto infantil-juvenil y con abundancia de rostros famosos (desde Peter Cushing a Terence Stamp, pasando por una joven Ana Obregón), resulta más inusual. Castelló lo justifica por la oportunidad de lanzar al mercado un filme que no se había comercializado en alta definición en ningún lugar del mundo. Para el crítico Gerard Casau, participante en el libro colectivo Cine fantástico y de terror español, la inclusión de Ceremonia sangrienta (una sólida muestra de gótico europeo cinematográfico, con las correspondientes dosis de violencia y algún desnudo, que trata de humanísimos vampiros que moran en escenarios palaciegos) también resulta algo sorprendente.
Para próximas semanas, Ediciones 79 ha anunciado que publicará otra rareza: El bosque del lobo, una historia de licántropos dirigida por Pedro Olea (Pim, pam, pum… ¡fuego)!). “El lanzamiento tendrá que esperar unas semanas porque esperamos que la Filmoteca Nacional nos haga llegar los cortometrajes de Olea para ofrecer la mejor edición posible”, explica Castelló. De cara al futuro, la misma compañía ha anunciado nada menos que once títulos con presencia actoral del mencionado Naschy, que irán apareciendo a lo largo de 2022.
Los filmes de Naschy habían comenzado a llegar al mercado videográfico español en alta definición a través de dos lanzamientos de la veterana editora Divisa. Hace un año se recuperó El huerto del francés, un true crime de la España negra y salvajemente pícara con elementos de terror y destape de cuerpos femeninos. Ahora se ha comercializado un doblete formado por La noche de Walpurgis, una confrontación entre un melancólico (y longevo) hombre lobo y varias brujas-vampiro, y El retorno de Walpurgis, una especie de película de orígenes que nos traslada al pasado medieval del protagonista del filme previo.
Los tres títulos escenifican las desiguales condiciones de conservación y difusión del patrimonio fílmico estatal. La edición doméstica de El huerto del francés supuso un esfuerzo muy apreciable de recuperación de una obra casi olvidada, matizado por algún exceso intervencionista para adecuar la presumiblemente granulosa textura del celuloide al actual y limpísimo mundo digital. Las copias de La noche de Walpurgis y El retorno de Walpurgis, en cambio, muestran una calidad de imagen insuficiente y reclaman a gritos (o aullidos) una nueva digitalización. Los primeros títulos de la colección de Ediciones 79, por su parte, muestran un buen tono técnico, aunque la imagen de Misterio en la isla de los monstruos resulta modesta y un tanto oscilante. Ceremonia sangrienta puede presumir de un aspecto bastante más convincente y No profanar el sueño de los muertos sigue una linea similar.
Más madera para un canon fantaterrorífico del siglo XXI
Para Rubén Higueras, coordinador de la ambiciosa obra colectiva en dos libros Cine fantástico y de terror español, los primeros títulos de la colección de Ediciones 79 son “lo suficientemente heterogéneos como para dar cuenta de la riqueza estética, temática y narrativa de uno de los géneros más fructíferos de nuestro cine”. Higueras destaca que conviven las voces autorales de Pedro Olea o Jorge Grau (de quien valora que articule “discursos personales de raíz ecológica y de clase en No profanar el sueño de los muertos y Ceremonia sangrienta”) y los productos “inspirados en modelos foráneos de éxito comercial, como los orquestados por Piquer Simón o Eugenio Martín”.
Por lo que respecta al futuro de la colección de Fantaterror Español, Higueras plantea una preocupación: “El peligro de que se estanque en una visión parcial del género, habida cuenta de la preeminencia de la figura de Jacinto Molina en la tanda de once lanzamientos que ha sido anunciada en Sitges”. Casau, por su parte, destaca que uno de estos once títulos es precisamente una de las obras cuya recuperación deseaba más intensamente: Los ojos azules de la muñeca rota. En opinión del crítico, este filme de Carlos Aured está “a un paso de la grandeza” y permite plantearse qué hubiese pasado con los artesanos del fantaterror (como el mismo Aured o Javier Aguirre) si sus producciones hubiesen contado con más recursos.
Para Higueras, sería interesante recuperar varias obras del rey de los zombis templarios Amando de Ossorio, de Eloy de la Iglesia (de quien señala Una gota de sangre para morir amando, algo diferenciada de las facetas más recordadas del autor de Navajeros o El pico) o del incansable Jesús Franco (“el cineasta más radical e iconoclasta de todos cuantos trabajaron el fantástico en nuestro país”). Casau también coincide en el deseo de revisar y recuperar el legado de Franco, “especialmente sus títulos de los años 60 y principios de los 70, donde mostró una mirada pop, fresca y transgresora”.
Higueras también considera esenciales La residencia, de Narciso Ibáñez-Serrador o Una vela para el diablo. El ensayista también menciona La campana del infierno, La tumba de la isla maldita o Los ritos sexuales del diablo y considera que La saga de los Drácula es un filme clave para abordar la lectura alegórica del régimen franquista propuesta por algunas obras del género. Casau coincide en el deseo de recuperación de La residencia, y apunta que debería haber una edición a la altura de otro clásico de Ibáñez-Serrador, ¿Quién quiere matar a un niño?, actualmente disponible en España bajo una presentación muy básica.
Según Casau, la reciente edición francesa de la mencionada ¿Quién quiere matar a un niño? o los lanzamientos de filmes de Jesús Franco llevados a cabo por Severin Films en Estados Unidos marcan el horizonte de lo deseable: buenas transferencias digitales de las obras y un acompañamiento crítico y documental. En este aspecto, Higueras valora que tanto Divisa como Ediciones 79 estén incluyendo textos y suplementos que contextualizan la producción de las películas que comercializan. “Parece que se está poniendo un cierto orden, después de años de versiones censuradas, formatos de imagen incorrectos y calidades de imagen discutibles, en los que había que recurrir a la importación de manera constante. Con todo, todavía falta mucho trabajo por hacer”, declara Casau.
Por un futuro lleno de crímenes (cinematográficos)
Casau, crítico en publicaciones como Ara o Rockdelux, dimensiona la dificultad de fijar un canon del fantaterror español. A su parecer, es una tradición sin obras maestras porque “se producía mucho, se desarrolló un oficio, se hicieron películas meritorias y se consiguieron incuestionables momentos de fantástico genuino, pero los autores nunca tuvieron las condiciones necesarias para sofisticar su arte y hacer películas redondas”. Según Casau, no se puede comparar a Dario Argento con Paul Naschy “a causa de los equipos técnicos, porque el italiano podía trabajar con el compositor Ennio Morricone o con el director de fotografía Vittorio Storaro (Apocalypse now)”, explica.
“La obra maestra del fantástico español no pertenece al fantaterror español sino que es una película al margen de la industria, Arrebato. Y algunas de sus obras principales no tienen rastros ibéricos, como Pánico en el Transiberiano o No profanar el sueño de los muertos”, explica Casau. El crítico reclama en todo caso que los comentarios y análisis sobre esta tradición vayan más allá de una cierta división radical entre el fandom más celebratoriamente acrítico y la abierta hostilidad: “Crecí en un ambiente donde el fantaterror se consideraba algo despreciable, donde todo lo que leías prestaba mucha atención a sus carencias y costaba encontrar reflexiones que valorasen los méritos que tenían”, explica.
Quizá las nuevas ediciones presentadas estos días contribuyan a que el fantaterror encuentre un mayor espacio de apreciación, y de cuestionamiento desde el respeto, dentro de la historia del audiovisual estatal. Incluyendo, también, obras que no lleven el aval de los realizadores más recordados. Castelló avanza que su proyecto quiere durar muchos años e incluir una cierta arqueología de recuperación de “realizadores y películas que no son las que se consideran principales”.
Para ello, se contará con la complicidad de habituales del Festival de Sitges (comenzando por su director, Ángel Sala, y por críticos como Carlos Benítez o Xavi Sánchez Pons) y del hijo de Paul Naschy, Sergio Molina. Aunque los responsables de Ediciones 79 han comenzado contando con los materiales cedidos por empresas españolas como Mercury Films o Victory Films, no descartan adquirir digitalizaciones llevadas a cabo por editoras foráneas como la alemana Subkultur u otras: “Si nos encontramos películas que han sido editadas en el extranjero con un máster superior, la intención siempre será conseguir ese máster para lograr la mejor edición posible”, concluye.