Los encuentros y desencuentros entre el mundo audiovisual y un clásico de la literatura de terror como Howard Philips Lovecraft han sido constantes. Aunque el autor valoró películas como El fantasma de la ópera de Rupert Julian, su opinión del cine fantástico solía ser negativa. Despreció clásicos como el Drácula de Tod Browning o el Frankenstein de James Whale. De haber conocido las primeras versiones fílmicas de sus relatos, Lovecraft difícilmente hubiese abandonado su escepticismo. Por los discretos resultados artísticos conseguidos y porque, según el ensayista S. T. Joshi, tendía a valorar las adaptaciones en relación a su fidelidad.
Y aun así, la influencia de Lovecraft es constante; las referencias e influencias (de Posesión infernal a Alien), múltiples. Con todo, los cineastas acostumbran a usar sus relatos como una inspiración más que como un modelo a seguir: es complicado llevar a la gran pantalla unas narraciones que chocan con muchas convenciones firmemente grabadas en los cimientos del cine de entretenimiento. Su pesimismo extremo, su misantropía fatalista, colisionan con la extendida convención del final feliz.
También es parte del estilo lovecraftiano la carencia de distensiones románticas, la ocultación de la sexualidad, incluso la ausencia de cualquier figura femenina. Los protagonistas masculinos, además, eran tan eruditos y diletantes que ya resultaban anacrónicos a principios del siglo XX. Y sus características chocan fuertemente con los estereotipos de la narrativa heroica, donde incluso los ratones de biblioteca más irredentos se transforman en action heroes cuando las circunstancias lo requieren.
Por todo ello, no debe sorprender que las adaptaciones cinematográficas más fieles hayan sido proyectos más bien amateurs o militantes, como la alemana Die farbe o The call of Cthulhu. Y que los realizadores más posibilistas se hayan acercado a las convenciones y tendencias de cada momento histórico, transformando o actualizando el material original.
La reciente The Void es otro ejemplo de este acercamiento a modas contemporáneas. En este caso, al revival ochentero y a unos thrillers que, como en el caso de Anarchy: la noche de las bestias o Green Room, toma prestados elementos del característico estilo de John Carpenter (1997: rescate en Nueva York).
A través de una selección de seis películas, recogemos seis maneras muy diferentes de adaptar el horror cósmico lovecraftiano a moldes diversos del cine fantástico.
Pon un poco de sexo en tu Lovecraft: Terror en Dunwich
Terror en Dunwich
Las primeras adaptaciones acreditadas de Lovecraft seguían el camino marcado por Roger Corman en sus versiones libres de cuentos de Edgar Allan Poe: viejos caserones, estirpes malditas... El palacio encantado, del mismo Corman, y El monstruo del terror, de Daniel Haller, incluían a personajes femeninos en cuentos góticos bastante castos. La producción británica La maldición del altar rojo, adaptación libre y no acreditada de Los sueños en la casa de la bruja, subió la apuesta y fue un ejemplo temprano de sexualización de la narrativa lovecraftiana: mezclaba las fiestas orgiásticas con la magia y los cultos.
En Terror en Dunwich, Haller fue más allá. La historia homónima de Lovecraft trataba de degeneraciones de la raza, de apareamientos entre especies, que podían tomarse como emanaciones fantasiosas del racismo del autor. El cineasta llevó la obra a un presente de choque cultural entre conservadurismo católico y cultura hippie, anticipándose a la película de culto The Wicker Man. En el filme se incluyen inquietantes representaciones del amor libre que adquieren tintes de advertencia paternalista: se entremezclan con una trama de manipulación y abusos sexuales con ecos de La semilla del diablo.
Terror ochentero con viscosidades: Granja maldita
Granja maldita
La posible misoginia de Lovecraft, que se enmarcaría dentro de una misantropía general, es materia de discusión. En cambio, no hay duda de su ideario elitista y racista. La coproducción italo-americana Granja maldita resulta peculiar porque incorpora ese elitismo en una historia, la de El color del espacio exterior, que no lo explicitaba particularmente. Si el relato original trataba de una familia de granjeros víctima de fenómenos extraños después de la caída de un meteorito, el filme ridiculiza al padre de familia por ser un redneck supersticioso e intolerante.
Quizá lo más llamativo del filme es su gusto por los efectos especiales desagradables y purulentos al gusto de Lucio Fulci, uno de los reyes del terror italiano y coproductor del filme, que también nos regaló alguna escena repugnante en su lovecraftiana Miedo en la ciudad de los muertos vivientes. Pero el filme también destaca por incorporar un elemento muy insólito: un protagonista juvenil más propio de las películas spielberguianas de Amblin.
El desenlace con casas en descomposición, luces difusas y persecuciones grotescas puede remitir tanto a Poltergeist como a las múltiples secuelas de Pesadilla en Elm Street.
Sadomasoquismo y ciencia ficción: Re-sonator
Re-sonator
Stuart Gordon es el más insistente adaptador de la obra de Lovecraft. A él le debemos Re-animator, Re-sonator, Un castillo alucinante, la española Dagon o el mediometraje televisivo Tras las paredes. En Re-animator apostó por adaptar un relato publicado por entregas, Herbert West, resucitador, usando un tono insospechado: un humor negro festivo y violentísimo. El resultado fue un gran guiñol enloquecido, desbordante de sangre y violencia.
En Re-sonator, Gordon dio otra vuelta de tuerca radical a una historia del inventor del Necronomicon. Una investigación médica sobre las propiedades de una glándula facilita que un científico abra la puerta a otra dimensión y adquiera un poder insospechado. Eran los tiempos de Videodrome y Hellraiser, así que no falta la imaginería sadomasoquista y las fantasías de dominación.
El sugerente resultado tiene poco que ver con el texto original, pero destaca por ser uno de los escasos proyectos cinematográficos que prioriza al Lovecraft sci-fi por encima del creador de mitos.
Horror existencial socarrón: En la boca del miedo
En la boca del miedo
“Trata sobre el fin, el fin de todo, sobre hombres que se convierten en cosas”, dice un personaje de En la boca del miedo para resumir un libro maldito. Este filme de John Carpenter no usa en ningún momento el nombre de H. P. Lovecraft, pero incluye multitud de guiños y referencias a su mundo: presenta una narración retrospectiva con desenlace fatalista... y está protagonizada por un misántropo que termina enloquecido por horrores indecibles.
En el filme, unos seres antiguos (resbaladizos y con tentáculos, como debe ser) utilizan las ficciones de un exitoso novelista como canal de regreso a nuestra dimensión. Un agente de seguros debe localizar al autor, cuya desaparición se ha denunciado, en plena oleada de crímenes violentos relacionados con su obra.
Como otra metaficción terrorífica de la época, La nueva pesadilla de Wes Craven, se propone un conato de reflexión, más bien lúdico, sobre la responsabilidad ética de los creadores. La insignificancia del ser humano, su pobre jerarquía como títere de fuerzas cósmicas que le trascienden, toma un camino diferente al de los textos de Lovecraft: en lugar de desolación, tenemos distancia irónica y un cierto humor negro. La mezcla de socarronería, terror efectista y artificio metanarrativo proporciona una experiencia diferente, enrarecida. Quizá eso contribuyó a que la acogida fuese muy diversa: parte de la crítica la vapuleó; a la vez, fue una de las diez mejores películas del año 1995 según Cahiers du Cinéma.
Regreso al pasado: The call of Cthulhu
The call of Cthulhu
Un hombre encuentra los vestigios de una investigación antropológica y periodística entre los papeles de un familiar fallecido. Versan sobre la existencia de un culto a seres paganos con forma de pulpos y dragones. The call of Cthulhu (2005) es una lograda muestra de ficción hecha por aficionados, artesanal y de medios limitados, que apuesta por convertir sus limitaciones en ejercicios de estilo. Adapta una de las obras estilísticamente más peculiares de Lovecraft en forma de mediometraje mudo, con guiños al expresionismo alemán y ecos del cine de aventuras colonialistas.
La intención era aproximarse a una hipotética adaptación cinematográfica realizada en los tiempos del escritor de Providence. Sus impulsores reincidirían con The whisperer in darkness, que persevera en algunos de los guiños estéticos arcaizantes, pero ya en forma de largometraje con diálogos. Otro proyecto parecido es la producción alemana Die farbe, que también apuesta por la estética vintage a través de una fotografía en blanco y negro. Su característica más destacable es que rehuye el efectismo y los sustos con una perseverancia casi suicida.
Thriller neocarpenteriano con toques gore: The Void
ThrillergoreThe Void
Un sheriff joven e inseguro encuentra a un hombre herido. Una vez lo traslada a un hospital, comienzan los sucesos extraños: un asesinato ritual, personas con túnica que rodean las instalaciones de manera silenciosamente amenazante... Los autores de The void apuestan por un nuevo exponente de thriller neocarpenteriano, en esta ocasión con reminiscencias de Asalto a la comisaría del distrito 13 y su alianza entre personajes enfrentados que colaboran para sobrevivir a un asedio.
Curiosamente, The Void es más carpenteriana que la película más lovecraftiana de John Carpenter (la ya mencionada En la boca del miedo). La representación de cultos con connotaciones sexuales, de transformación de la carne y apertura de puertas a otras dimensiones, también remite a diversas obras del escritor y cineasta Clive Barker (El señor de las ilusiones). Pero quizá la aportación más destacada de los autores es el uso de las herramientas digitales para crear imágenes de insignificancia humana ante paisajes oscuros y abrumadoramente abismales. Aunque sea puntualmente, el esquivo horror cósmico hace acto de aparición en la gran pantalla.