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Simone Veil, la conservadora que aprobó la ley del aborto en Francia y ahora revienta la taquilla

Javier Zurro

8 de diciembre de 2022 22:00 h

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Desde 1985, la derecha española vota en contra del aborto. En aquella ocasión, se reconocía el derecho de las mujeres a interrumpir el embarazo en tres supuestos. El PP llevó la ley al Tribunal Constitucional e intentó que no se aprobara por ningún medio. Desde entonces, siempre se ha opuesto a cualquier ampliación de aquel derecho. Su oposición venía acompañada de insultos, manifestación en defensa de la familia y hasta el acoso a las mujeres a las puertas de las clínicas abortistas.

Quizás por ello sorprende más ver cómo cerca, en Francia, fue una mujer conservadora la que empujó, peleó y logró la aprobación de la Ley del Aborto que en 1975 despenalizó la práctica que había puesto en peligro a muchas mujeres durante décadas, obligándolas a hacerlo en la clandestinidad; como bien relató Annie Ernaux en su libro El acontecimiento, y se vio en la excelente adaptación cinematográfica que realizó Audrey Diwan, ganadora del León de Oro en 2021. La mujer que se enfrentó a todos los hombres de derechas, incluyendo a casi todos los de su partido en el gobierno, fue Simone Veil. Era la ministra de Sanidad en el gobierno de Chirac, y fue quien defendió delante de cientos de hombres en el Parlamento una ley por la que fue insultada y acosada, pero que ahora todas las mujeres francesas consideran uno de los momentos más importantes del feminismo en su país. Completaba la lucha que durante años habían hecho las feministas francesas como Simone de Beauvoir o Nicole Muchnik, viuda del editor fallecido este año.

La propia Ernaux lo reconoce en su libro Los años, en el que repasa toda su vida íntima mientras la une con los acontecimientos políticos del último siglo de Europa. Nunca imaginó que fuera ella, la ministra de un gobierno conservador, quien lograra que se acabaran los callejones oscuros donde una mujer podía perder la vida. Se acabó el silencio, el poder ir a la cárcel por ello. “Una enfermedad que solo afecta a las mujeres”, como dice la escritora en su texto sobre su propia experiencia.

El logro de Veil, que falleció en 2017, se mantiene vigente y ha vuelto a unir a los franceses. Lo ha hecho en torno a la pantalla de cine. El biopic sobre su vida que este viernes llega a las salas españolas, es la película francesa más taquillera del año. Ya supera los dos millones de espectadores y sigue en segunda posición entre las más vistas. Un éxito increíble en un momento complicado para las salas. Simone, la mujer del siglo comienza casi por el final, con esa defensa de Veil de una ley que hizo que se la insultara, atacara y acosara. La compararon con los nazis, obviando que ella misma era superviviente del Holocausto. Ponían latidos de corazón de bebés, la llamaban asesina... Prácticas que décadas después se siguen viendo.

El responsable del filme es Olivier Dahan, director de La vida en rosa, otro biopic sobre una figura francesa inolvidable, Edith Piaf, pero la impulsora del proyecto es su protagonista, Elsa Zylberstein, que produce y se transforma en Veil. Conoció a la política en 2008, cuando le entregó un premio en París. Se quedó impresionada con ella, y Veil la invitó a cenar a su casa después. Comenzó una relación, en la que se vieron en varias ocasiones. Después de cada encuentro, la actriz siempre pensaba: “Hay que hacer una película sobre ella”.

Había un problema, y es que Zylberstein consideraba que hacer una película con ella viva era muy complicado. Cuando falleció pensó que era el momento de destacar a través del cine el valor de su figura, y comenzaron a buscar un director. Ella rápidamente sugirió a Dahan. Tras tres horas de ideas y debates dijo que sí y comenzó a escribir el guion. En total “diez años de gestación” que ahora se ven materializados en el filme francés más exitoso del año a pesar de tratar un tema tan árido como el aborto.

La película llega en un momento en el que el derecho al aborto avanza en países de Latinoamérica y va en retroceso en otros como EEUU o Polonia. La película debería haberse estrenado el pasado febrero, pero la distribuidora prefirió retrasarla a octubre y “en verano ocurrió todo esto”, dice Zylberstein, que también menciona España como uno de los países donde se están intentando dar pasos atrás en ese sentido. Le entristece que no se “haya aprendido nada tantas generaciones después” y tiene claro que “hay que volver a luchar”. “Estamos viendo un regreso del totalitarismo, del fascismo. Ya no es una película de época, estamos hablando de la actualidad. Con todos los combates que ella llevó a cabo, contra el totalitarismo, la injusticia, su lucha por la dignidad... Nunca he querido hablar en su lugar, pero me pregunto que diría ahora mismo”, dice la actriz.

Estamos viendo un regreso del totalitarismo, del fascismo. Ya no es una película de época, estamos hablando de la actualidad

En aquella votación solo hubo nueve mujeres frente a los 481 hombres, muchos de los cuales insultaron a Simone Veil, que fue una cabeza de turco que aguantó los ataques machistas. Sin embargo, mujeres de toda Francia, tanto conservadoras como progresistas alabaron su valor, lo que la convirtió en un fenómeno transversal. “Para mí no es una política, en el sentido que no es como los hombres políticos que vemos hoy en día. No estaba agarrada al poder. Es una mujer que los combates que llevó a cabo realmente eran de izquierdas”, cuenta Zylberstein que subraya, como lo hace el filme, cómo su forma de actuar siempre estuvo marcada por su experiencia en el campo de concentración: “Está condicionada por lo que pasó. Es un modelo de resiliencia increíble. Un modelo de vida. Es una mujer que sale del infierno pero que tiene fe en la humanidad”.

La idea de este biopic es mostrar también “la mujer debajo del moño”. Enseñar la persona detrás de la dureza que mostraba en público. “Todo el mundo me dijo que era muy dura, pero yo les preguntaba que cómo era cuándo se soltaba el pelo, qué ocurría en su hogar, cundo salía del parlamento, qué había detrás de la armadura, si había lágrimas, si había fragilidad. El éxito de esta película rompe también la creencia de que, tras la pandemia, la gente necesita divertirse, ir al cine a ver comedias ligeras que les hagan desconectar de la realidad. Elsa Zylberstein tiene claro que ”la gente necesita verdad“ y sentir ”esta emoción en común en una sala de cine, porque la gente quiere eso, no quiere tonterías“.