El Festival de Sitges, más allá de ofrecer aquello que se le presupone -el cine de género más destacado del momento-, siempre ha apostado por poner en valor y reconocer la animación en todas sus formas y sensibilidades. Ya fuere incluyendo siempre algunos títulos animados en su Sección Oficial, en la que este año compite la comedia negra china Have a Nice Day, u ofreciendo proyección a talentos del corto -la sección SGAE Nova Autoría siempre dedica un cuarto de su programación a animadores-. Todo sin olvidar, por supuesto, su sección competitiva propia: Anima’t.
Este año, Anima’t estrena algunos de los títulos más destacados de la temporada: véase Ancien y el mundo mágico -del director de Ghost in the Shell: Stand Alone Complex-, Mutafukaz, esperadísimo nuevo film de Studio 4º o Loving Vincent, homenaje a Van Gogh y primer largometraje de la historia compuesto íntegramente por pinturas animadas.
Entre todas estas, Sitges estrena dos títulos dirigidos por el mismo realizador: Masaaki Yuasa. Se trata de un reconocido talento de la animación nipona que este año se ha situado en el punto de mira en la industria internacional tras realizar una existosa miniserie para Cartoon Network y ganar el premio a Mejor Película en Annecy, el festival de cine de animación más prestigioso del mundo. Sobran, pues, razones para descubrirlo.
De un debut espectacular a la carrera de fondo animada
Cuando tu primera película gana en tu país todos los premios habidos y por haber, y recibe el beneplácito de las voces coetáneas más personales de la animación -Satoshi Kon y Bill Plympton de deshicieron en elogios tras verla-, es fácil entender que has empezado con buen pie.
En 2004, Yuasa debutó en la dirección con un largometraje absolutamente rompedor que utilizaba diversas técnicas animadas, planteaba un argumento insólito y obviaba toda lógica para dejar boquiabierto al espectador. No en vano, el film se llamaba Mind Game y, fiel a su particular filosofía, podía ser vista como un juego sobre los límites posibles del medio gracias a su honesta experimentación, excusa de una cantidad de estimulantes visuales inabarcables con un solo visionado.
Mind Game, probaba que Yuasa se sentía cómodo en la stop motion, la animación tradicional, la infografía poligonal, y hasta la caricatura de imagen real. Además, ofrecía una comedia surrealista sobre un joven adicto al porno y perseguido por la mafia. El realizador combinaba la forma con el fondo y parecía estar dispuesto a seguir experimentando la relación entre ambas, sin hacer caso a lo que acosejasen unos y otros.
Tras conseguir el reconocimiento de su país, empezó a trabajar en series anime que le ofreciesen un reto constante. Incapaz de ser improductivo pero poco preocupado por su repercusión, fichó por Madhouse -el estudio creador Death Note-, con quienes creó las series Kemonozume, historia de acción y monstruos, Kaiba, aventura romántica de ciencia-ficción, y la más reconocida de su carrera The Tatami Galaxy.
Esta última resulta ser una conjunción perfecta de un autor que había encontrado un estilo propio en lo visual, pero que seguía buscando un carácter narrativo que le hiciese único. Algo que intentaba en su debut pero había ido abandonando en sus devaneos por la pequeña pantalla. The Tatami Galaxy es una deliciosa historia de desventuras universitarias que tiene en su construcción narrativa en forma de puzzle, la confirmación definitiva de que Yuasa no era solo un creador indomable en lo formal.
Yuasa aún ofreció otra serie, Ping Pong, antes de dar el salto definitivo a la industria norteamericana de la mano de Cartoon Network, para quienes dirigió un capítulo de Hora de Aventuras, recordado por muchos de los fans de la serie. Prueba de oro para capitanea una miniserie de la misma franquicia, Hora de Aventuras: Elements. Lo que sigue, nos lo encontramos en Sitges.
2017, el año de la revelación
Como decíamos, este año el realizador ha estrenado en Sitges sus dos nuevos largometrajes que compiten entre sí y con otros muchos por la Mejor Película de Animación de la 50 Edición. Se trata de Night is Short, Walk on Girl y Lu Over the Wall, ganadora del premio a Mejor Película en la pasada edición del Festival Annecy, reconocido como el más prestigioso del mundo en este medio.
La primera sigue la senda de la serie The Tatami Galaxy en múltiples sentidos, tanto que podría ser la captura de su espíritu en formato largometraje. Como esta, Night is Short, Walk on Girl también adapta un libro del novelista tokiota Tomohiko Morimi, un autor de particular habilidad para mezclar el peso de la tradición nipona con el sentir de una generación urbanita e internacional.
El largometraje narra la historia de Senpai, un joven enamorado de una chica a la que conoce de hace tiempo pero con quien nunca ha cruzado más de dos palabras. Durante el transcurso de una fiesta, animado por los efectos del alcohol, hará todo lo que esté en su mano para acercarse a ella. Eso pasará por concursos de beber sake, competiciones de soportar comida picante, e incluso lidiar con terroristas contra las más ancestrales fiestas populares de su ciudad.
Todo ello, desarrollado con un estilo visual en sintonía con la serie mencionada: poca definición de trazo que experimenta constantes mutaciones en el sentido más estricto de la palabra, sin ninguna estima por la lógica ni la física. Un estilo entregado al surrealismo, que convierte la experiencia en una montaña rusa de la que uno sale extasiado.
Lu Over the Wall, por su parte, parece ser una contestación consciente a Night is Short, Walk on Girl: donde todo era estimulo pictórico, pasa a ser emoción y formalismo narrativo. Algo que, lejos de entorpecer su conclusión, termina configurando una pequeña joya de la animación contemporánea.
Más completa que la anterior en todos los sentidos, Lu Over the Wall nos cuenta la historia de Kai, un joven enamorado de la música que triunfa en Internet pero tiene prohibido dedicar tiempo a su arte por orden paternal. Vive en una pequeñísima ciudad de pescadores en la que todo futuro gira en torno al mar. Se siente solo y deprimido… hasta que conoce a Lu, una sirena que revolucionará la vida de todos los habitantes de la región.
En la misma senda de Ponyo en el acantilado, una de las más injustamente olvidadas películas de Hayao Miyazaki, pero también de la china Big Fish & Begonia presente en este mismo festival, Lu Over the Wall maneja su historia entre dos mundos que conviven dentro del nuestro: el terrestre y el submarino. Territorio mayormente inexplorado en cualquier ámbito artístico que Yuasa utiliza como terreno fértil en el que plantar una bellísima historia de amistad adolescente.
Lu Over the Wall, muy cerca de ser una obra maestra -pesan sus constantes concesiones al infantilismo narrativo-, además de la mejor película de animación del festival, es la oportunidad perfecta para adentrarse en los recovecos de la mente de un animador sin aparente punto flaco. Masaaki Yuasa ha compuesto, en ambos films, las dos caras de la moneda de su arte. Uno que nos recuerda por qué amamos el cine de animación.