El festival Mad Cool empieza su jornada de la forma menos indicada posible: entre silbidos e insultos. Una gran cola de asistentes se ha formado a las puertas del evento a pocos minutos de la actuación de uno de los primeros pesos pesados de su cartel: el grupo Tame Impala.
“Yo acabo de llegar, pero una amiga mía ya está dentro y se ha llevado casi dos horas esperando colas de hasta tres kilómetros”, critica Isabel, tirada en el suelo y sin demasiadas esperanzas de entrar pronto al recito IFEMA donde este año tiene lugar la cita musical. Añade que “ahora toca Tame Impala, pero parece que van a terminar tocando solos”.
Otro asistente, Víctor, se muestra algo más intranquilo. Ha pagado su abono V.I.P. y aún así no puede entrar en el aparcamiento. “La Policía lo ha cerrado por seguridad y nadie, ni siquiera los del festival, saben por qué, comenta mientras corre por la carretera intentando buscar ”una solución“. ”Esto es un caos“, afirma entre suspiros.
Minutos después, decenas de personas optaban por derribar la valla del recinto y adentrarse corriendo sin pasar por ningún tipo de control.
Una vez acabado el momento de tensión, los organizadores del Mad Cool empezaron a controlar de forma exhaustiva a cada individuo del público. “No, los de prensa tampoco pueden pasar. Hace 10 minutos he tenido una avalancha de gente que no he podido controlar”, comenta un empleado del festival.
Este año, Mad Cool celebra su tercera edición, estrenando espacio en el IFEMA para acoger en su jornada inaugural al concierto estrella de Pearl Jam, 11 años después de su última visita a la ciudad, así como actuaciones de Eels, Fleet Foxes y Tame Impala.
El festival es uno de los principales eventos musicales del país, para el que el pasado 5 de julio se agotaron todas las entradas disponibles, lo que supone que unas 240.000 personas cruzarán sus puertas hasta el próximo sábado.
Se trata del segundo año consecutivo en solo de tres de existencia en que la cita madrileña consigue colgar el cartel de “sold out” en su taquilla.
En esta edición, en la que el ayuntamiento ha dispuesto que esté operativa toda la noche la línea 8 del Metro, se han mudado a un espacio mayor al norte de la ciudad que permite un aforo diario de 80.000 personas, unas 35.000 más por jornada que en 2017.
La noche es larga y todavía queda Pearl Jam, pero el preludio no parece haber seducido a nadie.