'El tesoro del Cisne Negro', cómo recuperar el espíritu de Tintín con una aventura real española

Francesc Miró

9 de diciembre de 2018 19:47 h

En 1942, Hergé empezó a publicar en Le Soir, principal periódico francófono de Bélgica, una nueva aventura de su personaje más popular: Tintín. Aquella vez, el reportero se embarcaba en la búsqueda por recuperar el tesoro de un navío perteneciente a un antepasado de su querido Haddock. Se llamó El secreto del Unicornio y, junto a su continuación -El tesoro de Rackham el Rojo-, se convertiría en uno de los álbumes más influyentes de la historia de la viñeta.

65 años después, sin que medie ninguna relación, la empresa norteamericana de exploración marina Odyssey descubrió los restos de un navío supuestamente llamado Cisne Negro. Allí reposaba medio millón de monedas de oro y plata, un tesoro valorado en 500 millones de dólares -aproximadamente 380 millones de euros-. Sin embargo, por la localización del hallazgo, el Ministerio de Cultura español empezó a sospechar que se trataba de la fragata hispana Nuestra Señora de las Mercedes, hundida en 1804. Así que reclamó la legitima posesión del tesoro por razones de patrimonio. Se iniciaba un tortuoso proceso judicial digno de película.

Y como a veces el azar une aleatoriamente hechos completamente aislados en el tiempo y el espacio, ahora Paco Roca dibuja y Guillermo Corral escribe el guion de El tesoro del Cisne Negro, que publica Astiberri. Perfecta unión del cómic y el espíritu de  Hergé, con los hechos reales acontecidos en los tribunales durante la lucha por recuperar el tesoro de La Mercedes. Homenaje a las aventuras clásicas que, a su vez, se reivindica como aventura trepidante y rescata del olvido nuestra historia más reciente.

Entre Tintín y el cómic de no-ficción

“Este cómic nació por casualidad”, cuenta el dibujante Paco Roca a eldiario.es. “Guillermo [Corral] estaba de agregado cultural en la embajada de Washington, y yo estaba allí presentando Arrugas  en un festival. Nos conocimos y hablamos de nuestra pasión por los cómics. Y me contó que tenía una historia y que no sabía muy bien cómo trasladarla a una novela. Que lo veía más como un cómic”, explica el también autor de Los surcos del azar.

“Al principio me mostré escéptico con la idea, pero cuando me contó todo lo que rodeaba el tema de La Mercedes, comprendí que tenía todos los ingredientes de una historia atractiva: tenía tesoros, piratas, intriga política y, lo más importante, Guillermo no la contaba de oídas sino que había vivido todo aquello”, explica el artista.

Guillermo Corral siguió de cerca la batalla judicial contra Odyssey como diplomático. Y la transformó en un guion que narraba la historia de Álex, un funcionario novato en el Ministerio que se enfrenta al descubrimiento de un pecio por parte de una empresa llamada Ithaca. Así, El tesoro del Cisne Negro maneja distintos niveles de lectura de forma constante y dialogante: es un relato personal pero también es un largo reportaje sobre un caso real. Y a su vez, es un cómic de aventuras clásico en su forma.

Según Roca, no fue fácil dar con el tono adecuado porque el guionista “había vivido la historia real pero quería abordarla mediante una aventura estilo Tintín y Corto Maltés”. Sin embargo, él andaba huyendo de eso en sus obras: “Chocaba con mi trayectoria, porque siempre he intentado evitar de los tópicos de ese tipo de narraciones. Yo veía esta historia casi como un documental. Un cómic de no-ficción. Tuvimos un largo tira y afloja entre esa estructura más clásica y ese poso realista”, cuenta el dibujante.

La inspiración en hechos reales y la abundante documentación podrían haber acercado El tesoro de Cisne Negro a otras obras de Paco Roca como Los surcos del azar -la historia de La Nueve, compañía militar formada por republicanos españoles en el exilio-, o La encrucijada -repaso a la historia del punk y el rock patrio de la mano del grupo Seguridad Social-.

Sin embargo, este relato decide coquetear más ampliamente con el terreno de la ficción. Mirando hacia los referentes ya mencionados de las obras de Hugo Pratt y Hergé, pero también a los lances de Blake y Mortimer, la literatura Stevenson, Salgari o Patrick O'Brian e incluso cierto aire de thriller dialogado y juego de poder político propio de House of Cards.

“Es una mezcla de todo eso. No podíamos cargarnos ese aire clásico contando la búsqueda de un tesoro. Pero también tenía que ser muy real: tanto la actitud de los personajes como su forma de hablar, sus puntos de vista, las localizaciones… todo eso tenía que resultar verídico porque si no, para mí, no hubiese funcionado”.

Ritmo trepidante sin salir de un despacho

Tras demostrarse equilibrada gracias a un fondo que combina con habilidad fuerza narrativa y dato fehaciente, El tesoro de Cisne Negro se descubre también hábil en su forma: no se trata de un cómic de acción, no hay giros narrativos en cada página ni situaciones desesperadas que impulsen la lectura. Más bien al contrario, tiene todo lo que podría tener un thriller político y un drama judicial. Y por momentos, lo es.

“Queríamos mostrar realmente como es una historia de tesoros. Algo muy alejado de ese romanticismo a lo Indiana Jones. Aquí toda la acción surge de los despachos y la investigación. Harrison Ford era profesor de arqueología pero siempre estaba viviendo aventuras mientras que en la realidad, un arqueólogo se pasa la mayoría del tiempo en despachos, peleando para que alguien le haga caso”.

En ese sentido, “es cierto que hay mucho de Hergé aquí, aunque él dibujaba a Tintín corriendo siempre de un lado a otro. Nosotros tuvimos que conseguir un ritmo trepidante a base de conversaciones. Fue difícil encontrar el tempo adecuado para que la atención no decayese. Aunque también es cierto que sabíamos que le hablábamos a un público adulto al que no le hace falta un estímulo en cada viñeta”, describe Paco Roca.

Los estímulos, más que visuales, son estructurales. Allí dónde en una ficción al uso de este género el protagonista sería el intrépido cazatesoros, aquí este se convierte en el villano de la función: un magnate corporativista que sólo quiere sacar rédito económico de un hallazgo que no le pertenece. Y por otra parte, allá donde el funcionario sería ese personaje gris y aburrido que encarnaría la burocracia en sí misma, aquí son trabajadores comprometidos con el patrimonio cultural español, personas que lucharon judicialmente contra una gran empresa para recuperar un pedazo de historia.

“Narramos esa parte de las aventuras que no solemos ver, el trabajo de la gente que nunca está en los titulares de las noticias, esas personas que jamás se llevan el mérito mientras el ministro de turno o la Guardia Civil se pone las medallas”.

Un nuevo y sorprendente capítulo, en definitiva, de una de las carreras más particulares del cómic español. A lo largo de su obra, Paco Roca ha transitado por la no ficción, la narrativa bélica, el libro ilustrado, la confesión íntima, el reportaje, el humor y la aventura. Y, por lo que parece, no piensa quedarse aquí: “La mayoría de autores cuentan casi siempre las mismas historias. Yo incluido, que hablo mucho de la memoria y la nostalgia. Pero haces como que no, porque vas disfrazando con diferentes trajes el mismo concepto”, confiesa. “Con todo, ahora en el mundo del cómic hay mil caminos diferentes de crear una obra gracias a un panorama actual más abierto y diverso. Y claro, quieres recorrerlos todos”.