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Persépolis no es una novela gráfica cualquiera. Pocas obras han tenido tal capacidad para calar en la cultura pop y, al mismo tiempo, ser uno de los mejores relatos históricos de nuestro tiempo. Con ella, Marjane Satrapi consiguió que se hablara de la Revolución iraní como nadie antes lo había hecho: en primera persona y de manera divulgativa, no como un conflicto alejado y ajeno al resto del mundo.
“Desde que llegué a Francia en 1994, siempre he estado contando a mis amigos historias sobre mi vida en Irán. Veíamos noticias sobre el país en televisión, pero no representaban mi experiencia en absoluto”, explicaba la autora a Pantheon Books, editorial que publicó el cómic en EEUU. Esa fue la razón, entre muchas otras, que le animó a plasmar su vida a través de viñetas.
El fondo y forma es muy parecido al de Maus: Relato de un superviviente, donde su autor, Art Spiegelman, contaba la experiencia de su padre como superviviente del holocausto judío en la Segunda Guerra Mundial. Ambas fueron y siguen siendo la puerta de entrada a las novelas gráficas de muchos lectores, dos obras fundamentales para comprender que el cómic es un formato igual de válido que otro para presentar temas complejos.
Pero, tanto si se ha leído Persépolis como si somos novatos en la materia, siempre hay razones para revisitarla. Este año se celebra el vigésimo aniversario de su primera publicación (en el 2000 por la editorial francesa L'Association), y Reservoir Books ha aprovechado para lanzar una reedición con un nuevo diseño y traducción a cargo de Carlos Mayor.
Resulta complejo resumir en varios epígrafes los motivos para volver a Persépolis, pero hemos intentado recopilar algunos de los muchos que, para nosotros definen lo es una de las novelas gráficas más significativas de la historia.
La historia comienza 1980, justo el año en el que Marjane vio que no podía ir al colegio sin llevar velo. Este tipo de detalles anecdóticos sirven para comprender qué implicó la Revolución islámica y la posterior caída del gobierno liderado por el sha Mohammad Reza Pahleví, que contaba con el apoyo de Reino Unido y Estados Unidos. Su derrocamiento significaba poner fin a la occidentalización de Irán, pero también a un líder que gestionó el descontento del país a base de represión.
De hecho, inicialmente la Revolución islámica fue entendida como democrática, una que supuestamente traería un país libre de las cadenas de las potencias occidentales y daría lugar otro libre y tolerante. Pero no fue así. A través de Marjane vemos una época de cambios en la que el antiguo pueblo persa está dividido en dos bandos, los defensores de la monarquía del Sha y los del nuevo régimen islámico.
“Cuando se tiene miedo, se pierde la capacidad de análisis y de reflexión, nuestro pavor nos paraliza. Por eso el miedo siempre ha sido el motor de represión en todas las dictaduras”, dice la protagonista de la novela. Pero Persépolis no se queda ahí. También muestra cómo Marjane, una vez que abandona Irán, se enfrenta a la marginación cultural por parte de una Europa llena de prejuicios donde la vida tampoco es nada fácil. Descubrió que la represión social no acababa con traspasar las fronteras.
Persépolis tiene más calado que muchos libros de historia precisamente por un elemento esencial: que nos cuenta la Revolución iraní a ojos de una niña. No se recrea el contexto que motivó el levantamiento del pueblo, sino que utiliza la vida cotidiana de Marjane para reflejar los cambios que estaba viviendo el país. Esto se refleja con el abandono de la secularización o con la prohibición de fiestas, del consumo de alcohol o incluso de “música occidental” como podría ser el rock.
De hecho, hay una parte en la que los Padres de Marji vuelven de un viaje y le llevan algunos objetos “prohibidos”, como pósteres de Iron Maiden, una cazadora o chapas de Michael Jackson. La protagonista vive en un estado de confusión, ya que disfruta de esos préstamos culturales por los que precisamente es discriminada. Es aquí donde el lector, por muy ajeno que se encuentre al conflicto, termina empatizando con alguien que simplemente se ha topado sin quererlo con una crisis identitaria a medio camino entre dos culturas.
Que sea un relato íntimo de Marjane Strapi también aporta valor y verosimilitud a lo contado. Es hija de progresistas laicos en Irán en tiempos del Sha, y su familia, como demuestra en numerosas ocasiones, no es precisamente bien recibida a ojos del nuevo régimen. Solo alguien que haya vivido esto desde dentro puede hablar de ello de forma tan honesta.
“Pocos procesos revolucionarios han sido deformados por la prensa internacional como el iraní. Buena parte de estas deformaciones se vinculan a los intereses económicos que Occidente ha perdido con el derrocamiento de la dinastía Pahlevi, pero existe también una buena dosis de etnocentrismo y de mecanismos ideológicos que impiden a periodistas y politicólogos no islámicos observar con otros ojos un fenómeno cuyas reglas internas escapan a la lectura tradicional de lo que debe ser un proceso revolucionario”, destaca la periodista y socióloga Leyla Bartet en la revista Nueva Sociedad.
La historieta solo utiliza dos colores: el blanco y el negro. Y no necesita más. Precisamente en una era de revolución, el monocromático es también el reflejo de un periodo en el que no caben los grises ideológicos. Esto da pie a un gran repertorio de viñetas que juegan con el simbolismo entre la luz y la oscuridad, la salvación y el horror.
Además, el aspecto naif e ingenuo de los protagonistas no es gratuito. Es precisamente un estilo indicado para ponernos en la piel de una niña de 10 años que se enfrenta una realidad compleja que, a pesar de todo, tiene que caricaturizar para poder entender. A pesar de sus viñetas el relato no tiene nada de inocente, y puede que esta sea una de sus grandes virtudes: que no se recrea en la violencia, pero tampoco la omite.
“Creo que hay formas de resolver los problemas del mundo. En lugar de usar todo este dinero para crear armas, los países deberían invertir en becas para que los niños estudien en el extranjero”, dijo Marjane Strapi en la entrevista con Pantheon Books.
Persépolis sigue de actualidad porque su conflicto sigue sin solución. La vida de su protagonista es la de muchos niños y niñas que actualmente intentan abandonar su país de origen en busca de una lugar mejor. Y la novela ayuda precisamente a eso: a deconstruir la otredad de quienes huyen de un ambiente de guerra y represión.
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