Peter Bagge (Peekskill, Nueva York, 1957) es uno de los grandes nombres del cómic alternativo estadounidense. Tras iniciarse en los cómics con historias cortas e ilustraciones publicadas en revistas punk —y alguna que otra pornográfica—, su trabajo llamó la atención de Robert Crumb, mito del underground que dio espacio a Bagge en Weirdo, revista de la que incluso llegaría a ser editor durante un tiempo. En 1985, comenzó a publicar su primera serie larga, Neat Stuff (Mundo Idiota en España, 1985-1989), bajo el paraguas de la editorial independiente por excelencia, Fantagraphics. En ella ya aparece Buddy Bradley y toda su excéntrica familia, que serán protagonistas absolutos de Odio (1990-1998), su sucesora y una de las series más populares de su época. En ella, Bagge practicaba una sátira cruel con algunos elementos autobiográficos: Buddy estaba basado en algunos aspectos de su personalidad y de su vida, pero siempre tuvo diez años menos que Bagge, lo que le permitía mantener una sana distancia sobre los acontecimientos.
Las historias de Odio transcurrían principalmente en Seattle durante la eclosión de la escena grunge, aunque Bagge, gran amante de la música (ha formado parte de dos bandas distintas), no se siente particularmente atraído por ella. Odio es, más bien, un retrato descarnado de las miserias del sueño americano, en el que se muestran las estrecheces y precariedades de Buddy Bradley y sus compinches. Implacable con las posiciones retrógradas y el fundamentalismo, Bagge también lanza dardos contra el progresismo de la época. Nada se salva de su ácida mirada.
Recientemente, Peter Bagge ha visitado España, en una gira que lo ha llevado por varias ciudades, incluyendo una parada en Comic Barcelona, presentando la nueva edición integral de Odio. El autor ha visitado ya en muchas ocasiones un país en el que tiene una sólida base de fans que lo descubrieron gracias a la edición de La Cúpula (la editorial que ha publicado todos sus cómics en España) en su colección Brut Comix de su serie más popular, con la colorida traducción de Hernán Migoya. Toda una generación de lectores españoles tuvo en Odio una de sus primeras puertas al cómic adulto, a otra forma de hacer y leer historietas. Y cada vez que Bagge viene a España, sus seguidores responden con entusiasmo: cada acto en el que participa es un éxito de público, con aforos que no estamos acostumbrados a ver aquí.
Bagge devuelve el cariño con sencillez y un trato de lo más afable y cercano, pero también con la ironía de quien conserva su mordiente. Puede que sus últimos trabajos, tres biografías de mujeres artistas y activistas, parezcan más sobrias que las aventuras de Buddy pero este libertario confeso que, sin embargo, ha votado a los demócratas en más de una ocasión, sigue manteniendo la misma actitud vital risueña y despreocupada, que resta importancia a cualquier problema.
¿Fue difícil encontrar un público para Odio en sus primeros años?
Antes de empezar con Odio, tenía otro cómic, Mundo Idiota, y fue difícil llegar al público. Pero cada número se vendía un poquito mejor que el anterior. Así que muchos ya habían leído esa serie y conocían a Buddy Bradley y su familia cuando empecé Odio. Parecía algo bastante seguro lanzar un cómic protagonizado por Buddy. El primer número se vendió extremadamente bien. Los siguientes no tanto, pero se mantuvieron a buen nivel [risas].
¿Tuvo alguna controversia en aquellos momentos por el contenido de sus cómics?
Hoy en día, especialmente desde que tenemos internet y redes sociales, todo el mundo está pendiente de la gente que cancela o acusa a otros. Pero siempre ha habido gente muy rápida para acusar a los demás, también en los años 80 y 90. Simplemente tenías que ignorarlos. Al final, todas esas polémicas provienen de una pequeña minoría que te dice lo que puedes decir y lo que no. Pero esa minoría tiene mucho poder, ya que las empresas, las universidades, la temen. “Mejor hacemos lo que nos dicen…”. Pero a la mayoría de la gente todo esto no le importa. Hace poco hubo una gran polémica debido a los monólogos de Dave Chappelle en Netflix. Algunos empleados de la plataforma protestaron y pidieron su retirada, pero la realidad es que esos programas tienen una gran audiencia, le gustan a muchísima gente. Es solo una pequeña minoría la que arma todo ese ruido. Así que Netflix mantuvo el programa y les dijo a sus empleados que si no estaban a gusto podían buscarse otro trabajo.
Al mismo tiempo, en EEUU está teniendo lugar una regresión en muchos derechos civiles, por ejemplo, el aborto, que puede prohibirse en muchos estados del sur. Algunas de estas cuestiones aparecen tratadas en Odio, pero ¿qué opina de ello ahora?
Siempre ha sido igual. Creo que, en general, las ideas progresistas están ganando. Pero el debate sobre el aborto, al menos en EEUU, nunca ha desaparecido. La ley que se cuestiona, la Roe vs. Wade de 1973, estableció que el aborto debería ser legal en todos los Estados, en un momento en el que era ilegal en la mitad de ellos. Pero, desde entonces, siempre ha habido gente a favor y en contra. La cuestión es que incluso alguna gente que cree que el aborto debería ser legal, como yo, piensa que es una ley incorrecta. Es complicado, pero podría resultar inconstitucional, porque se supone que esta decisión debería corresponder a los Estados. La Constitución no menciona el aborto, aunque sí dice que siempre que el texto no mencione explícitamente algo, será responsabilidad de los Estados. Pero, al margen de esto, yo creo que ilegalizar el aborto traerá muchos problemas a largo plazo para los Estados que lo hagan. Las empresas pueden evitar abrir nuevas oficinas allí. Mucha gente, especialmente las mujeres jóvenes, pueden marcharse. Va a ser muy dañino para esos estados, así que creo que a largo plazo suavizarán estas leyes. Pero, por supuesto, me siento mal cuando pienso en una mujer que ahora mismo no pueda abortar en Texas; es un problema.
Releyendo Odio, creo que muchos de los problemas sociales que relata siguen todavía aquí. Principalmente, todo lo que tiene que ver con la precariedad, con la que todavía tiene que lidiar la gente joven. O el caso de un personaje como George, un conspiranoico de manual, que parece más actual que nunca hoy en día, con todas esas conspiranoias en internet.
Bueno, creo que la gente en realidad no cambia. Uno de los problemas que tenemos hoy en día, pero que se acabará solucionando, espero, tiene que ver con el hecho de que las redes sociales todavía son relativamente nuevas. Y aún no sabemos cómo usarlas del todo bien. Yo llevo mucho tiempo en internet, incluso desde antes de las redes sociales, en foros sobre cómic. Y conozco a muchos tipos que en persona son muy buena gente, pero que cuando están en internet se transforman. No los reconozco; se convierten en personas horribles. Tardé en darme cuenta de que esto tiene que ver con que no vemos la cara de la persona con la que estamos hablando. Y hay otro problema relacionado con la comunicación a través de internet, especialmente entre la gente más joven, que ha ido incluso a peor durante la pandemia: hemos dejado de hablar con la gente cara cara con tanta frecuencia. Nos hemos aislado, hemos construido cámaras de eco en las que solo escuchamos a la gente con la que estamos de acuerdo. En el pasado, teníamos que desarrollar la habilidad de tratar con la gente con la que disentíamos. Pero ya no. Y por eso mucha gente demoniza a quien no está de acuerdo y se vuelve loca [risas]. “¡Eres un nazi!”. Nazi es una palabra que ha perdido todo su significado.
¿Cree que su obra ha influido en jóvenes autores actuales? ¿Siente que han seguido sus pasos?
A veces, sí. Hubo un periodo en la escena del cómic alternativo y underground, a principios de los 2000, en el que yo seguía un camino que aparentemente no seguía nadie más, y me sentí un poco olvidado durante un tiempo [risas]. Pero ahora hay un montón de jóvenes dibujantes que están influidos por los cómics de los 80 y 90, lo cual me sorprende. Pensaba que todas esas obras estaban muertas y enterradas, pero les encantan. Creo que les atrae esa época en la que los autores no éramos tan conscientes de lo que hacíamos, y no teníamos miedo de meternos en problemas.
Yo prefiero los comic books baratos. Las novelas gráficas son más pretenciosas, parece que, como son libros, tienen que ser una cosa seria o decir algo relevante
¿Conoce el trabajo de Simon Hanselmann?
Sí, por supuesto.
Creo que hay un cierto vínculo entre su serie Megg, Mogg y Búho y Odio.
Lo conozco personalmente, y es un buen dibujante. Sí, creo que hay algo de eso. Sus personajes son lo más tirado de la sociedad, como los míos. Hay otro autor, no sé si lo conocéis mucho en España: Johnny Ryan [autor de Pudridero].
Sí, es fantástico, un autor muy imaginativo.
Sí, lo es. En EEUU hay un montón de gente que lo odia, incluso algunos dibujantes de cómic. No sé por qué, porque me parece graciosísimo.
Usted pertenece a una generación, junto con Daniel Clowes o Charles Burns, que empezó publicando sus propios comic books [cómics grapados], para después pasar a hacer novelas gráficas. ¿Cómo cree que ha cambiado el mercado del cómic en este sentido?
No puedo hablar por los demás, pero yo personalmente me vi forzado a empezar a publicar mis cómics como novelas gráficas. Tuvo que ver con cuestiones económicas y de mercado. Las viejas revistas de tapa blanda fueron perdiendo cada vez más popularidad. Los editores eran reticentes a subir el precio al principio, aunque al final acabaron costando 3 o 4 dólares. Pero se supone que tienen que ser productos baratos. Para las editoriales, los beneficios por una novela gráfica son mayores, y la gente no se queja tanto del precio de un libro en tapa dura. Además, los cómics alternativos tenían muchas dificultades para entrar en las librerías especializadas. La gente que las lleva está muy metida en los superhéroes, y odia obras como las mías [risas]. Por eso intentamos meternos en las librerías generalistas, pero estas no quieren comic books, así que ahí tienes otra razón para hacer novelas gráficas. Pero yo prefiero aquel formato; me gustan muchos los comic books baratos. Las novelas gráficas son más pretenciosas, parece que, como son libros, tienen que ser una cosa seria. Detrás de una cubierta en tapa dura tiene que haber algo relevante, ya sabes [risas]. Es estúpido, por supuesto.
¿Es debido a este cambio en el mercado que comienza a publicar biografías de mujeres como La mujer rebelde: la historia de Margaret Sanger (2014), Fire!! La historia de Zora Neale Hurston (2017) o Credo. Rose Wilder Lane, la feminista libertaria (2020)? ¿Ha llegado a un público diferente con ellas?
Sí, seguro. Con estos títulos en particular, aunque tengo lectores que leen todo lo que hago, también he llegado a un público que no tiene ni idea de Odio. En especial con La mujer rebelde: la historia de Margaret Sanger. Después de Odio, se ha convertido en mi libro más vendido, debido en parte a que es polémico. Me pasa a menudo cuando voy a festivales en EEUU que estoy en mi mesa, con todos mis cómics y vienen mujeres que compran estas biografías pero pasan totalmente de mis otros trabajos. No les intereso yo, les interesa Margaret Sanger [risas]. Hay mucha gente que ha leído este cómic, Fire!! o Credo a la que no le gusta mi estilo de dibujo. Creen que es irreverente que dibuje de un modo caricaturesco y divertido, como si no estuviera tratando el tema con respeto. Y esto es algo que no me gusta nada en muchos cómics biográficos, esa forma de dibujar tan solemne: “Ey, esta persona era muy importante, este tema es superserio”. Lo odio [risas]. Porque, en realidad, están deshumanizando a esa persona. Yo prefiero tratar estas cosas con humor, con ligereza.
Aunque mi personaje Buddy Bradley esté basado en mí, es mucho peor que yo. Nunca habría dicho algunas de las cosas que él dice
¿Aún encuentra fans de Odio que le piden nuevas historias de Buddy Bradley?
En EEUU nadie me pregunta jamás por esto, pero en España todo el mundo lo hace constantemente [risas]. Es curioso, no había pensado en ello. Odio es algo que hice durante los años 90, pero en los siguientes años seguí haciendo una historia de Buddy al año, los Annuals de Odio, hasta que dejó de ser viable económicamente. Era muy frustrante cuando iba a los festivales y los lectores me preguntaban por qué ya no hacía Odio. ¡Sí lo hago, pero la gente no tenía ni idea de que aquello existía, no sé por qué! [risas]. Por algún motivo, el interés por Odio se evaporó. Y en los últimos trece años ni siquiera he pensado en ninguna nueva historia de Buddy Bradley.
¿Cree que hoy podría tener algún problema con un personaje como Buddy, que es terrible? Machista, con ideas muy polémicas sobre muchos temas…
No, pero seguramente hoy se expresaría de forma ligeramente diferente sobre algunas cosas. Pero, como decía, la gente no cambia. Y quiere leer cosas que tengan que ver con ellos. El motivo de que Buddy Bradley fuera popular era que el público sentía un vínculo con él. Incluso algunas lectoras me han dicho esto, aunque crean que las cosas que piensa Buddy sean estúpidas. Pero tengo que decir que aunque esté basado en mí, es mucho peor que yo. Nunca habría dicho algunas de las cosas que él dice.
Por otro lado, se supone que Buddy no debería ser un modelo de comportamiento para nadie.
Claro, esa no era la idea. Cuando se comportaba mal, quería que se percibiera así. Pero todos nos portamos mal alguna vez. Yo solo lo hice más chungo para que fuera más divertido [risas].