Treinta y tres ediciones cumple el Saló del Cómic de Barcelona, que se celebra esta semana del 16 al 19 de abril. El mayor encuentro de coleccionistas rebuscando ejemplares del pasado, de mesas redondas inaudibles por la reverberación de las naves industriales, de niños correteando tras el siguiente chute de color entre abuelos tras el siguiente chute de nostalgia, y sobre todo de una mayoría de lectores que se enseñan los alijos de papel de las mochilas como cazadores alardeando de las presas.
Los gustos de consumo se convierten en motor social y los asistentes se asocian porque reconocen trazos o identifican el contexto: esta lámina es de Manuel Vázquez, en este tomo integral hay dos páginas redibujadas, ese disfraz es un Cosplay de Lobezno pero el Lobezno de Madripur que vestía de civil. En el Saló la participación de los asistentes supera en vigor a cuanto proponen los organizadores y ello ha llevado a una deficiencia crónica en el trato de Ficomic hacia los autores, que muchas veces se sienten polizones maltratados y aceptados a regañadientes en su propia fiesta.
El Saló es una ocasión siempre única para el fetichismo de las dedicatorias, para la admiración ante las páginas originales que revelan trucos y arrepentimientos, para el intercambio profesional y para la devoción de seguidor. Las consolas de videojuego, las marquesinas promocionando películas, los escenarios de karaoke y los puestos de chucherías pugnan cada año por quitarle el foco al cómic, así que listamos aquí lo imprescindible.
Los premios
Este año por fin los premios se fallan el viernes, lo que permitirá a los autores galardonados dedicar ejemplares el sábado, el día de mayor afluencia. Son candidatas He visto Ballenas de Javier de Isusi, que traza un puente entre una víctima y un preso de ETA; Nosotros llegamos primero de Furillo, una historia sobre un proyecto espacial franquista digno del mejor Torrente; Inercia de Antonio Hitos, un despliegue gráfico que trata el desencanto ante la inminente vida adulta e Historias del barrio: Camino de Gabi Beltrán y Bartolomé Seguí, que continúa el recorrido autobiográfico del guionista con las pandillas de Mallorca.
También Las guerras silenciosas de Jaime Martín, que trata el servicio militar en los rescoldos de una guerra silenciada en Marruecos; Murderabilia de Álvaro Ortiz, que trenza asesinatos con gatos y coleccionismo; La Mondaine de Zidrou y Jordi Lafebre, sobre agentes en lucha contra la lujuria en el París de entreguerras y Yo, Asesino de Antonio Altarriba y Keko, sobre un homicida esteta que modela los crímenes según obras de arte. Completan la lista de favoritos Versus de Luis Bustos, que retrata la vida de un boxeador donde la victoria se va tornando progresivamente supervivencia, y Las Meninas de Santiago García y Javier Olivares, que recorre la vida de Diego de Velázquez mientras habla sobre la creación y la influencia.
La mejor obra nacional es el premio más vistoso del festival, pero también hay premios a mejor obra extranjera (destacan el delirante Cowboy Henk de Herr Seele y Kamagurka, el multiformato Fabricar Historias de Chris Ware y el cósmico Saga de Brian K. Vaughn y Fiona Staples), al mejor fanzine y al mejor autor revelación.
Los invitados
Entre los invitados este año destaca José Luis García López, un pontevedrés que, además de múltiples tebeos de superhéroes para la editorial DC, dibujó también los libros de estilo y por eso es capaz de convocar con su pluma el Superman más modélico, el canon que se ha extendido durante décadas por las carpetas y las camisetas. También viene Scott McCloud, que publica una voluminosa novela gráfica titulada El Escultor muchos años después de su libro teórico Cómo se hace un cómic, que se mantiene fresco como manual para deconstruir un lenguaje con mucha perspicacia y muy buen humor. Otro autor destacado es Milo Manara, un autor cuya capacidad para convocar mujeres sensuales ha conseguido que cumbres eróticas como El Clic eclipsen obras con más calado (por ejemplo, HP y Giuseppe Bergman).
Las mesas redondas corren bastante peor suerte: los invitados más promocionados de este año son el consultor científico de la serie Big Bang Theory, cuya conexión con el cómic es cuanto menos tangencial, y la ex-candidata Tania Sánchez, que viene a hablar de la serie Juego de tronos, con todas las obras con viñetas disponibles para hablar.
Las exposiciones
En el Saló del Cómic es difícil saber con antelación si las exposiciones van a ser una muestra lustrosa y ejemplar, o un recinto mínimo cercado con paredes de pladur. Este año hay una muestra sobre autoras femeninas en la era del franquismo (1940-1970) que probablemente atestiguará las dificultades que tenían para ejercer, las limitaciones en las temáticas que les permitían y el agravio comparativo de cobrar menos por un trabajo igual. Hay una muestra sobre la estirpe Cifré, que abarca al padre Guillermo Cifré, autor del Reporter Tribulete y uno de los llamados “cinco magníficos” de la época dorada de los tebeos Bruguera, y al hijo Guillem, que firmaba así sus colaboraciones en la floración de revistas que aparecieron en los ochenta al calor de la modernidad.
También hay una muestra sobre Anacleto, agente secreto, obra de Manuel Vázquez en estado de gracia, cuyo motor no es la historieta sino su inminente adaptación al cine. Igualmente se celebran 75 años de The Spirit, el cómic norteamericano de Will Eisner que encandiló a los críticos europeos, y también 75 años del Joker, un supervillano que merece una sonrisa tan grande como la que ofrece.
Usted está aquí
El saló es el bullicio antes de entrar y el hojear en los mostradores y las largas colas cuando el autor se anuncia con el boca a boca y las colas breves cuando ese mismo autor está en la mesa de otra editorial pero el rumor no ha corrido tanto. Son las risas de chavales disfrazados, de compartir la ficción que te ha formado e identificar a otros que han pasado como tú por una experiencia similar.
¿Cómo sobrevivir al Saló del Comic? Entre la inmensidad de las novedades y la extensión del coleccionismo parece tarea imposible encontrar el tebeo ideal, pero para conseguirlo basta hablar con tus compañeros de pasillo y con los libreros vocacionales. Todos los Salones del cómic son valiosos porque para alguien es la primera vez que lee a Shintaro Kago o a Max o a Alan Moore y entiende que el tebeo, en ocasiones, da cosas que no puede ofrecer ningún otro medio.